El peligro de ser mujer

La pandemia de feminicidios en México ha puesto al descubierto una dura realidad: ni el Estado ni la ciudadanía pueden proteger a las mujeres de la violencia que se ha desatado contra ellas. Esto ha obligado a las víctimas a pensar en soluciones cada vez más drásticas
Ernesto Santillán Ernesto Santillán Publicado el
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En México los hombres asesinan mujeres porque pueden. Las matan en el campo y en la ciudad. Las matan los pobres y los ricos. Las matan taxistas, empresarios, estudiantes universitarios, familiares, autoridades; todo aquel que cree que puede decidir sobre la vida de alguien más, especialmente si es mujer.

El por qué de los asesinatos no siempre está claro y la impunidad y la falta de justicia parecen no tener fin. Y dentro de este fenómeno político, social y cultural sólo hay una verdad: ni el Estado ni la ciudadanía pueden garantizar la seguridad de quienes pertenecen al género femenino.

Para Sabina Berman, una de las voces más claras y contundentes en el tema de la violencia de género, el problema no se limita a la incapacidad del gobierno o de la sociedad.

“No sé si en verdad no podemos proteger a las mujeres, pues considero que nunca se han siquiera preocupado por tomar las medidas necesarias para combatir este fenómeno.

“Creo que el Estado tiene gran parte de la responsabilidad pues su principal obligación es proteger a la ciudadanía, sin embargo, como sociedad debemos unirnos para enfrentar el problema y exigir resultados”, sentencia la escritora.

Ver: FEMINICIDIOS, UNA PANDEMIA EN MÉXICO

Al acto de asesinar a una mujer por el simple hecho de ser mujer se le conoce como feminicidio, término que se aplicó mundialmente por primera vez en México por el peligro que implicaba ser mujer en este país pero que forma parte de un problema mayor: la violencia generalizada.

La discriminación y las agresiones contra las mujeres no es algo nuevo. Antiguamente, la superioridad física del hombre en relación con la mujer fungió como el instrumento perfecto para subyugarlas, dominarlas y disponer de ellas a cualquier hora y en cualquier momento.

“Hay hombres que todavía piensan que las mujeres corresponden al ámbito privado y deben estar exclusivamente en la cocina y en la cama. Creen que la calle, un taxi, un bar, una escuela, una oficina no es lugar para una mujer”, explica Sabina Berman.

La era de las cavernas ya terminó. La fuerza física dejó de ser un referente para medir nuestra capacidad como especie. Sin embargo hay quienes claramente no lo pueden aceptar y se sienten amenazados por el género femenino respondiendo ante esto con violencia y discriminación.

La responsabilidad social

La lucha por la igualdad de género se enfrenta con las ideas de las generaciones tradicionalistas y los nuevos valores que buscan cabida en la sociedad

El estigma del “sexo débil” permanece y nuestra incapacidad como sociedad para romper con esa idea ha sido uno de los problemas más difíciles de enfrentar para poder alcanzar la igualdad entre sexos y terminar con la violencia de género.

Mariana Berlanga, doctora por la UNAM y experta en el tema de equidad de género, cuenta que actualmente la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres se encuentra en una especie de limbo entre las ideas promovidas por las generaciones y los grupos profundamente tradicionalistas y los nuevos valores que buscan cabida en la sociedad actual.

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En un país cuyas bases han estado fundamentadas en ideas paternalistas durante cientos de años, romper con la tendencia no es cosa fácil.

“Las mujeres de manera inconsciente nos hemos acostumbrado a vivir así, rodeadas por una violencia machista y por una sociedad donde las agresiones contra la mujer se ven como algo normal”, cuenta Mariana Berlanga.

Y es que la violencia contra el género femenino no sólo se trata de los feminicidios. El homicidio de una mujer es la punta del iceberg dentro un problema que, previo a llegar a la peor de las agresiones, cuenta con varios niveles. Muchos de estos ni siquiera considerados como agravios.

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Los roles establecidos por la sociedad en cuanto a qué papel debe de jugar un hombre y una mujer dentro de ésta están evidentemente manchados por la discriminación, el abuso y el retroceso.

Uno de los ejemplos más claros es la idea de que el hombre es el líder de la familia o el responsable del bienestar económico de la misma. Mientras que para la mujer cuidar a los hijos, limpiar la casa y cocinar deben ser vistos como una prioridad.

“El cambio debe venir primero de la sociedad. Y ante la incapacidad del Estado somos nosotros quienes debemos educarlos para poder llevar a cabo un cambio real”, sentenció la escritora y ardua promotora de la equidad de género Sabina Berman.

El Estado frente al problema

La principal responsabilidad del estado es garantizar la seguridad de los ciudadanos a quienes rige y representa. Pero esta sentencia trae consigo una pregunta: ¿qué pasa cuando el Estado no cumple con su función principal?

La falta de acciones y respuestas del gobierno ante problemas como el feminicidio trae consigo una consecuencia grave: la impunidad.

“Cuando las autoridades no persiguen y castigan a quienes asesinan a las mujeres el mensaje que mandan es muy claro: puedes arrancarle la vida a una mujer y no pasa nada. Un hecho que agrava la situación y fomenta la violencia”, comenta la experta Mariana Berlanga.

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La impunidad y la violencia también han obligado al género femenino y al resto de la ciudadanía a buscar acciones más drásticas para garantizar su seguridad.

“Recientemente he tenido conversaciones con mujeres feministas jóvenes. Chicas de entre 20 y 30 años a quienes la igualdad y la equidad de género son ideas naturales y quedé impactada antes sus propuestas frente a la incapacidad del Estado para protegerlas.

“Me comentaron que están considerando comprar un arma para traerla con ellas en todo momento en caso de ser víctimas de un intento de secuestro, violación o asesinato. ¿Con qué argumento les pido que no lo hagan cuando el gobierno de su país es incapaz de garantizarles su seguridad y bienestar?”, relata consternada Sabina.

Para la escritora y dramaturga la idea de andar armados no es la mejor solución. Antes de llegar a eso debemos unirnos como sociedad y, en caso de ser necesario, parar al Estado. Atarlo de manos y obligarlo a que cumpla con sus obligaciones.

“¿Cómo es posible que el exgobernador del Edomex haya llegado a la presidencia cuando en su periodo como mandatario se catalogó a la entidad como el lugar en donde más homicidios de mujeres se cometieron a nivel mundial?”, se pregunta Sabina Berman.

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“Lo mismo sucede con quien hasta hace unos días era el Procurador General de la República: Raúl Cervantes. La máxima autoridad en impartición de justicia en el país cuenta con una acusación por intento de homicidio hacia su esposa. Esto es el más claro ejemplo de que tenemos una clase política traicionera e inservible”, sentencia con indignación la escritora.

Zonas de peligro

Un estudio del Instituto Nacional de las Mujeres y la ONU Mujeres indica que los estados más peligrosos para ser mujer son Edomex, Puebla, Chihuahua, Coahuila, Sinaloa, Nuevo León, Guerrero, Jalisco y Veracruz

En los diarios de circulación nacional se vuelve cada vez más frecuente encontrar historias de mujeres asesinadas. Homicidios generalmente caracterizados por ser brutales y sanguinarios. Donde las palabras violación, secuestro e impunidad suelen ser un común denominador.

Los feminicidas no se limitan a un estado o a una región en específico, no obstante, hay zonas donde la violencia contra las mujeres se ha vuelto cada vez más frecuente.

Las primeras denuncias de feminicidios se dieron en 1993, cuando la violencia en Juárez, Chihuahua, llegó a niveles nunca antes vistos captando la atención tanto nacional como internacional.

Desafortunadamente el problema se sentía lejos para quienes no habitaban esa región del país. Eso cambió con casos como el de Mara Castilla, quien fue asesinada tras abordar un taxi del servicio de transporte privado Cabify, un medio supuestamente seguro.

En ese momento las mujeres de todo México se dieron cuenta que pudieron haber sido ellas. La idea de que a las mujeres sólo las matan en el transporte público, en zonas rurales o en localidades pobres se derrumbó.

Las mujeres se dieron cuenta de que no están seguras en ninguna parte. Pertenecer al género femenino es por sí sólo un peligro.

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De acuerdo con el estudio ‘La Violencia Feminicida en México Aproximaciones y Tendencias’ realizado en conjunto por la Secretaría de Gobierno, el Instituto Nacional de las Mujeres y la ONU Mujeres publicado en 2016, las entidades federativas más peligrosas para ser mujer en la República son: Estado de México, Puebla, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Guerrero, Sinaloa, Jalisco y Veracruz; siendo las primeros dos algunas de las entidades donde más mujeres han sido privadas de la vida durante el año pasado y en lo que va del 2017.

Durante el 2016 en el Estado de México se registraron 591 homicidios de mujeres, sin embargo se calcula que la cifra real es mucho mayor. Mientras que en Puebla, en lo que va de del año, se han contabilizado 87 mujeres asesinadas presuntamente por motivo de género.

Desapariciones de mujeres: la pandemia

La desaparición de niñas y mujeres jóvenes a gran escala está ligada al narcotráfico y a la trata de personas, afirma especialista

Una cicatriz en la rodilla, un lunar arriba de los labios, un tatuaje en una pierna, marcas de varicela en el rostro, una quemadura en un brazo, cualquier rasgo particular se convierte en la última esperanza para encontrarlas.

Durante el 2016 desaparecieron mil 820 mujeres en todo el territorio nacional; es decir, 5 cada día de acuerdo con el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED), de la Secretaría de Gobernación.

La base de datos del RNPED nunca había tenido un registro tan alto desde que enlista cada caso proveniente de las fiscalías y procuradurías estatales; la desaparición de féminas se ha multiplicado en la última década.

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Mientras en el 2007 la Segob tuvo conocimiento de sólo 145 casos, esta cifra ha ido al alza de manera preocupante hasta convertirse, en conjunto con los feminicidios, en un problema de magnitud nacional.

Hace una década desaparecía una mujer por cada 400 mil mexicanas; el año pasado, la cifra se multiplicó por 12. Suma que hasta julio de este año mantuvo. En cuanto a los hombres,el crecimiento de las desapariciones en el mismo periodo ha tenido un promedio de crecimiento de la mitad en comparación con las denuncias del sexo opuesto.

Las condiciones de violencia que se han agudizado en los últimos dos sexenios  han generado escenarios hostiles para las niñas y las mujeres mexicanas. La desaparición a gran escala está relacionada con los grupos del narcotráfico y aquellos que se dedican a la trata de personas con fines de explotación sexual o laboral, asegura Gabriela Ruíz Serrano, académica de la UNAM y especialista en el tema de violencia contra las mujeres.

“La corrupción, la impunidad y las limitaciones institucionales se configuran como andamiajes estructurales que no sólo no combaten la violencia, sino que además la encrudecen. Las desapariciones de mujeres y niñas se instalan hoy como una lastimosa realidad”, explica Ruíz.

1,820
Mujeres desparecieron en México en 2016

 

 

Crimen organizado entramado al delito

En Colima y Sinaloa la ciudadanía ha visto un aumento de organizaciones criminales y con él los homicidios y desapariciones

A partir del aumento del conflicto en escenarios que antes eran seguros, la desaparición de niñas y adolescentes se ha convertido en una constante.

Casos como el de Colima, en donde hace 10 años hablar de desapariciones era algo impensable, hoy tiene la tasa de desaparición de mujeres más alta del país con 10 denuncias por cada 100 mil habitantes.

En su territorio, la ciudadanía colimense ha visto un aumento de la presencia de organizaciones criminales en los últimos meses; en el 2016, fue el estado con la mayor tasa de homicidios de todo el país.

Sinaloa, otra entidad que sufre de disputas entre grupos del crimen organizado es la segunda con más denuncias de desaparición en proporción con su población femenina. En el 2007, la tasa de desaparición era menor a uno; el año pasado fue mayor a 8.

Las rutas que eran utilizadas para el trasiego de drogas también son utilizadas para el traslado de personas.

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Personal de la Fiscalía General del Estado de Puebla (FGE) ha hecho de la investigación de desapariciones de mujeres o feminicidios una práctica cotidiana en los últimos meses.

Hace 10 años ninguna denuncia llegó a la FGE con motivo de que una mujer hubiese desaparecido. El año pasado, 279 poblanas no volvieron a sus hogares después de salir con sus amigos, ir a la escuela o salir a la tienda.

La tasa de desaparición en Puebla es similar a la de Sinaloa. La diferencia: en su territorio no hay tantas disputas entre cárteles por el territorio. En contraste, medios locales han señalado un posible crecimiento de redes que se dedican a reclutar mujeres jóvenes con fines de trata para su explotación sexual, práctica común en el estado vecino  deTlaxcala.

A la lista de estados que han visto el evidente aumento de desapariciones ante los ojos de las autoridades locales y federales se suman la Ciudad de México, Tamaulipas, Baja California, Sonora, Chihuahua y Guerrero, entre otras.

Las únicas que han reducido su tasa de desaparición femenina en comparación con el 2007 son Oaxaca, Quintana Roo y San Luis Potosí.

Nayarit es un caso particular debido a que en el RNPED no hay rastro de ningún caso ocurrido en su circunscripción desde 1968 a la fecha, que es el rango temporal que ha registrado la Segob.

La situación de esta demarcación puede estar vinculada con una debilidad institucional, falta de capacitación de servidores públicos que detallen las denuncias u opacidad en sus registros, señala la académica.

Jóvenes, la mercancía rentable

Las mujeres desaparecen a edades más tempranas para ser obligadas a la explotación sexual, la pornografía infantil o a la comisión de otros delitos

Las organizaciones delictivas dedicadas al tráfico de mujeres ven en ellas una mercancía rentable que no es mitigado por la voluntad de las autoridades  ni locales ni federales.

Esto ha llevado a otro fenómeno, y es que las mujeres desaparecen a edades más tempranas para ser obligadas a la explotación sexual, la pornografía infantil o a la comisión de otros delitos.

En el 2007, de las 145 desapariciones que el RNPED enlistó, solamente una tercera parte pertenecía a las mujeres jóvenes de entre 15 y 29 años. Otra tercera parte pertenecía a las mayores de 30 años y sólo la décima, eran menores de 15 años.

Para el 2016 estas cifras presentaron un cambio drástico, pues de las mil 820 féminas que desaparecieron, poco más de la mitad eran jóvenes que tenían entre 15 y 29 años; mientras que las menores de 15 años representaron el 20 por ciento; al igual que las mayores de 30.

La pérdida de una mujer que puede ser madre, hija o hermana tiene un impacto devastador en el tejido de una familia, sostiene Ruíz Serrano. No obstante, afirma que la falta de marcos de actuación para atender las desapariciones por parte de las autoridades ha permitido que este problema alcance magnitudes como se observan ahora.

“La atención de la desaparición de mujeres revela un problema estructural que tiene que ver con la falta de recursos humanos de autoridades federales y locales para atenderlos, poca capacitación de servidores públicos para que actúen de manera más eficiente, y no dejar pasar horas que pueden hacer la diferencia entre encontrar a una mujer o no volverla a ver”, concluye Gabriela Ruíz.

De acuerdo al RNEPD, de las mil 820 desaparecidas en 2016, poco más de la mitad tenían entre 15 y 29 años; mientras que las menores de 15 representaron el 20 por ciento, igual que las mayores de 30

Ponen al descubierto al devorador de talentos

El productor Harvey Weinstein, uno de los más famosos ejecutivos cinematográficos de Hollywood fue acusado hace unos días de  acosar sexualmente a mujeres con las que trabajó desde 1990, cuando estaba al frente de Miramax.

The New York Times reveló el historial de los supuestos acosos sexuales cometidos por Weinstein y asegura que hay docenas de personas que confirman las denuncias.

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Esto demuestra que la violencia de género no es exclusiva de México, sino que es un fenómeno que se da en todo el mundo.

La agresión contra las mujeres no discrimina región ni clase y actualmente la búsqueda de igualdad nos corresponde a todos.

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