El otro ‘Méjico’ de Ortuño

Antonio Ortuño (Guadalajara, 1976) no sólo emplea el humor negro en la palabra escrita, sino también en la que sale de su boca.

“No se trata de escribir historias llanas, para que la gente se pase un rato mientras espera que le toque la consulta en el IMSS”, dice; la imagen es imposible no pensarla.

Y añade: “la literatura no se agota, tiene muchas formas de obtener la atención de los lectores (…) algo de lo que se olvidan los escritores es salir a la calle, y también de salir de las cuatro calles de su ciudad donde están las librerías y sus cafecitos”.

Mauricio Ferrer Mauricio Ferrer Publicado el
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"El abordaje de los temas políticos y sociales puede ser literario y eso abre otra serie de posibilidades para la escritura"
“No se trata de escribir historias llanas, para que la gente se pase un rato mientras espera que le toque la consulta en el IMSS”
https://www.youtube.com/watch?v=38kJVO82n8c
“Hay autores que piden la revolución en cada tuit y al momento de escribir se plantean sólo juegos de estilo (…)completamente desligados del contexto actual de México”
https://www.youtube.com/watch?v=5Y6jbtKvZqs

Antonio Ortuño (Guadalajara, 1976) no sólo emplea el humor negro en la palabra escrita, sino también en la que sale de su boca.

“No se trata de escribir historias llanas, para que la gente se pase un rato mientras espera que le toque la consulta en el IMSS”, dice; la imagen es imposible no pensarla.

Y añade: “la literatura no se agota, tiene muchas formas de obtener la atención de los lectores (…) algo de lo que se olvidan los escritores es salir a la calle, y también de salir de las cuatro calles de su ciudad donde están las librerías y sus cafecitos”.

El autor de “El Buscador de Cabezas” (2006), “Recursos Humanos” (2007), “Ánima” (2011) y “La Fila India” (2013) ha sido considerado por la prensa especializada como uno de los más sólidos exponentes de la literatura mexicana actual.

En 2006 el diario Reforma consideró a “El Buscador de Cabezas” como el mejor debut literario de ese año.

La revista británica Granta lo integró en un listado de 22 narradores jóvenes en español, en 2010; el año pasado formó parte de un grupo selecto de escritores mexicanos que participaron en la Feria del Libro de Londres.

En entrevista con Reporte Indigo, el escritor habla de “Méjico”, obra que presentará en la siguiente edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y en la que aborda de nuevo el tema de la migración, desde otra perspectiva, y sin dejar de lado el humor negro.

“Méjico” aborda dos historias: la de anarquistas españoles que llegan al país y la de un mexicano, hijo de españoles, que tiene que migrar a España.

> Reporte Indigo: Llama la atención que cambias el nombre del país, “Méjico”, pareciera un llamado a reescribirlo.

Antonio Ortuño: Desde tiempos de La Conquista, los españoles escribieron México con jota. Uno de los hechos del nacionalismo mexicano fue la escritura del país con equis, es parte de la identidad, que no corresponde a las reglas de dicción del castellano.

Los españoles escribían México con jota, era su idea de país, desde luego a lo largo del tiempo ha sido distinta a la de los mexicanos. Me permití hablar del país con este desfase, esa interpretación extraña que le dan los españoles.

La novela tiene que ver con la visión de migrantes españoles que vinieron después de la Guerra Civil. Uno de esos migrantes que llegó a México fue mi madre. No es la historia de mi familia, pero sí recupero parte de ese anecdotario. Mi tía abuela estuvo en un campo de concentración en el sur de Francia y tuvo una especie de periplo novelesco.

> RI: El tema de la migración, como en “La Fila India”.

AO: “La fila India” parte de un interés en el fenómeno de la migración centroamericana hacia Estados Unidos y a través de México, parte con el hecho de que la mayor parte de las personas descendemos de migraciones.

El libro representó romper con elementos predominantes en los primeros libros e incursionar en otro territorio; incursiona en lo social, lo contemporáneo, sin prescindir del humor negro. 

Me ofreció la posibilidad de incursionar en toda una serie de lenguajes y sublenguajes que no había abordado, e incluso jugar con registros de la oralidad, y de trabajar en este registro más libresco, más propiamente literario.

Me dio la oportunidad de estar en contacto con una discusión coyuntural; no ofrece respuestas, pero abona a una discusión y a hacer visible un tema, un tema que suele ser un derivado de la seguridad y la criminalización de los migrantes, cuando estudios y estadísticas muestran que ellos son más objeto de delitos por parte de mexicanos.

La literatura puede decir mucho de este tipo de asuntos. En México estamos mal acostumbrados a que una cantidad importante de autores hable sobre cuántos ángeles pueden bailar en la punta de un alfiler, están concentrados en una serie de temas que están un poco a espaldas de la realidad, de la actividad social y política.

En los años 90 se hablaba que la literatura en español tenía que reaccionar contra el panfletarismo de los años 60, 70 y 80, y se caía en una actitud abiertamente de autismo hacia el asunto político, de taparse los oídos, los ojos y de voltear a ver sólo las historias de Austria-Hungría, de otros tiempos y espacios.

El abordaje de los temas políticos y sociales puede ser literario y eso abre otra serie de posibilidades para la escritura.

> RI: Ha tomado fuerza una literatura enfocada a la violencia y al narco.

AO: En la literatura del narco mucho son obras de explotación que no contribuyen a la explotación del tema. Si el texto está centrado en los capos, sicarios, en danzar en torno a los victimarios, hay mucho de explotación en eso y se detiene en lo cosmético.

Un punto de vista tiene que ver con recuperar con lo que pasa con las víctimas de la violencia, quién muere, quién desaparece, quién queda herido, baleado, parientes, familiares, quién recibe el impacto mediático.

Hace mucho que dejó de ser funcional la distinción entre crimen organizado y estado en el tema de la violencia, no sólo es una frontera porosa y tenemos asuntos como Tlatlaya y Ayotzinapa.

> RI: ¿La política está ausente en la obra literaria mexicana actual?

AO: Muchos autores tienen más ideas estéticas que políticas o ideas políticas suficientemente sólidas como para ser un elemento primordial de su discurso literario.

Hay autores que piden la revolución en cada tuit y al momento de escribir se plantean sólo juegos de estilo, pequeñas glosas a experimentos de vanguardias europeas de hace 100 años, completamente desligados del contexto actual de México.

La escritura literaria no se agota, tiene muchas formas de obtener la atención de los lectores. No creo que se trate de escribir historias llanas para que la gente se pase un rato mientras espera le toque la consulta en el IMSS.

Algo de lo que se olvidan los escritores es salir a la calle, y también de salir de las cuatro calles de su ciudad donde están las librerías y sus cafecitos.

Se habla menos de la desigualdad económica, pero de ahí se desprenden muchas cosas, como la violencia, el racismo, cosas que tienen a México con un pie en el siglo 21 y otro en el siglo 15.

> RI: El contexto político 

y social ha sido marcado por la violencia, pero hay otros factores, como las propias elecciones pasadas, que sorprendieron a muchos, ¿crees que se está reescribiendo México?

AO: No soy optimista respecto a nada, pero a la vez no quiero asumirme como un pesimismo cerril, pensar que nada puede cambiar. Hay un mayor y mejor nivel de discusión pública sobre muchos asuntos que resulta, quiero pensar, hace más difícil ese autoritarismo casi unánimemente aceptado, en el que quien se animaba a discordar era expulsado o suprimido.

No podemos volver a esa situación posrevolucionaria del partido único, de los medios alineados, en donde no hay disidencia.

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