El ocaso del tiburón toro en mares mexicanos
El escualo, considerado como uno de los más letales, está desapareciendo de los mares mexicanos y nadie sabe por qué. La falta de estudios sobre este animal impide esclarecer si este fenómeno está relacionado con causas como el cambio climático o la caza excesiva, sin embargo, lo único seguro es que es responsabilidad de los humanos
Rubén ZermeñoPlaya del Carmen, en Quintana Roo, pasó de ser una pequeña villa de pescadores y un paraíso natural a un centro turístico de nivel mundial. Cada año, en invierno, cientos de turistas de todo el mundo, buzos expertos y amateurs llegan para nadar con el tiburón toro, pero esta temporada no fue así, el escualo nunca llegó.
Ana Carritsoza, una buza experta, pasa más tiempo sentada esperando en su pequeña tienda que en el mar. Las respuestas a los turistas son siempre las mismas: “no hay excursiones para ver al tiburón toro y no sabemos cuándo volverán a haber”.
“Esperaba a que llegara la temporada, pero nunca llegó. Todas las tiendas se quedaron con los flyers, con los posters, los turistas preguntando por el tiburón toro y no hubo ningún tiburón toro para ver.
“Este año aparecieron 13 pero desaparecieron a los dos días. Hay rumores de que los pescaron, también hay rumores de que encontraron vísceras en Punta Maroma, pero no sabemos qué fue lo que pasó”, comenta a Reporte Índigo.
El tiburón toro, junto con el blanco y la tintorera son considerados como las tres especies más letales.
Las versiones y teorías sobre la desaparición de esta animal son distintas, pero todos los buzos, especialistas y personas del lugar coinciden en algo, hay una especie más letal que los está ahuyentando y aniquilando: el hombre, ya sea por caza, contaminación o sobrepesca.
El tiburón toro llega a medir hasta 3.4 metros de largo y a pesar hasta 159 kilos, la especie se puede encontrar en aguas costeras desde Baja California hasta Chiapas y tarda 10 años en llegar a su madurez sexual.
En el invierno, las hembras se acercan a la costa para buscar una zona de crianza, donde el agua dulce se mezcle con la salada para dejar a sus crías y que estén libres de depredadores, como lo pueden ser otros tiburones.
Durante esa temporada y a poca distancia de la playa, pueden convivir los turistas con los tiburones, pero también con la contaminación de los desarrollos hoteleros, los pescadores e incluso los fuertes ruidos de los transbordadores que llevan a los visitantes de tierra a firme a las islas de la zona.
Otra de las amenazas contra el tiburón toro, de la cual es responsable el hombre, es la falta de políticas públicas para su protección.
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN por sus siglas en inglés) el Carcharhinus leucas (tiburón toro) es una especie“casi amenazada” por lo que recomienda su conservación.
Actualmente en el país no existe ninguna ley para protegerlo, ni siquiera para detener su pesca ni su venta al hacerlo pasar como bacalao o cazón pese a que en diciembre de 2016 se firmó el decreto que declaró área natural protegida a la Reserva de la Biosfera del Caribe mexicano.
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El caza tiburones
La mañana del 30 de enero del 2017 una imagen en redes sociales dio la vuelta al mundo. En la fotografía, se observaba a tres personas recolectando la pesca del día y decenas de tiburones toro muertos en un muelle siendo subidos a una camioneta.
Una situación que se repetía constantemente debido a los permisos otorgados por la Sagarpa y la Conapesca que no podían ser cancelados pese a la declaratoria de Reserva de la Biósfera.
En Playa del Carmen, Humberto Anduze es ese pescador con permiso para cazar tiburones toro a los que presume como trofeos.
“El tiburón es un recurso pesquero, solamente hay dos especies protegidas que son el tiburón blanco y el tiburón ballena. Los pescadores pueden hacer lo que quieran siempre y cuando tengan los permisos correspondientes.
“El pescador se entera que hay tiburones en Playa del Carmen y se va a pescarlos. No teníamos armas para defendernos porque no estaba haciendo nada ilegal. Estábamos muy enojados, yo estaba dispuesto a ir a hundirle el barco”, comenta Pepe Urbina, un buzo de más de 20 años de experiencia e integrante de la asociación Saving Our Sharks.
Entre 2009 y 2010 comenzó la actividad turística de avistamiento de tiburones y en 2012 llegó el pescador. A partir de ese año buzos y especialistas se unieron para comenzar a estudiar a los escualos para protegerlos, aunque estaban atados de manos por lo que decidieron “unirse” al enemigo.
Cada año Saving Our Sharks le da un monto económico al pescador para que no cace tiburones en la zona. Aunque lo sigue haciendo fuera de Playa del Carmen.
“Legalmente el tipo tiene un permiso expedido que nadie se lo puede quitar hasta que cometa una infracción y se lo suspendan, por lo que llegamos a un arreglo con él, en el cual le íbamos a liquidar su permiso; el arreglo no tiene ningún respaldo legal más que chocar las manos”, comenta Urbina.
Cuando se declara área natural protegida a la Reserva de la Biosfera del Caribe mexicano, los buzos e investigadores pensaron que habían ganado la batalla contra el pescador pero no fue así.
“Estábamos convencidos de que por fin íbamos a poder proteger a los tiburones del pescador. Pensábamos que si alguien podía (hacer algo) era la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), ellos mismos lo pensaban. Pero la Sagarpa y la Conapesca dicen que no, que el permiso estará vigente hasta que ellos lo digan.
“En países como Bahamas todos los tiburones están protegidos. Aquí ya no hay tiburones en los arrecifes, ya no hay ninguno, ni siquiera en Isla Mujeres, famosa por la cueva de los tiburones dormidos”, concluye Urbina.
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Sobrepesca, contaminación y cambio climático
Alberto Cholín es lo que se conoce en el mundo del buceo como un “viejo lobo de mar”, comenzó su trabajo como pescador en 1972 y llegó a Quintana Roo en 1982. Como buzo y como pescador está familiarizado con la especie gracias al conocimiento que ha obtenido empíricamente durante más de 3 décadas.
Para él, una de las causas de la ausencia del tiburón toro es la sobrepresca.
“Esto se debe a la sobrepesca, esto no ocurre en nuestra área porque nuestra área no es una zona pesquera, nuestro lugar es zona de paso para los peces. La sobrepresca viene antes de entrar al Caribe, en la costa del Golfo”, comenta.
Otra de las hipotésis de Cholín tiene que ver con el cambio climático, ya que desde finales de octubre y principios de noviembre los vientos del norte corren hacia el Caribe y atraen consigo bancos de peces coronado.
“En los últimos años no ha habido ese viento, entonces no vienen esos peces. La temperatura ahorita es más cálida, si no hay vientos del norte el agua no se enfría como quisiéramos para que lleguen los tiburones, también se rompe la cadena (alimenticia), si no llegan ciertos peces, mucho menos los tiburones”, señala.
Para él, la pesca del tiburón no es tan redituable, por lo que no considera que esa sea la causa principal de la ausencia de esta especie, pero sí el exceso de embarcaciones comerciales y turísicas que ocasionan erosión en las playas y mucho ruido adentro del mar.
“En la zona pasan muy cerca los ferrys y son un problema porque hacen mucho ruido y se anclan cerca de la zona de buceo, además causan erosión. Cuando vienen a alta velocidad no se frenan hasta que van a llegar al muelle, frenan con máquina y provocan una marejada tan fuerte que se lleva la arena de la playa, incluso han volteado a otras embarcaciones de menor tamaño”, cuenta.
Alejandro Bravo es un oceanógrafo y consultor independiente que desde 2018 ha seguido de cerca el impacto del sargazo en Quintana Roo.
Aunque todavía no hay estudios precisos que confirmen las causas y mucho menos los efectos de la macroalga, él cree que podría estar relacionada con la ausencia del tiburón toro
“Puede ser incluso un efecto del cambio climático. Desde que llegó el sargazo a la costa está cambiando la química del agua. No sabemos todavía los efectos, no sabemos si eso provoca la ausencia de tiburones toro. Ha sido algo muy radical el cómo han cambiado las condiciones de los ecosistemas. Para que los científicos den una respuesta certera pueden pasar hasta 3 o 4 años”, comenta.
Desde finales de la década de los setenta hasta hoy el paisaje se ha modificado mucho en Playa del Carmen y por lo tanto también los ecosistemas a causa de los desarrollos hoteleros y turísticos.
“En la costa de Quintana Roo hay muchas descargas de aguas negras, supuestamente los hoteles tienen sus propias plantas para tratar el agua, pero no hay una ley que obligue a que las estén checando para ver si funcionan.
“Los cambios que estamos viendo en el mar (por el sargazo), los vemos porque es muy drástico el cambio del color de las aguas, pero hay cambios que no vemos y son los que nos deberían de preocupar. El cambio que se está haciendo a los ecosistemas por la contaminación ha sido brutal”, alerta el especialista.
Información certera, la problemática del tiburón toro
Si alguien conoce de tiburones es Ramón Bonfil, un oceanógrafo con dos maestrías, un doctorado y que lleva estudiando a la especie desde hace más de 35 años.
Para él lo único certero es que hay muchas dudas y pocas respuestas debido a la falta de investigación y presupuesto.
“Nadie sabe a dónde van, de dónde vienen. Ni las ONGS, ni las universidades, nadie se ha aventado al ruedo a estudiar seriamente los movimientos de las poblaciones de tiburón toro. Si quieren comenzar a hacer algo deben de invertirle y eso no es barato”, revela.
Para él, la pesca puede ser una causa de la desaparición del tiburón, al igual que el cambio climático, pero es complicado precisarlo y solucionarlo.
“Es una especie que si seguimos sin cuidarla y sin ponerle atención, va a entrar a categoría de amenazada y no entienden aquí en México. Para protegerlo es super difícil porque es una de las principales especies que se pesca en todo el país.
“El gobierno siempre está diciendo que no hay recursos y el pescador siempre está chillando que se va a morir de hambre, que no quieren que les pongan vedas. Un pescador nunca se muere de hambre, si le quitas un recurso siempre se va a otro”, agrega.
La solución, señala Bonfil, es sentar a todos los actores involucrados en la mesa y comenzar a declarar refugios, es decir, zonas en las que no se pueda tocar a los tiburones, Quintana Roo podría ser un buen lugar para comenzar.
El encargado de la Reserva de la Biósfera del Caribe Mexicano es José Juan Domínguez Calderón, quien actualmente se encuentra adscrito como apoyo técnico de la dirección del área para su manejo y conservación por la ONU.
El especialista sabe que tiene una labor titánica a su cargo ya que el área se extiende por más de 5 millones de hectáreas que prácticamente abarcan todo el litoral del estado de Quintana Roo, además de contener 18 áreas naturales protegidas.
Su trabajo no solamente se basa en proteger y conservar la zona, sino en garantizar el desarrollo sustentable del lugar, todo con menos presupuesto que el que se tenía en años pasados.
“Es un reto bien complicado porque la ley y las necesidades del país y las instrucciones que tenemos de nuestra oficina central es buscar el desarrollo sustentable y eso implica el aprovechamiento de los recursos (…) En fechas pasadas el mismo secretario de la Semarnat mencionó que de 2015 a la fecha se ha perdido el 50 por ciento del presupuesto”, señala.
Para lograr que las leyes mexicanas protejan a los tiburones toro, faltan muchos años, trámites y cabildeo.
“Ya hay adelantos, ya hay una norma oficial mexicana que pretende regular la actividad pesquera, pero con las especies que son comerciales nos enfrentamos con un problema porque para que pueda entrar la norma se tiene que convencer al legislador y a las autoridades involucradas en la pesca. A lo mejor en unos años vamos a poder ver un ordenamiento que tenga un status de protección y de alerta para que los tiburones puedan ser beneficiados”, agrega.
Por lo pronto, Ana al igual que otros buzos y turistas, esperan sentados el regreso del tiburón toro.