Tras el anuncio el anuncio de la victoria del entonces candidato Andrés Manuel López Obrador en julio pasado, un “sismo” de alegría cimbró el primer cuadro de la Ciudad de México.
Ahora, 5 meses después, la “réplica” llegó con mayor intensidad y se tradujo en una fiesta colectiva y multiétnica llamada AMLOFest.
Retumban los platillos acompañados de la estridencia de las trompetas, mientras la tambora marca el ritmo que ameniza las danzas de un contingente de chinelos que recién llegaron al lugar.
De pronto, al festejo se suman 3 dragones chinos que no sólo adornan la escena con su movimiento singular, sino que sirven de preámbulo para la llegada de personas con playeras rosas, quienes marchan con banderas que expresan su solidaridad hacia la defensa de los derechos de las mujeres. Todo esto en tan sólo un pequeño espacio dentro de la enorme plancha de concreto, que alberga por todos sus rincones expresiones multiculturales.
Así transcurre en AMLOFest; la verbena organizada por el nuevo presidente constitucional de México, para celebrar su llegada al poder, luego de casi dos décadas de intentos.
Trajes huicholes y mariachis; globos, peluches y banderas con los emblemas oficiales mezclados entre un fuerte operativo de elementos de seguridad –algunos con ropa civil– y vendedores ambulantes, se dieron cita desde las 8:00 de la mañana del primero de diciembre.
A partir de ese momento y de forma progresiva, la euforia colectiva fue creciendo hasta convertirse en el aturdidor grito que retumbó cerca de las 5:00pm, cuando ya en su investidura, López Obrador subió al templete para anunciar el comienzo de la tan anticipada Cuarta Transformación.
La transición de gobierno más relevante en la historia moderna del país, que anuncia con su llegada la promesa de homologar luchas sociales.
De esta forma, con una limpia previa y un bastón de mando simbólico, los representantes de los pueblos originarios de nuestro país –quienes a la vez de mostrar su apoyo, pidieron nunca volver a ser minimizados en la historia de la nación– fueron los primeros en recibir al presidente de México, mientras que debajo del escenario y muy al frente, decenas de bandera arcoíris, propias de la comunidad LGBT, ondean sin descanso.
Preparándose para escuchar el inminente discurso de un hombre que esta tarde dijo tener prohibido fallar en su encargo.
López Obrador logró lo que pocos personajes políticos han conseguido en la historia, transformar su movimiento en un crisol cultural que, con su victoria, estalló –al menos por un día– en una catarsis de júbilo y esperanza colectiva.