El mito de la meritocracia en México

La creencia popular de que el trabajo duro llevará a los individuos y a sus familias a mejorar su calidad de vida y economía se trata de una fantasía, pues la desigualdad se encuentra relacionada estrechamente con factores que se encuentran fuera del control de las personas
Elizabeth González-Manrique Elizabeth González-Manrique Publicado el
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Pese a los discursos que día a día se repiten en las redes sociales, medios de comunicación e, incluso, entre empleadores y empleados, el ascenso económico y social de una persona no se encuentra relacionado con el empeño con el que se realizan las labores remuneradas.

La educación de los padres, el lugar de nacimiento y el color de piel son factores que definen la movilidad social de mexicanos, de acuerdo con una investigación del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY).

Tras siete años de investigaciones, Roberto Vélez, director del CEEY, y Luis Monroy, demuestran cómo influye el entorno en que se nace para que una persona pueda lograr mejorar su calidad de vida.

Entre los sectores de la población más desfavorecidos por estos factores se encuentran la población indígena, las mujeres y las personas de tez morena. Tan solo cuatro por ciento de las mujeres cuyos padres no tuvieron formación educativa, lograron completar estudios profesionales.

 Resolver la desigualdad desde las instituciones

En el libro Por una cancha pareja. Igualdad de oportunidades para lograr un México más justo, Vélez y Monroy suman las investigaciones hechas por el CEEY con su trabajo, con el objetivo de analizar a profundidad la desigualdad desde sus causas y determinar su papel en la baja movilidad social.

“Este libro escrito por Luis y por mi, lo realizamos con el objetivo de abordar la problemática de movilidad social desde la perspectiva de igualdad de oportunidades”, explica Roberto Vélez en entrevista.

De acuerdo con el director del CEEY, hay tres factores principales que abonan a la desigualdad de oportunidades los cuales, por ende, impactan de manera negativa en la movilidad social. El primero de ellos se relaciona con el origen socioeconómico de las personas, así como  con el nivel de educación de sus padres.

“Si provienes de un hogar que tiene limitaciones en términos de recursos económicos, entonces esto se constituye en una barrera de la movilidad social, si tus padres o los adultos responsables del hogar en el que creciste tienen niveles bajos de de formación educativa, también eso constituye una barrera en la movilidad social ascendente”, menciona Vélez.

El segundo de estos factores es el territorial o regional, pues las oportunidades de vida también dependen del sitio en donde se nace, “importa importa si naces en el norte o en el sur, en una zona urbana o rural”, comenta el director del CEEY.

La tercera característica que contribuye a que un individuo tenga una baja o nula movilidad social es el color de piel, el sexo y si se trata de una persona perteneciente a alguna etnia.

“El tercer punto son las características personales, en este caso, lo que nosotros podemos evaluar es, por ejemplo, si se trata de mujeres o de hombres y como influye la etnia o el tono de piel de las personas no. Siempre las mujeres se enfrentan con mayores barreras en la movilidad social que las otras dos variantes, aunque en términos de magnitud no son tan importantes cuando las haces interactuar o haces el análisis desde una perspectiva interseccional, por ejemplo, combinándolo con el hecho de ser hombres o mujeres ahí se muestra el peso que tienen”, explica Vélez.

Entre los hallazgos de Vélez y Monroy, después de realizar diversos estudios elaborados con base en la Encuesta ESRU de Movilidad Social en México del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, se encuentra que 74 de cada 100 personas que nacieron en la parte más baja de la escala socio económica no lograron salir de la pobreza.

Un problema con solución

De acuerdo con los investigadores, es más probable que las mujeres que nacieron en la parte más alta de la escalera económica pierdan esta posición, pues 63 de cada 100 mujeres con tono de piel más oscuro caen del escalón más alto; en contraste, 46 de cada 100 hombres con el mismo tono de piel caen de posición y sólo 32 de cada 100 hombres con tono de piel más claro caen del peldaño más alto.

Vélez comenta que en el caso de las mujeres, se debe a que la sociedad y las políticas públicas privilegian su papel como cuidadoras primarias de los hijos menores de edad, de familiares enfermos o discapacitados.

Al ser vistas principalmente como amas de casa, las mujeres, incluso aunque logren llegar a la educación superior y culminarla, no poseen las mismas oportunidades que los hombres.

“La existencia de estancias infantiles, por ejemplo, abona a la probabilidad de superar las condiciones relativas a la parte baja de la escalera socioeconómica.

“La posibilidad de superar la condición de desventaja de origen es mucho más importante para las mujeres, pues son ellas las que llevan la mayor carga de trabajo en términos de cuidados al interior del hogar y esto tiene implicaciones en la participación de las mujeres en otros ámbitos, por ejemplo, en el campo laboral y no únicamente, sino también el el tipo de mercado laboral, como en el formal, donde hay mejores condiciones”, asevera Vélez.

Para combatir estas condiciones de desigualdad, Vélez y Monroy proponen modificar los principios y la estructura de la sociedad mexicana para que haya sistemas públicos universales de salud, educación, cuidados y seguridad social; así como una regulación de vigilancia estricta para el cumplimiento de políticas de igualdad de trato, sin discriminación por género o tono de piel y que se trabaje en políticas de compensación temporales para los que parten con mayores desventajas para garantizar una competencia justa.

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