https://www.youtube.com/watch?v=4QrcWEeYKF8&feature=youtu.be
Son las 7 de la tarde, la hora del tráfico en Paseo de la Reforma, en la caótica Ciudad de México, y es cuando apareces entre los vehículos con tu rostro maquillado de blanco, nariz roja, gorro negro en tu cabeza y zapatos de arlequín.
La calle Monte Elbruz está saturada de cientos de conductores enfurecidos que buscan salir todos a la misma hora de la zona de oficinas de Polanco.
Es entonces, entre el caos y la desesperación, donde inicias con tu particular puesta escena en la calle.
Solo con tus gestos y tus ademanes empiezas a dirigir la vialidad: les das el paso a los autos, les marcas alto con tus manos y apresuras a los peatones que cruzan la calle mostrando un reloj que no existe en tu muñeca.
Con tus silbidos amonestas a los automovilistas gandallas que intentan cruzar en doble fila o invaden el cruce peatonal.
Pero lo haces siempre con una sonrisa y de manera amable. A veces logras una sonrisa de vuelta, a veces un golpe o una amenaza.
Eres tú y tu cuerpo en movimiento convertido en un semáforo humano.
Lo haces todos los días desde hace 15 años. Muy temprano en la mañana y cuando cae la tarde. En los momentos de mayor tráfico.
Te gustar silbar canciones en tus actuaciones. Tienes una preferida: el preludio de “Historia de un Minuto”, una canción que hizo famosa hace muchos años la banda de rock Interpuesto.
Insultos, parte del show
Michel Mauri tiene 42 años y desde hace 15 caracteriza al Mimo de Reforma, un peculiar personaje que ayuda a los capitalinos a sobrevivir en el caos vial de la Ciudad de México.
Todo comenzó por necesidad. Trabajaba en un despacho de abogados como mensajero-chofer, pero un día lo despidieron de su trabajo.
Estaba casado y tenía ya dos hijos. No podía desplomarse.
“Con pena y todo le dimos a la calle”, recuerda este hombre de baja estatura.
No vaciló en poner en práctica en la calle lo aprendido en las clases de actuación y expresión corporal que tuvo en la preparatoria 5 de la UNAM.
A Mauri siempre le había gustado el teatro y la actuación, incluso se hubiera dedicado profesionalmente a estas carreras, pero había otras prioridades en su familia.
“Éramos 12 de familia y de una forma u otra tienes que buscar el sustento diario y echar la mano a los viejos”.
De lunes a viernes el mimo de Reforma llega a las seis de la mañana a esta avenida que cruza el corazón de la Ciudad de México y trabaja hasta las 10 de la mañana en la zona del Auditorio Nacional.
Luego se regresa a su casa para dejar a su hijo en la escuela, come con su esposa Nohemí y vuelve a las 5 de la tarde al mismo punto.
“Aquí el tráfico empieza a las 7 y media ó 8. Se empieza a llenar”.
Los puntos que él maneja son Paseo de la Reforma, la zona del Castillo de Chapultepec y Plaza Cibeles.
“La gente ya me conoce”, dice Mauri.
“Hay otros mimos que han querido copiar mi idea”.
La lleva bien con los patrulleros y con los agentes viales responsables del tráfico en esta zona de la Ciudad de México.
“Ellos a veces me dicen: “ahí te encargo, mimo”. Me echan la mano y yo les echo la mano”.
En la calle Mauri ha aprendido cómo son realmente las personas.
“Vas entendiendo cómo es la gente. Sus carácteres. Algunos vienen llorando, tristes”.
En la calle también ha tenido que enfrentar situaciones difíciles y de riesgo a su integridad: conductores agresivos que le reclaman que obstruya la circulación, por ejemplo.
“Aquí de todo encuentras. Hasta loquitos que me han sacado el arma”.
“Hace unos días un taxista me aventó el carro, se bajó y comenzó a insultarme”.
-¿Qué haces?
-Me muero de risa. No los pelo. Aquí mucha gente te insulta. Te ignora. Hasta me han golpeado. Es parte de la vida, es parte del show.
Servicio a la comunidad
Michel Mauri define su trabajo como un servicio social para agilizar el tráfico y recortar los tiempos de traslado de los conductores.
“Ellos saben que cuando estoy yo sí se tardan menos para salir. Si en ellos está darme una moneda, muy bien, si no, no pasa nada. Es un show”.
Mauri vive en un pequeño departamento ubicado por la zona del Metro Portales con su segunda esposa, Nohemí, con quien tiene un hijo de 12 años.
Con su primera mujer procreó dos hijos, una joven que estudia la universidad y un muchacho que está en la preparatoria.
“Les ayudo con los estudios”, asegura.
Su actual pareja está embarazada.
“Ella me apoya mucho. Me dice que soy su ídolo, su Súperman. Se muere de risa cuando me ve maquillado”.
-¿Tus hijos te ayudan?
-No, nunca me ha gustado. Ni los grandes. Mi padre me enseñó que hay que echarle los kilos, que como hombre tú eres el pilar de la casa.
-¿Sí sale?
-Sí, gracias a Dios. Echándole ganas. Día tras día. Como todo. Le vas echando ganas y la gente que ya te conoce va valorando tu trabajo.
Además de su trabajo de mimo, Mauri tiene un pequeño negocio de fabricación de algodones de azúcar (“Maurice algodones, el rey del sabor”). “Soy el único que tiene 45 sabores”, presume.
Los fines de semana se instala en la zona del Castillo Chapultepec. También ofrece el servicio en eventos y fiestas privadas.
Con todo respeto
Hay algo que evita Mauri en su trabajo: ser vulgar y faltarle el respeto a las mujeres.
“Yo creo que la gente me ha aguantado porque no soy grosero. Yo bromeo con la gente, pero no soy grosero”.
“Y hay otros mimos que sí se pasan”.
Los peores días son cuando Mauri tiene problemas en casa que le afectan su estado de ánimo. Caracterizar al mimo en esas condiciones se vuelve complicado.
“Yo trato de no mezclar lo personal con mi trabajo. Mi trabajo es aparte. Yo aquí llego a diario con la misma sonrisa, con el mismo ánimo. El dolor lo puedo traer por dentro, pero mi trabajo es sagrado”.
“La verdad amo mi trabajo”.
Y es entonces cuando Michel Mauri deja de ser Michel Mauri para convertirse en el Mimo de Reforma, con su maquillaje y gestos, para auxiliar a los capitalinos atrapados en el tráfico de la Ciudad de México.