Las redes sociales son un arma de doble filo. Este hecho salió a relucir con los sismos del 7 y 19 de septiembre donde su uso jugó un papel fundamental.
Por un lado miles de personas se dieron cuenta que cuando las redes se utilizan adecuadamente pueden servir para recolectar ayuda, verificar información, dar seguimientos a los casos de rescate, exigir cuentas a las autoridades o simple y sencillamente localizar a familiares y amigos para avisar que te encuentras bien tras una catástrofe natural.
Contrario a todos los beneficios, el uso inadecuado acarrea consigo una serie de problemas que pueden incluso llegar a poner en riesgo la vida de decenas de personas.
La desinformación, que a su vez lleva a la desorganización, es uno de los problemas más difíciles de enfrentar cuando esos medios se usan inadecuadamente.
Uno ejemplo claro fue la información que compartieron los delegados de Xochimilco y Tláhuac, Avelino Méndez y Rigoberto Salgado, respectivamente, en sus cuentas minimizando las afectaciones reales que sufrieron las entidades que gobiernan.
Decenas de personas damnificadas no recibieron la ayuda que necesitaban o ésta comenzó a llegar mucho tiempo después de lo requerido. Los voluntarios que se ofrecieron para remover escombros o rescatar personas dieron por un hecho que en esas zonas no se les requería, por lo que se fueron a otros lugares a ayudar. Las autoridades designadas para revisar y atender la catástrofe no fueron suficientes, por lo que se vieron rebasadas ante la verdadera emergencia.
El fenómeno “selfie”
Las acciones desinteresadas no existen y de ésto también dejaron evidencia las redes sociales. Y es que con la entrega de ayuda también vino la búsqueda de reconocimiento y de un día para otro los perfiles y las cuentas de la gran mayoría de quienes se lanzaron a las calles a ayudar quedaron repletas de selfies, videos y mensajes que daban cuenta de todo lo que aportaron.
El fenómeno causó revuelo y desató una batalla de protagonismos. Uno de los escenarios que más destacó en este tema fue el político, donde la guerra entre los partidos de quién donaba o ayudaba más de hecho aún no acaba.
Un antes y un después
Las redes sociales sirvieron a esta tragedia no sólo para comunicar pensamientos o emociones, como sucede cotidianamente, sino para obtener y organizar la ayuda durante la emergencia y posterior a ella.
Para María Elena Meneses, catedrática del Tecnológico de Monterrey y experta en el estudio de las redes sociales, la emergencia que se vivió por los sismos de septiembre marcaron una nueva etapa en el uso de las redes para fines ciudadanos.
“Muy probablemente el terremoto del 19 de septiembre va a fijar un antes y un después en la cultura digital de los mexicanos, sobre todo los que vivimos en el Valle de México. Primero, nos han dado una gran lección los ciudadanos que se conectan a las redes sociodigitales: el valor de lo ciudadano, el valor de la organización ciudadana.
“Esto por supuesto trasciende a los entornos digitales porque todo lo que se organizaba en la red salía a los entornos físicos, ya fuera en forma de rescatistas, de ayuda, de medicamentos, de despensas, de ofrecimientos; es incuantificable todo el apoyo ciudadano que se pudo gestionar gracias a las redes y que finalmente llegó a un lugar físico donde se necesitaba”, expuso en entrevista.
Apenas unas horas después del terremoto del 19 de septiembre, jóvenes internautas comenzaron a organizar la información y, con ello, la ayuda comenzó a fluir de forma más eficiente.
La propia ciudadanía y los usuarios de las redes tuvieron que tomar al hilo cómo se estaban propagando los mensajes.
“Yo he visto como en dos o tres días la cultura digital se fue transformando de no tener idea de cómo comunicar si un ciudadano X podía ayudar o necesitaba ayuda en 140 caracteres, como paulatinamente todos fuimos integrando la hora en que esa necesidad era patente o ese ofrecimiento.
“Ese es un elemento a destacar porque muy rápido, en esta labor de autogestión en las redes, también aprendimos a conducirnos así los internautas”, comentó la experta.
El otro aprendizaje, apuntó Meneses, fue el valor de la veracidad en los mensajes de redes, pues aunque la inmensa mayoría de las peticiones eran genuinas, hubo quien aprovechó el momento para propagar información falsa o alarmista que solo hacía daño a la comunidad.
“Quedó muy claro en esta emergencia lo dañino que puede ser, lo perverso que puede ser para la vida pública las noticias falsas, las noticias no verificadas.
“Así que a partir de ahora existe una noción del valor de la verdad, de conducirse con veracidad en las redes sociales y hacer a un lado, bloquear, depurar nuestras listas, nuestros timelines en Twitter y nuestros muros en Facebook de personas que no se pueden conducirse de forma honesta. Por eso fue muy interesante la labor que se hizo en Verificado19S, que han hecho una gran labor”, afirmó.
En una segunda etapa, ya pasada la emergencia, las redes sociales se convertirán en un medio para exigir la rendición de cuentas.
“Ahora la gente se pregunta qué fue lo que pasó, y esa es la pregunta que está hoy en las redes sociales; las cuales se convertirán en un medio para exigir la rendición de cuentas”, acotó.
Otra gran lección que dejaron los ciudadanos que se organizaron en redes sociales, apuntó la académica, fue la capacidad de la población por sobre las instituciones del Estado.
“En las redes el Estado se ve diminuto y los políticos también”, sentenció.
El Estado, rebasado
En la idea de que el Estado se vio diminuto ante la magnitud de la tragedia coincide Carlos Castellanos, quien colaboró de primera mano con las labores de rescate y tiene claro que la emergencia fue solucionada por una ciudadanía que rebasó con creces a las instituciones.
“Hay una mentalidad desde arriba de que los mexicanos de una u otra manera estamos unidos y de que nosotros vamos a cubrir las necesidades. El gobierno básicamente se cruzó de brazos; la verdad es que fue el pueblo quien consiguió todo para el pueblo, para rescatar a los hermanos que estaban entre los escombros.
“Nosotros conseguimos las palas, los picos, la herramienta, la comida, las medicinas, los sueros orales, las carpas. Nada de eso fue otorgado por el gobierno; la milicia llegó con manos para trabajar y fue todo”, narró.
Para Carlos, la circunstancia que vivió y cómo se dieron las cosas en las redes sociales fue revelador. Se dio cuenta de que sirvió para comunicarse mejor, para organizarse, para detener los abusos de las autoridades que quería hacerse del control de la situación; y eso, considera, es algo que no debería parar.
“Era un estado de anarquía perfecto. En ningún momento necesitamos del gobierno porque no hubo hambre en las calles, porque los comedores le preguntaban tanto al uniformado como al civil, como al rescatista o al indigente si ya habían comido y se les alimentaba.
“En la calle no hubo necesidad; y no gracias al gobierno sino al pueblo. Incluso, la comida de las Fuerzas Armadas fue la misma que se dio a los demás”, recordó Carlos.
El joven músico considera que la experiencia de los jóvenes y de todos los ciudadanos en esta circunstancia tiene que servir para darse cuenta del potencial que hay en la sociedad.
“La tierra tembló para que nosotros despertáramos, para que nos diéramos cuenta de que podemos curar el hambre, como pueblo, sin que nadie nos ayude. Y podemos hacerlo porque este movimiento de la tierra nos llamó a la compasión. No debemos volver a cerrar los ojos”, pidió.
Para Carlos, los jóvenes jamás volverán a ver la vida y el país de la misma forma.
“Hacerlo sería un error. No podemos volver a la misma normalidad. Tenemos que aprender de lo que vivimos”, dijo.
La nueva visión de Carlos se multiplica por millones en el país, donde miles de voluntarios salieron a las calles a ayudar como podían para superar la emergencia.
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