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Cuando Charles Darwin viajó en el Beagle lo más difícil no fue acostumbrarse a vivir en un camarote de tres por tres, sino adaptar sus hallazgos a una teoría, la teoría de la evolución.
La vida poco conocida del naturalista inglés, la del inadaptado social que se convirtió en visionario, es presentada por la mexicana Rosa Beltrán en su más reciente libro “El cuerpo expuesto”.
Pero, ¿qué tiene que ver Darwin con el ahora? En una época en donde, según Beltrán, “parece que hemos puesto todas nuestras expectativas en el cuerpo”, lo que el científico vislumbró hace 200 años sigue latente.
“¿Cuándo empezamos a involucionar? ¿Por qué existen hoy cuerpos que Darwin no hubiera ni siquiera imaginado? Cuerpos de 300 kilos que deben ser sacados de sus casas, destruidas las casas y sacados con grúas”.
“¿Por qué esta cultura de la imagen y la manipulación de alimentos y la manipulación de la genética nos ha convertido en seres que no existían y hacia dónde vamos?”, se preguntó la autora en entrevista con Reporte Indigo.
La idea del cambio, de que nada es permanente está presente en dos historias que Beltrán entrelaza en la novela y que invitan al lector a sentirse identificado con los “casos” presentados a manera de capítulos.
Por un lado, muestra la vida privada de Darwin, un “incómodo” coleccionista de fósiles. Por el otro, la de un biólogo científico contemporáneo que exhibe en un blog colecciones de personas que dan su anuencia para ser estudiados como objeto científico.
“(En el siglo 21) Nos hemos ido dado cuenta de que todos somos cuerpo, que quizá el único lugar en el que somos libres de autogestionarnos es el cuerpo y entonces se inventa toda esta parafernalia que tiene que ver con el ejercicio por una parte, pero por el otro con los placeres hedonistas, empezando por los alimentarios, pero también con todo lo que tiene que ver con estimulantes, con fármacos, legales y no legales, con drogas y que nos han hecho vivir de un modo en el que no se vivió en la historia nunca antes”, agregó Beltrán tras aclarar que lo que dio origen a la novela fue preguntarse por el darwinismo mismo.
“¿Cómo es posible que después de 200 años haya surgido un movimiento como el creacionista que prohibe los estudios de la evolución en las clases de biología?
“¿De qué manera la religión ha ocupado un lugar que parecía haber ya dejado de lado en favor de la ciencia?”, cuestionó.
En “El cuerpo expuesto” aparecen actos que nada tienen que ver con lo observado por Darwin y que evidencian que la transformación ha sido brutal y que no sabemos hasta cuándo vamos a sobrevivir a todas estas industrias que nos atacan.
Las contradicciones
“La época posmoderna está caracterizada porque nos obliga a vivir en una contradicción que parece ya insostenible. Hemos inventado una tecnología que nos rebasa (…) una industria alimentaria que nos está haciendo daño (…) una industria de la imagen y los medios de comunicación que nos manipulan y que nos dan la falsa ilusión de que al ser exhibidos vamos a obtener el reconocimiento de los demás y que nos vamos a encontrar en nuestra individualidad”, sostuvo la autora.
¿Hasta dónde llegaremos y hasta cuándo permaneremos aquí?, se preguntará el lector al final de la novela.
“Nada permanece inmutable, aunque las variaciones ocurren solo si alguien es capaz de verlas”, se lee en las primeras páginas del libro.