‘El epicentro del horror’

“Si Ciudad Juárez es  el ‘epicentro del dolor’, como le llama el poeta Javier Sicilia, Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León son el centro del horror”, afirma Diego Osorno en entrevista exclusiva para Reporte Indigo.

El autor de “La Guerra de los Zetas, un viaje por la frontera de la necro-política”, publicado por Editorial Grijalbo, comenta que a la tragedia en el noreste de México es del doble a la que ocurre en otras regiones del país.

Félix Arredondo Félix Arredondo Publicado el
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"La masacre de San Fernando hubo periódicos que publicaron la nota en interiores (...) porque esas son las reglas de supervivencia"
Diego Osorno Autor del libro ‘La Guerra de Los Zetas’
Los habitantes de esta zona son víctimas de la misma violencia que se vive en el país, pero su tragedia ni siquiera se puede contar
A través de la crónica de sus experiencias en un viaje por 14 ciudades de la región, Osorno consigna el horror y dolor que se padece en el noreste del país

“Si Ciudad Juárez es  el ‘epicentro del dolor’, como le llama el poeta Javier Sicilia, Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León son el centro del horror”, afirma Diego Osorno en entrevista exclusiva para Reporte Indigo.

El autor de “La Guerra de los Zetas, un viaje por la frontera de la necro-política”, publicado por Editorial Grijalbo, comenta que a la tragedia en el noreste de México es del doble a la que ocurre en otras regiones del país.

Y es que los habitantes de esta zona del país no solo son víctimas de los efectos de la violencia que se vive en otras regiones del país, sino que la historia de esta tragedia ni siquiera se puede contar. 

“Después de la masacre de 72 migrantes en San Fernando Tamaulipas hubo periódicos locales que publicaron la nota en interiores y no es porque no tengan  criterio, es porque esas son las reglas básicas de supervivencia”,  afirma Osorno.

Y explica: “Los Zetas son una especie de ejército bien organizado que nació como un círculo de protección de la élite del Cártel del Golfo, pero que con el tiempo asumieron el poder.

“Operan a través de células muy bien organizadas. Tienen ranchos para el entrenamiento de sus nuevos reclutas y hasta cuentan con redes de comunicación satelitales”. 

A través de la  crónica de sus experiencias en  un viaje por 14 ciudades de la región, Osorno no solo consigna el horror y el dolor que padecen quienes viven en el noreste del país,  sino también provoca la reflexión en el lector para dejar la indiferencia a un lado, y empezar a imaginar y buscar auténticas soluciones de paz.  

Con autorización de la editorial Grijalbo y el autor reproducimos un extracto del capítulo “Vida Mercenaria”.

Los pioneros

En cien años de historia el poder de los traficantes de Tamaulipas había pasado de poseer lechuzas en las salas de la casa a la celebración de actos masivos con un fuerte respaldo popular.

Para ello contaban con Los Zetas: Arturo Guzmán Decena, un militar de élite nacido en Puebla que desertó del Ejército mexicano para cuidar la vida del capo Osiel Cárdenas Guillén, fue acribillado en un céntrico restaurante de Matamoros en septiembre de 2002.

Tres meses después, en las afueras del sitio donde murió, apareció una enorme corona fúnebre y otros cuatro arreglos florales acompañados de su nombre y una dedicatoria: “Te llevaremos siempre en el corazón: de tu familia de Los Zetas”.

Este suceso llamó la atención del investigador español Carlos Resa Nestares, quien descubrió a los pocos días que Guzmán Decena fue un destacado miembro del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales del Ejército Mexicano (gafE), el núcleo militar creado en 1994 tras la insurrección del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) del Subcomandante Marcos en Chiapas. 

Al igual que Guzmán Decena, por lo menos una veintena más de gafes dejaron las fuerzas armadas para convertirse en la escolta de Cárdenas Guillén, el sucesor de Juan García Ábrego en la dirección del Cártel del Golfo.  

Los Zetas pueden ser una anécdota fugaz, pero también podrían ser los pioneros de una industria en expansión con amplias oportunidades de negocio que, en última instancia, constituiría una institucionalización de la mafia en México bajo nuevos mecanismos”, escribió en sus anotaciones de aquellos años Carlos Resa Nestares, colaborador de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para los asuntos de narcotráfico.

El análisis de Resa Nestares evitaba clasificar a Los Zetas como narcotraficantes:

Su desconocimiento de grandes clientes y proveedores, de la infraestructura en general, les impidió convertirse en una empresa autónoma de drogas, unos narcos en toda regla. Entre 1999 y 2000, en diversas tandas, cambiaron de cliente y pasaron a vender sus servicios a un empresario privado de drogas, Osiel Cárdenas Guillén. 

Privatizaron su clientela. No había muchas diferencias entre el tipo de servicios que prestaron primero al estado y más tarde a Cárdenas Guillén…

…Luego de la detención de Osiel Cárdenas Guillén, ocurrida el 14 de marzo de 2003, mientras se daba la reorganización interna del Cártel del Golfo, Los Zetas comenzaron a explorar por su cuenta nuevas actividades criminales.

De esta forma aceleraron el ritmo de recaudación de impuestos entre pequeños delincuentes de Nuevo Laredo. 

Una nueva remesa de requerimientos fiscales fue recibida por un grupo cada vez más extenso de individuos y grupos que se mueven en el terreno de la ilegalidad: desde transportistas y pequeños vendedores de drogas hasta apostadores ilegales, prostíbulos y contrabandistas de todo pelaje…

…Los Zetas pasaron en cinco años de ser una banda regional a un grupo con presencia nacional. 

La alianza que establecieron con Arturo Beltrán Leyva, el capo sinaloense que se separó del Cártel de Sinaloa dirigido por Joaquín, el Chapo Guzmán, les permitió acceder al mercado internacional del trasiego de droga, en especial de cocaína. 

Beltrán Leyva sí tenía contactos en Colombia que estaban dispuestos a proveer cargamentos de estupefacientes que Los Zetas se encargaban de transportar a Estados Unidos a través de las rutas mafiosas que establecieron en estados de la República, por lo regular, colindantes con el Golfo de México.

Nabor Vargas García, un cabo que formó parte del Cuerpo de Guardias Presidenciales del Ejército Mexicano hasta 1999, fue quien organizó para Los Zetas estas rutas, un proceso al cual se le llamaba internamente “la expansión”. Gracias a él Los Zetas pudieron operar las carreteras que van de Cancún a Matamoros…

Controlar las costas

Los Zetas buscaron en especial el control de las costas del Golfo de México no por el sentimentalismo marino que despierta esa cuenca del Océano Atlántico, sino por el evidente asunto estratégico de consolidar rutas para el traslado de mercancías ilegales hacia Estados Unidos, llámese cubanos queriendo estar en Miami o toneladas de cocaína colombiana con destino a Nueva York.

El negocio de Los Zetas no es la droga, sino el control de territorios para traficar por allí, o cobrar renta a cualquiera que quiera realizar una operación ilegal en sus dominios.

Para construir esa ruta, la estrategia de Los Zetas consistió en llegar a cada ciudad y quedarse mediante fuego y sangre con la supervisión de las actividades ilegales que ahí se llevaban a cabo. 

Este proceso de conquista se desglosaría en cuatro etapas, según diversas fuentes policiales consultadas. 

La primera es la del arribo de sicarios llamados ventanas, quienes tienen la misión de conseguir casas de seguridad y campos de entrenamiento, equipar ambos, corromper autoridades y ubicar posibles negocios para su organización.

El segundo paso es establecer una red de informantes a los que llaman halcones o águilas y pueden ser pandilleros, taxistas o hasta agentes de tránsito, quienes deben mantenerlos informados sobre lo que sucede en la ciudad.

Las otras dos etapas de esta estrategia corresponden a la llegada de estacas, que es como llama la banda a sus sicarios mejor preparados, quienes tienen la asignación de realizar ejecuciones de miem- bros contrarios, así como de perpetrar actos de terrorismo con el fin de controlar totalmente “plazas”, que es como ellos llaman a las ciudades.

La etapa final es la del arribo de metros, que son los miembros de la organización encargados de “operar” los negocios ilícitos en las urbes conquistadas.

En medio del proceso de expansión de Los Zetas comenzaron a surgir diferencias entre ellos, con lo que quedaba de la cúpula del Cártel del Golfo, la cual lideraba Ezequiel Cárdenas Guillén, hermano de Osiel, quien había perdido influencia sobre Los Zetas dirigi dos por Heriberto Lazcano y Miguel Ángel Treviño. 

El Cártel del Golfo dejó de operar a grandes escalas y su actividad quedó reducida a Matamoros, de acuerdo con reportes consultados…

Cártel o maña

…Había quienes tenían línea sanguínea con todos los que empezaron a jalar en la región, a esos se les respetaba. Se decía que ellos eran cártel no maña. La maña eran Los Zetas u otro tipo de gente, pero no el cártel. Luego la maña se quiso hacer cártel. 

Por ejemplo, los familiares y amigos de Juan Nepomuceno Guerra, o de Benito García, o de García Abrego —la gente de siempre— eran cártel, pero la gente que trajo Osiel (Cárdenas) era maña hasta que pasó lo que pasó y se volteó todo.

Con el paso del tiempo, la cúpula del Cártel del Golfo, en la cual estaba Ezequiel Cárdenas Guillén, hermano de Osiel, fue quedando supeditada al poder del grupo armado dirigido por Miguel Ángel Treviño, indican reportes. 

“El Cártel del Golfo era como la Secretaría de Hacienda ilegal en la frontera chica y Los Zetas eran la policía fiscal —explica Ricky—, pero todo eso cambió. El cártel se quedó solo con Matamoros y todo lo demás en Tamaulipas, Nuevo León y parte de Coahuila se hizo zeta”.

El nombre de Los Zetas, se cree en ciertos círculos oficiales, se debe a una antigua frecuencia de radio de la Policía Judicial Federal. Sin embargo, Ricky se inclina por otra versión que también circula en esta región:

El fundador de Los Zetas, el que los creó por orden de Osiel, no fue un militar. Era un jefe de la policía de Miguel Alemán que se llama —o se llamaba— Zeferino Cuéllar, y que se dice que se fue a Cuba y que allá se hizo algo así como sacerdote de una religión rara. Él siempre fue cártel, no zeta, aunque los armó y lanzó a la guerra. Se llaman zetas porque Zeferino fue quien los preparó.

Ricky asegura que es cierta la idea de que, en un principio, para ser miembro de Los Zetas era obligatorio haber pasado por el Ejército o por una corporación policial, pero que después esto cambió y ahora lo mismo hay jovencitos con escasa preparación militar y hasta mujeres como gatilleras.

La estructura de Los Zetas es dividida por las autoridades en cuatro niveles. En el más alto está un grupo de comandantes, con los cuales comparte horizontalmente el mando Miguel Ángel Treviño. A ese mismo nivel están un grupo de contadores y abogados que asesoran a la cúpula paramilitar en lo administrativo.

El segundo nivel está conformado por zetas que se encargan de cuestiones logísticas como conseguir armas, transportación de mercancías ilegales, adiestramiento de nuevos miembros e instalación de ranchos o casas como centros de operaciones. 

El tercer nivel lo conforman sicarios, vigilantes de casas de seguridad e instructores. La parte más baja la integran choferes, informantes de barrios o caminos y mensajeros.

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