El Ejército de Dios
Más allá de la elevación a Cardenal del Obispo michoacano Alberto Suárez Inda, el Papa Francisco sigue mandando señales de su preocupación por la ola de violencia que persiste en Michoacán.
Hace apenas unos días, el vocero de El Vaticano filtró a través de redes sociales el interés del Papa por visitar México, pero especialmente el convulsionado estado.
J. Jesús Lemus
Más allá de la elevación a Cardenal del Obispo michoacano Alberto Suárez Inda, el Papa Francisco sigue mandando señales de su preocupación por la ola de violencia que persiste en Michoacán.
Hace apenas unos días, el vocero de El Vaticano filtró a través de redes sociales el interés del Papa por visitar México, pero especialmente el convulsionado estado.
Ahora, el nombramiento de un nuevo Obispo al frente la Diócesis de Apatzingán, en el corazón del territorio disputado por los cárteles de las drogas, habla de la decisión de Francisco para ir en auxilio de su grey que ha clamado la ayuda divina como única solución a la crisis que afrontan.
El obispado de Apatzingán –en cuya región sigue asentado el feudo del cártel de Los Caballeros Templarios- estaba vacante desde hace cuatro, cuando el anterior Obispo, Miguel Patiño Velázquez, tuvo que salir a causa de las amenazas de muerte que le llovieron tras denunciar los horrores del crimen organizado y la apatía del gobierno estatal ante el sometimiento de la población civil por la delincuencia.
La postura del prelado fue incómoda para el gobierno estatal, quien finalmente decidió que fuera el Gobierno Federal quien le brindara protección ante el riesgo a su seguridad. El Vaticano reclamó al gobierno mexicano un protocolo de seguridad para sus ministros, principalmente para Patiño Velázquez, pero él finalmente decidió solicitar su jubilación.
El enviado personal del Papa Francisco es el Obispo Cristóbal Ascencio García, quien llegó a la Diócesis con la misión de contribuir a la pacificación de la región, ofreciendo un papel más activo de la Iglesia Católica, a fin de revertir la deshumanización -dijo- que se vive en la zona.
Para tal efecto cuenta con el apoyo de un grupo de 60 sacerdotes, reconocido ya como el Ejército de Dios.
Predica con el ejemplo
El enviado personal del Papa Francisco a la zona de guerra de Michoacán no ha explicado cómo será la participación de la Iglesia Católica en la intención del Vaticano por pacificar la región, solo ha resaltado su tarea de reconciliar a la sociedad dividida y de convocar a la comunidad a la unidad para superar el momento de crisis que se está viviendo.
Por lo pronto, el Obispo Cristóbal Ascencio García predica con el ejemplo. Ha llamado a la feligresía a no tener miedo, a ser solidarios con los que menos tienen y a dar ejemplo de vida a todo el país. Ha pedido que la sociedad y el gobierno vuelvan a ser uno y que se comience por una reconversión interna, fincada en los valores de Cristo.
Él, en sus primeras apariciones públicas ha decidido dejar de lado los escoltas y todo el aparato de seguridad recomendado por el Vaticano y el Gobierno Federal. Ha dicho que no tiene miedo porque no llegó a Tierra Caliente a hacer la guerra, él –asegura- llegó para hacer la paz entre la sociedad que se manifiesta irreconciliable.
Aun cuando la recomendación emitida el año pasado desde El Vaticano y secundada por la Secretaría de Gobernación, para que todos los sacerdotes adscritos en Tierra Caliente utilicen chaleco antibalas, el nuevo obispo de Apatzingán dijo que no hará uso de esa prenda de seguridad. Es una forma de darle confianza y valor a la gente.
Aceptan la ayuda
Esta sería la primera ocasión en que un Papa decide intervenir en forma frontal en un conflicto social, que a causa de la violencia se suman en costo miles de vidas humanas, miles de desaparecidos y decenas de miles desplazados de sus lugares de origen.
Ni en los países del Medio Oriente, ni en el norte de África se había observado tal determinación del Papa, dijo la catedrática Bertha Molina Mares, especialista en asuntos internacionales.
Es también la primera vez –desde que surgió el conflicto en Michoacán- que el Gobierno Federal no se niega a la participación de la intervención extranjera.
Ya anteriormente la Secretaría de Gobernación había frenado la intención de la Cruz Roja Internacional y de la agrupación Médicos Sin Frontera, quienes pretendían hacerse presentes en esa guerra.
Los líderes de los grupos de autodefensa, principalmente los que hoy se encuentran presos, como José Manuel Mireles e Hipólito Mora z, habían reconocido que la violencia había llegado a extremos tales que era necesaria la intervención de las fuerzas de paz de la ONU.
El Gobierno Federal, a través de la Secretaría de Relaciones Exteriores, negó la posibilidad de que la ONU o la Unicef intervinieran en Michoacán, pese a las denuncias de los líderes de autodefensas que hablaron, desde el inicio del movimiento, de decenas de niñas violadas por miembros del crimen organizado.