El arte del teatro callejero
En Tepito a la 13 de Bartolomé también se le conoce como El Palacio de los Cilindros, pues en esa vecindad vive, desde hace muchos años, la señora Silvia Hernández, quien encabeza un negocio de préstamo de cajas musicales.
Ella se los renta todos los días a los cilindreros que recorren las calles del centro de la Ciudad de México pidiendo monedas enfundados en sus uniformes color caqui, mientras hacen sonar las cajas con música melancólica.
Sergio Almazánhttps://youtu.be/ynuIy33A4I4
En Tepito a la 13 de Bartolomé también se le conoce como El Palacio de los Cilindros, pues en esa vecindad vive, desde hace muchos años, la señora Silvia Hernández, quien encabeza un negocio de préstamo de cajas musicales.
Ella se los renta todos los días a los cilindreros que recorren las calles del centro de la Ciudad de México pidiendo monedas enfundados en sus uniformes color caqui, mientras hacen sonar las cajas con música melancólica.
Este colectivo que cumple 35 años de conformación esta noche ha regresado a su casa para montar la obra “El País de Tanpendécuaro”.
La noche cae y los vecinos de la vecindad Bartolomé 13 comienzan a acomodarse en el patio para convertirse en espectadores de esta pieza teatral escrita por Virgilio Carrillo y Susana Meza.
La primera presentación de una obra de la compañía teatral Tepito Arte Acá sucedió en 1980 en el teatro El Galeón, del Centro Cultural del Bosque.
El colectivo fundado en el corazón del barrio bravo presentó en aquel entonces “Benito Gómez o el paraíso de los pobres”, una visión tepiteña de la realidad mexicana. De Tepito para el Mundo.
Tres décadas después la compañía sigue vigente y esta noche han regresado a su casa.
La alfombra roja
Tepito suena peligroso. Eso hace que el lugar parezca lejano, pero el barrio bravo está ubicado en el corazón de la Ciudad.
Tepito está muy cerca de la Alameda Central, pero llegar al número 13 de Bartolomé para disfrutar de la presentación de la obra “El país de Tanpendécuaro” no es tan sencillo.
Los promotores del colectivo sirven de guías por un día y ayudan a que los espectadores externos se internen en las calles donde en un día normal se vende de todo y prolifera el comercio informal.
La mala reputación del barrio lo precede y esto hace que los organizadores tomen precauciones para evitar un incidente incómodo para los externos.
“Hay muchos robos en Tepito, pero la gente del barrio es tranquila, los ratas viven en la Morelos”, asegura uno de los actores de Tepito Arte Acá.
Los guías no tienen que manejar mucho. Desde la estación del metro Garibaldi se recorre Reforma, una vuelta a la derecha, otra más a la izquierda y rápidamente aparecen los tubos y las lonas de los cientos de puestos ambulantes que caracterizan a la zona.
Faltan pocos días para la gran venta de Navidad y el barrio descansa en espera de la temporada alta.
Todos los asistentes a esta noche de teatro son afortunados de poder ver al gigante comercial dormido.
“Es muy raro ver al barrio sin los puestos”, cuenta Roberto Galicia, “El Lucas”, encargado de la logística del evento y quien está próximo a inaugurar “La Tranza”, una revista escrita para y por Tepito.
Galicia es un orgulloso tepiteño y admirador de los fundadores de Tepito Arte Acá.
“Antes de ser mexicano soy de Tepito y queremos revivir el movimiento cultural que se originó en la década de los setenta con Armando Ramírez y Daniel Manrique”, comenta emocionado el promotor.
“Queremos integrar a la comunidad y que forme parte de estos eventos culturales”.
Sin embargo, para Galicia, el renacer de Tepito dista mucho de algunas visiones
“Tenemos un problema con los tours. Si nos gusta que venga la gente y conozca el barrio, pero el Safari en Tepito organizado por Daniel Giménez Cacho no nos late porque no somos animales”.
Aplausos
A las siete de la noche todo está listo para que inicie la obra en la vecindad de la 13 de Bartolomé.
Los actores de Tepito Arte Acá están listos para entrar, la gente está en sus lugares y los vecinos de Bartolomé 13 siguen entrando y saliendo.
Algunos llevan comida, otros visitan a algún amigo, pero el movimiento no para en el barrio tepiteño.
Un grupo de jóvenes que se había ubicado en la tercera fila, decide que será más cómodo ver el espectáculo desde las alturas y cuando suena la tercera llamada, se apresuran hacia la escalinata en forma de ye.
La música comienza a sonar. Un hombre orquesta es el encargado de tocar la guitarra, los teclados y cantar a través de un micrófono amarrado a su cuello.
Por la escalinata bajan cuatro actrices transformadas en cabareteras. Visten mallas transparentes y vestidos sugerentes.
Los jóvenes que huyeron hacia las alturas ahora se sienten con la libertad de gritar al ver las piernas de las bailarinas.
“¡Ay mamá, ay mamá!”, le gritan los chavos.
La obra no es particularmente brillante y es condescendiente por momentos.
Pero la intención es clara: Presentar diferentes segmentos de comedia y al final invitar a la reflexión política de los vecinos.
Antes de la función, Susana Meza, la otra escritora de la obra, educada en la escuela de Teatro de la UNAM, se quejaba de lo restringido que puede resultar el teatro académico.
“No hay libertad para improvisar, para jugar con la gente, para decir groserías. Aquí queremos hacer otra cosa”, comenta Meza.
Y eso es el mayor triunfo de Tepito Arte Acá. La compañía sabe que el teatro es un arte vivo y que sin la emoción de los espectadores no hay espectáculo.
Tan vivos como los regulares del Globo en Londres en la época isabelina o de la Comedia Francesa en París en los tiempos de Moliere.
El público y Tepito triunfan en una noche de teatro sin reglas ni restricciones.