Dos años han transcurrido desde que el Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro habilitó el Centro de Transferencia Canina (CTC) como un espacio para que los perros rescatados en sus instalaciones puedan vivir dignamente en lo que esperan a ser adoptados.
Antes del 18 de julio de 2017, los perros rescatados tenían que quedarse en un piso de un inmueble del medio de transporte en la estación Cuauhtémoc de la Línea 1, pero después la situación los rebasó.
“Ya empezaba a ser complicado tener tantos perros ahí y por eso se decidió hacer el CTC, el primer proyecto del tipo en el mundo”, afirma Vanessa Bohórquez, encargada de Cultura del Metro y del centro.
Localizado en las inmediaciones de la estación Rosario de la Línea 7, el espacio, que ahora es un albergue, era usado como un depósito de chatarra. En ese lugar, fueron atendidos más de 250 perros y actualmente viven cerca de 26.
Al llegar al CTC se escuchan los ladridos de los perros quienes se entusiasman al ver visitantes, también se aprecian los murales con la imagen de los dos primeros canes que arribaron a las instalaciones, Panti y Jamai.
La responsable del albergue afirma que el CTC es uno de los proyectos más exitosos y reconocidos del sistema de transporte que cuenta con una particularidad; no tiene una partida presupuestal específica y el personal asignado viene de distintas áreas del Metro donde se desempeñaban en labores ajenas al cuidado de animales.
“El Metro pone los insumos y la infraestructura, la ciudadanía hace donaciones y recientemente firmamos un convenio con una empresa para que no nos falte el alimento”, explica Bohórquez.
Añade que el personal que está en el CTC pudo encontrar una nueva oportunidad profesional; tienen estudios y experiencia en el ramo veterinario pero no se dedicaban a ello.
“Comenzamos a buscar a gente que tuviera conocimiento en veterinaria en todas las áreas y así fue como conformamos el equipo”, explica la responsable de cultura del Metro, quien también afirma que el rescate de los canes es una tarea exhaustiva pero gratificante.
Actualmente, el albergue de perros rescatados está habitado por una mayoría de talla grande, entre los que destacan tres casos que son ejemplo del trabajo que se realiza.
“Chato” es un pitbull de aproximadamente dos años de edad que fue arrollado por un tren. En consecuencia, sufrió fractura de todas sus patas y de la cadera; gracias a la rehabilitación que le han dado durante más de seis meses, ahora puede moverse con la ayuda de una silla de ruedas.
El otro habitante que sufrió un gran daño, es “Pasitos”, un mestizo que tocó la barra guía por lo que explotaron sus patas delanteras. Actualmente, aunque no puede pisar mucho tiempo el pavimento caliente por el sol, ya tiene sus extremidades regeneradas.
Por último está “Juanito”, recién llegado hace dos semanas con una herida que le abarca todo el costado izquierdo. Su vida peligra, pues aunque el daño es superficial podría haber complicaciones. Está en un tratamiento regenerativo a base de miel y con cuidados especiales en el centro.
“Son de las experiencias más importantes que muestran el trabajo realizado en los canes en cuanto a rehabilitación física y emocional, que después permite ponerlos en adopción”, destacó Bohórquez.