El día uno de la izquierda en el Congreso; la sesión donde el PRI fue minoría

El PRI insistió en que un Congreso con mayoría del partido en el poder no debe supeditarse al Ejecutivo, lo que desató las carcajadas de muchos legisladores
Imelda García Imelda García Publicado el
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El grito retumbó en todo lo alto del Salón de Sesiones del Palacio Legislativo: 35, 36, 37…

Ataviada con un impecable vestido blanco, Claudia Ruiz Massieu, presidenta nacional del PRI y senadora de ese partido, escuchaba impávida el grito masivo entre las curules de San Lázaro, una vez que ella terminaba de hablar sobre el tipo de oposición que serán en el Congreso. 38, 39, 40…

“Los priistas no somos mercenarios de la política, que cambian de lealtades, de proyecto e incluso de ideología tan pronto como el poder cambia de manos. Nosotros…”, fue interrumpida la senadora priista cuando, de pie, la nueva mayoría de izquierda —e incluso el PRD— agitaba su brazo derecho: 41, 42, 43… ¡Justicia!, retumbó el clamor en las cuatro esquinas del Salón de Plenos el reclamo por los 43 jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa.

Aún así, el PRI insistió en que un Congreso con mayoría del partido en el poder no debe supeditarse al Ejecutivo, lo que desató las carcajadas de muchos legisladores; insistió en que el tricolor dejó la mesa servida al nuevo gobierno con las reformas estructurales aprobadas en los seis años anteriores por las que ellos ya pagaron el costo político, ante gritos y ademanes de reclamo.

Los morenistas improvisaron mensajes escritos en hojas blancas y folders, tratando de hacer llegar su repudio al PRI, partido del presidente Enrique Peña Nieto.

CIUDAD DE MÉXICO, 01SEPTIEMBRE2018.- Diputados de MORENA protestaron con pancartas para exigir justicia en los casos de Atenco y Ayotzinapa durante los posicionamientos de la diputada Claudia Ruiz Massieu del PRI.
FOTO: SAÚL LÓPEZ /CUARTOSCURO.COM

La primera sesión de la 64 Legislatura del Congreso de la Unión fue el reflejo de lo que se vive todavía en las calles, en los mercados, en las plazas públicas, en las oficinas y hasta en las familias, a pesar de que el proceso electoral ya terminó: un constante enfrentamiento entre quienes están con las que antes eran las fuerzas mayoritarias y quienes apoyan a Morena y sus aliados, hoy fuerza mayoritaria en ambas Cámaras.

Lejos quedó aquel principio de “abrazos, no balazos” que el hoy presidente electo, antaño líder de Morena, enseñara a sus seguidores sobre el perdón y la reconciliación nacional.

“El Partido Verde reconoce los logros que deja el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. Reconoce su liderazgo. Reconoce su valentía. Visión de largo plazo. Compromiso y amor por México”, decía el diputado Carlos Alberto Puente Salas, del PVEM, y los gritos de reclamo no paraban desde las curules.

“¡Asesino! ¡Asesino!”, “¡Mentiroso!”, gritaban los diputados de Morena.

Era apenas el primer discurso y las primeras pancartas ya se asomaban: “Atenco no se olvida. Alto a la represión”, se leía en un cartoncillo. “Luchamos para que el futuro de México no sea el del esclavo. Nunca más un presidente como tú”, se leía en una manta.
La siguiente ola de reclamos se la llevó el senador Dante Delgado, quien habló a nombre de los congresistas de Movimiento Ciudadano para retar al presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, a cumplir su promesa de bajar el precio de la gasolina.

“Si el presidente electo decide no cumplir. Si Morena decide no cumplir. Si a pesar de ser mayoría deciden no darle reversa al gasolinazo, será su primera traición al pueblo de México”, sentenció Delgado.

Los reclamos no se hicieron esperar: “Es informe de Peña, no de AMLO”; “Ustedes apoyaron el gasolinazo”; “Mentiroso”; “Ladrón”; “Tú defendiste a tu candidato Anaya”, le gritaban aquí y allá a Dante Delgado, quien pedía orden al presidente, Porfirio Muñoz Ledo.
Los gritos de repudio también alcanzaron al diputado Juan Carlos Romero Hicks, del PAN, quien defendió hasta el ejercicio del poder de los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón.

“Siendo gobierno, pero sin mayoría en las Cámaras también supimos construir acuerdos y dejar cimientos en materia de transparencia y acceso a la información, en ciencia y tecnología, en el derecho de los pueblos indígenas, en las personas adultas mayores, en nuestra estructura educativa, en seguridad financiera”, decía Romero Hicks, cuando de entre las curules salían las acusaciones a gritos: “¡Y 100 mil muertos!”, “¡Asesinos!”.

El panorama se transformó completamente cuando Mario Delgado, líder de los diputados de Morena, subió a la tribuna como partiendo plaza, ante el silencio de todos los que esperaban escucharlo hablar.

“O estamos en la noche de los cínicos o parece que aquí hay varios partidos que no entendieron el mensaje. Se necesita muy poca vergüenza para venir a decir aquí que por décadas han servido al país cuando se han servido del país y lo han saqueado. Entregan un país en ruinas”, acusó Delgado.

“Muy tarde ha llegado la disculpa sobre el daño que le generó a la institución presidencial tantos escándalos de corrupción. Nos dejan la casa muy sucia, por más que la pinten de blanco”, sentenció el diputado de Morena, ante la ovación de su bancada mayoritaria.

Tras lanzar un “¡Viva México!”, los diputados y senadores rompieron filas y celebraron su llegada al Congreso de la Unión.

Todos, excepto los priistas, que fueron los primeros en abandonar el Salón de Plenos y no esperaron para tomarse una foto de grupo o una selfie, como sí hicieron las demás bancadas.

Y ahí estaban, decenas de nuevos diputados haciendo fila para posar en la máxima tribuna del país, mientras familiares y amigos les tomaban la foto con su celular.

Era la alegría de Morena y sus aliados de llegar con tal fuerza al Congreso a 12 años del plantón de Reforma y a 30 años desde que, por primera vez, la izquierda increpara a un presidente de la República.

Ahora, por primera vez, tendrán “la enorme responsabilidad de ser gobierno”, como les dijo Ruiz Massieu.
La hora de la izquierda ha llegado. ¿Será la hora de la reconstrucción del país?

La hora cero, la hora de Porfirio

Era el 1 de septiembre de 1988 cuando Porfirio Muñoz Ledo increpó al presidente Miguel de la Madrid cuando daba su sexto informe presidencial.

“Ciudadano Presidente, ¿cómo va su gobierno asumir el mandato popular de respetar el voto?”, levantó la voz interrumpiendo el mensaje presidencial, que en ese momento quitó la condición de intocable al primer mandatario.

Muñoz Ledo se estrenaba ese día como senador de la República del Frente Democrático Nacional, el mismo que había postulado a Cuauhtémoc Cárdenas como candidato presidencial y que meses antes fue declarado perdedor ante las acusaciones de fraude electoral.

El mismo Porfirio Muñoz Ledo fue el que el 1 de septiembre del 2018, 30 años después, como presidente del primer Congreso con mayoría de izquierda, declarara “la hora cero” para la reconstrucción del país.

“La reconciliación es un método para construir juntos, pero no un subterfugio para olvidar. Nadie puede abolir la historia, ejercemos tanto el derecho a la memoria como el don de la tolerancia y acatamos el imperativo de la justicia. Esta es la hora cero de la nueva República”, sentenció el político que 30 años atrás arrancó de tajo la sacralidad de la figura presidencial.

En su regreso como presidente de la Cámara de Diputados y, por ende, del Congreso mexicano, Porfirio Muñoz Ledo hizo gala de su oficio político y dejó ver que su presidencia persigue fines más allá de los partidistas.

La primer reprimenda la aplicó al senador Emilio Álvarez Icaza, quien le pidió hacer uso de la palabra como legislador independiente; a lo que Muñoz Ledo no accedió, recordándole que no tiene esa condición.

“Una cosa es que usted sea un diputado sin partido, pero no tiene el carácter de independiente. Un senador, perdón. Usted concurrió a las elecciones en nombre de un frente formado por tres partidos y luego se separó de él (…) usted no es propiamente un senador independiente, sino un senador sin partido”, sentenció Muñoz Ledo.

Óscar González Yáñez, diputado por el PT, ofreció tres minutos del tiempo de su bancada a Emilio Álvarez Icaza, que Porfirio Muñoz Ledo concedió, lo que provocó el reclamo del perredista Antonio Ortega Martínez.

“Usted con lo que acaba de hacer, hoy perdió el respeto, el reconocimiento a su sabiduría política, hoy fue menguada”, lanzó Ortega.
“Señor diputado, creo que el respeto que usted me tenía era demasiado frágil”, espetó Muñoz Ledo.

El presidente de la Cámara baja dio otra muestra de oficio político cuando estaba en la tribuna el senador Dante Delgado, de MC, quien decía que si Morena no da marcha atrás al gasolinazo, sería su primera traición al pueblo de México.

Ante los reclamos de los legisladores de Morena, Muñoz Ledo tocó la campana y pidió orden.

“Ruego a la asamblea mantenga el orden. No olviden la vieja frase: ‘No estoy de acuerdo con lo que dices, pero estoy dispuesto a dar la vida para que lo digas’, comentó ante los aplausos de sus compañeros.

El momento cumbre de la conducción de la sesión fue al controlar la asamblea en la intervención de Claudia Ruiz Massieu, senadora del PRI, que provocó las mayores protestas y motivó algunos gritos de apoyo para Andrés Manuel López Obrador, el presidente electo, por parte de los legisladores de Morena.

Los gritos de “Es un honor estar con Obrador” comenzaron a escucharse entre las curules de San Lázaro, cuando Ruiz Massieu hablaba sobre los logros del presidente Enrique Peña Nieto. Porfirio Muñoz Ledo tocó la campana y pidió orden a sus propios compañeros.

“Moción de orden. Hemos trascendido una época electoral. Estamos en la hora de la reconstrucción nacional, no de una democracia colérica”, sentenció el presidente del Congreso.

Es así que Porfirio Muñoz Ledo se encargará de llevar a la primer Legislatura con mayoría de izquierda por su primer año de sesiones.
Esa mayoría que tendrá en sus manos la glosa del informe presidencial, la construcción de las primeras reformas rumbo al gobierno de Andrés Manuel López Obrador y la discusión del primer presupuesto de austeridad.

En las manos de Muñoz Ledo está el trabajo a la reconciliación sin olvido, a la reconstrucción sin atropellos y a la redignificación de un Poder Legislativo manchado por la complicidad y el abuso.

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