De las más de 231 mil personas privadas de la libertad en alguna prisión mexicana, poco más de 13 mil son mujeres, quienes se enfrentan a un modelo penitenciario hecho por y para hombres
La violencia que se ejerce contra la mujer en México forma parte de una normalidad misógina desfavorable para sus derechos humanos (DDHH); en prisión, este fenómeno se agudiza y, si se trata de una jefa de familia, es peor.
De acuerdo con el Observatorio de Prisiones de Documenta AC., en México hay 231 mil 907 personas privadas de la libertad, de las cuales, 13 mil 129 son mujeres, es decir, un 5.66%, número que parece mínimo, pero viene acompañado de múltiples violaciones sistémicas al ejercicio de sus DDHH.
Para las mujeres que pretenden maternar en prisión es extremadamente difícil, pues diversos análisis llevados por institutos y asociaciones civiles muestran que, además de enfrentar el abandono y el señalamiento social, este grupo pocas veces puede acceder a los beneficios que se llegan a ofrecer a las personas privadas de la libertad, pues están ocupadas cuidando a sus hijos.
“Lo primero que oigo es el candadazo y la lista, ese es un trauma cañón. Ves un montón de mujeres y dices ‘híjoles’… no te imaginas. Yo, llorando. Parecía Magdalena, no sabía qué iba a hacer. Me preocupaban mis hijos, solos”, relata a Reporte Indigo Margarita, ex reclusa de Santa Martha Acatitla durante siete años.
¿Cómo viven las mamás en prisión?
De acuerdo con Documenta, el 67.8% de las mujeres privadas de la libertad (MPL) tienen hijas o hijos menores de 18 años.
Respecto a la gestación, la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad (ENPOL) 2021 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), precisa que el 11.7% de las MPL señalaron haber estado embarazadas durante su estancia en un centro penitenciario.
Este estudio, que se realiza cada cinco años, revela el abandono familiar, social y estatal del que son objeto las mujeres una vez que forman parte de una población carcelaria, pues, mientras que el 16.4% de los hombres señalaron ser víctimas de discriminación en prisión, el 25.9% de las mujeres manifestó lo mismo.
“Mi hermana me iba a visitar, pero porque le tenía que dar dinero para que le diera de comer a mi hijo”, relata Reina, quien estuvo casi 18 años en la prisión para mujeres de Santa Martha Acatitla, al oriente de la CDMX; sin embargo, cuando el hijo de Reina cumplió la mayoría de edad y se terminó el intercambio económico, las visitas se terminaron.
Asimismo, el 33.6% de los hombres manifestó haber sido víctima de algún delito, mientras que el nivel de las mujeres llegó al 42.5%, es decir, en todos los casos, las condiciones negativas se agudizan con las mujeres.
Si se observa a detalle la vida de las MPL, se descubren diversos patrones de discriminación y violencia que son fomentados desde la misoginia y la cultura machista que impera en el sistema penitenciario y social en México.
En entrevista para Reporte Indigo, Nayomi Aoyama, coordinadora del Programa de Sistema Penitenciario y Reinserción Social de Documenta, explica que el 94.34% de las personas privadas de la libertad son hombres, que el sistema penitenciario está pensado para ellos y se pasan por alto las necesidades específicas que pueda tener la población femenil.
“Hay, al menos, el doble de abandono (familiar) en las mujeres privadas de libertad, si se compara con hombres privados de la libertad”, asegura Aoyama al recordar un estudio de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) de 2021.
Por su parte, Luis Cobarrubias, abogado pro bono que ha ayudado a liberar a decenas de mujeres del penal femenil de Santa Martha Acatitla, sostiene que cuando las mujeres caen en prisión no tiene la posibilidad de ejercer plenamente su derecho a la maternidad, derecho a la lactancia, al esparcimiento o a la crianza de los niños, prueba de esto es que OXFAM reporta que alrededor de 329 pequeños acompañan a sus mamás en prisión en México.
Conforme a lo relatado por el maestro Cobarrubias, los jueces aplican indiscriminadamente la prisión preventiva (ya sea oficiosa o justificada) a rajatabla a las mujeres que cometen algún delito, aún si no se encuentra en el catálogo del artículo 19 constitucional, lo cual es un tipo de discriminación, pues reduce las capacidades en el sistema de cuidados de los menores que deben ser atendidos por algún tutor.
Además, de acuerdo con esta ONG, sólo el 20% de los padres biológicos de cuyas madres están en prisión se hacen responsables de la crianza, por lo que las labores de protección y cuidado recaen en las mujeres, por lo que deben de acoplar su agenda a los menores.
En consecuencia, esta agenda les impide ser parte de las actividades que se pueden llevar a cabo en el penal para tener algún tipo de capacitación profesional o de educación superior, las cuales inciden positivamente para la reducción de la condena.
El terror al “kilómetro”, agresiones y la realidad del abandono
Otro reto que enfrentan las mujeres en prisión es la huella psicológica que provoca el maternar en la cárcel.
Al respecto, Alejandra Galeas, psicóloga que acompaña a mujeres en su proceso de privación de la libertad, explica que un dicho común entre las mujeres de Santa Martha Acatitla es el temor al “kilómetro” (mote que tiene el pabellón que conecta el penal con los juzgados donde son las audiencias), pues en ese lugar las mujeres atraviesan diferentes tipos de violencia.
Por un lado, las MPL piensan que en la audiencia podrán ver a algún familiar o amigo; sin embargo, la estadística muestra que la posibilidad de que una mujer reciba apoyo de su familia es escasa, por lo que se genera un impacto a la psique al saber que estarán solas en el proceso.
Por otro lado, en “el kilómetro” pueden ser agredidas por otras reclusas o por algún elemento del penal, lo que vuelve a este espacio un punto de vulnerabilidad y riesgo particular para las mujeres que están en conflicto con la ley.
Las mujeres presas son olvidadas por familiares, amigos y el Estado
El abandono de estas mujeres es sistemático por parte del Estado y normalizado por la sociedad.
Tanto Aoyama, como Casarrubias y Galeas coinciden en que si se acude a los penales en día de visita y se contrasta la fila entre las visitas que se realizan a hombres y mujeres, se puede apreciar la asimetría entre los penales masculinos y femeninos; de hecho, el maestro Casarrubias advierte que la diferencia es casi del doble, por lo que las mujeres suelen enfrentar su proceso solas.
Margarita, quien fue privada de su libertad en Santa Martha Acatitla, relata que una vez que inició su proceso penal, sus amigos y familiares se desaparecieron, sólo se quedaron sus hijos, quienes procuraban visitarla cada que podían, pero no podían hacer mucho para ayudarla ahí dentro.
Ella cuenta a Reporte Indigo que esta circunstancia la hizo más resiliente a la soledad y le ayudó a cobrar conciencia de que ella tenía más fuerza de voluntad que las adversidades que padecía; sin embargo, reconoció que se trataron de años muy duros para ella y sus dos hijos.
Finalmente, comenzó a hacer tejidos en rafia para generar ingresos económicos y conseguir una reducción a su sentencia.
Hoy busca formalizar su empresa que se dedica a la chocolatería y sostiene que, mientras tenga fuerza, seguirá creciendo como persona.
Un caso menos afortunado es el de Reina, quien no tuvo la oportunidad de prepararse adecuadamente en Santa Martha Acatitla, por lo que al enfrentarse a la libertad, no consigue trabajo, lo que se le complica aún más por ser una mujer adulta mayor, con diabetes, un dedo cercenado y con antecedentes penales.
Ahora, para sobrevivir, vende dulces y le hace el quehacer a uno de sus sobrinos para sobrevivir; además, recuerda que, en el momento que dejó de darle dinero a su hermana mientras se encontraba privada de su libertad, ella dejó de visitarla; además, al buscar a su hijo después de años de sentencia, descubrió que es un agresor de mujeres, por lo que decidió alejarse de él.
Reinserción social, un proceso difícil de lograr
Los contrastes entre Margarita y Reina son notables, mientras una tiene la posibilidad de emprender, la otra está en búsqueda de lo más esencial para sobrevivir.
De hecho, la autoestima y la expresión corporal de ambas mujeres cambia diametralmente.
“Mi abogado de oficio le dijo a mis hijos: ‘ya en septiembre/octubre tienen a su mamá afuera’.
“Pues me despedí y me dije ‘Dios mío, si no me sacas este día, ya no me saques’ y me notifican el 14 de julio de 2017 —ese día es mi cumpleaños—, que ya llegó mi boleta de libertad, relata Margarita con una sonrisa en la cara.
No obstante, para Reina el panorama es diferente, pues tras 18 años de prisión, un dedo mutilado y el abandono de su familia, quedó en libertad para descubrir que se encuentra sola.
“Mi hijo es muy rebelde, entonces se pelea mucho con su mujer. Yo no quiero estar entre ellos, pues no me gusta que le pegue a la mujer, entonces, para no estarme metiendo, me hice a un lado. Entonces, estoy como de arrimada con mi sobrino y le hago el quehacer”, acusa Reina entre lágrimas.