En Nuevo León, el paso y estadía de migrantes se ha incrementado sustancialmente durante los últimos años. Foto: Especial

Descontrol en los refugios y casas migrantes de Nuevo León

La difícil situación migratoria en Nuevo León sobrepasa a las autoridades, mientras los albergues que proveen comida, medicinas y alojamiento a quienes buscan cruzar la frontera con Estados Unidos, acusan no poder sostener esta situación

El fenómeno migratorio en México ha detonado distintas problemáticas públicas; entre ellas, la inseguridad, la muerte y la carga social y económica, la cual recae, en muchas ocasiones, en los refugios y casas migrantes del país.

En Nuevo León, estos refugios deben luchar diariamente por proveer comida, medicinas y

alojamiento a los viajeros que llegan desde distintos países de Latinoamérica buscando cruzar la frontera con Estados Unidos.

De acuerdo con José Jaime Salinas, trabajador de Casa Indi, un refugio ubicado en el centro de Monterrey, la falta de recursos y apoyos gubernamentales constituyen el principal problema para estos albergues, ya que lejos de ofrecer soluciones, las autoridades migratorias optan por ‘ceder’ la responsabilidad a estos hogares asistenciales y desmarcarse de la situación.

“El Instituto Nacional de Migración (INM) está desbordado; veo que viene un grupito como de ocho familias y les pregunto por qué vienen todos juntos (…) Me contestaron que el autobús los había dejado a tres cuadras, diciéndoles que caminaran derecho por los rieles porque ahí iban a encontrar un lugar donde les darían comida y albergue…el autobús de Migración fue el que los trajo”, aseguró el trabajador del refugio.

Casa Indi cuenta con 450 camas, aire acondicionado y un sistema ‘anti-fuegos’ para evitar tragedias como la sucedida el pasado 30 de marzo en Ciudad Juárez, cuando 40 migrantes fallecieron a causa de un incendio ocurrido en un refugio local del INM.

Diariamente se sirven alrededor de 2 mil 200 comidas, cuyo costo es cubierto mediante donaciones. Aunque al principio se atendía principalmente a hombres migrantes, hoy en día hay familias enteras, entre las que destacan niños, ancianos y mujeres embarazadas.

“Están llegando familias al por mayor, ya no son caravanas de 100 personas y sólo una o dos mujeres, ahora son mitad y mitad; incluso tenemos registros a finales del año pasado de que aquí dieron a luz 15 mujeres”, afirmó Salinas a Reporte Índigo.

De entre las muchas historias que pueden encontrarse al interior del albergue, destaca la de Daniel Aparicio, un venezolano que, en octubre de 2022, decidió desplazarse desde su tierra natal hasta Estados Unidos, en donde esperaba encontrar una mejor calidad de vida para él, su esposa y su pequeño hijo, junto a quienes emprendió el viaje.

Desde el cruce por la selva que separa a Colombia de Panamá, pasando por la frontera sur de México, donde encontraron serias dificultades, hasta llegar a Monterrey. Daniel afirma que son muchas las condiciones que deben soportarse para lograr el llamado ‘sueño americano’.

“Es dificilísimo; se pasa frío, calor, se lleva hambre, sed…la meta es llegar a Estados Unidos por una vida mejor”, afirmó Daniel.

En Nuevo León, el paso y estadía de migrantes se ha incrementado sustancialmente durante los últimos años; para muestra, sólo durante los últimos días de marzo fueron rescatados alrededor de 250 migrantes que se encontraban hacinados en camiones.

Vida en riesgo

Aunque se cree que muchos migrantes utilizan el servicio de ‘polleros’ que prometen cruzarlos a los Estados Unidos de forma irregular a cambio de dinero, la realidad es que la mayor parte de los migrantes no cuentan con los recursos para cubrir la cuota exigida, por lo deben realizarlo con sus propios medios, casi siempre viajando en tren.

“En realidad el que anda acá en los refugios es porque no tiene dinero para los polleros; cobran entre 6 mil y 7 mil dólares, aquí la gente va hacia Escobedo y toma el tren de ahí, tratan de pasar el río y siguen por el desierto a pie cinco o seis días, es bien difícil”, mencionó Antony, un migrante guatemalteco que vivió una difícil situación durante su tránsito por México.

“Empezaron a asaltar el vagón en el que venía; a mí fue el primero con el que llegaron, me trataron de bajar con un machete, pero me defendí y combatí cuerpo a cuerpo, tuve que saltar de un vagón a otro para poder salvarme”, narró el migrante.

Una moneda con dos caras

Para quienes eligen migrar, la palabra ‘destino’ es sinónimo de una vida mejor, sin embargo, para muchos de ellos, ésta significa muerte.

Antony aseguró que él pudo ser uno de los 40 migrantes fallecidos en Ciudad Juárez y que un cambio de último minuto le salvó la vida.

“Yo conocí a dos de ellos que murieron en el incendio; ellos venían con nosotros en el tren, éramos muchos, y llegando a Torreón nos dividimos. Yo les dije que viniéramos a Monterrey, pero ellos dos se fueron a Ciudad Juárez y murieron en el incendio… ahí sí que ya es el destino”, narró el migrante guatemalteco.

Para un amigo de Daniel Aparicio, migrante venezolano, la decisión de trabajar en las calles para subsistir y financiar su viaje a Estados Unidos terminó por costarle la vida, ya que su travesía lo llevó a estar presente y fallecer en el incendio en Chihuahua.

“Lo agarraron en una redada vendiendo caramelos y limpiando vidrios, ahí lo metieron a

migración junto con los otros… Me siento triste, era mi amigo, todos venimos por un mejor

futuro y llegar tan lejos para que sucedan esas cosas… Esto es como todo, si no tienes qué

comer, tienes que salir a buscar para comer”, narró Daniel Aparicio.

Tragedias como la de Ciudad Juárez dejan expuesto el deficiente trabajo que se realiza por

parte de las autoridades de migración en México, quienes no han sido capaces de hacer frente a la problemática que las personas que transitan por México enfrentan todos los días.

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