Un pie quemado pero todavía con tejido dio una pista clara: esta casa en ruinas junto a la frontera con Estados Unidos, con techos calcinados, impactos de bala y marcas de hachazos en el suelo es clave para las familias de desaparecidos.
Después de casi seis meses de trabajo, los peritos no se atreven a estimar cuántas personas pudieron haber desaparecido en este “sitio de exterminio” de Nuevo Laredo. En una pequeña habitación, la masa compactada de restos humanos y escombros llegaba a unos 50 centímetros de altura.Todavía hay incontables trozos de huesos humanos esparcidos en los más de siete mil metros cuadrados del árido rancho y alambres retorcidos que aparentemente fueron usados para atar a las víctimas.
Cada día, los peritos guardan todo lo que encuentran, -huesos, botones, aretes, trozos de ropa- en bolsas de papel en las que detallan el contenido y el lugar de su hallazgo: “Zona E, Punto 53, Cuadrante I. Fragmentos de restos óseos con exposición al fuego”.
Al llegar al servicio forense de la capital de Tamaulipas, las bolsas apiladas en cajas esperan su turno junto a otros restos. Tendrán que pasar meses hasta que sean analizadas porque hay pocos recursos y demasiados fragmentos, demasiados desaparecidos, demasiados muertos.
La casa de Nuevo Laredo a la que The Associated Press tuvo acceso, es la más dolorosa evidencia de la magnitud del fenómeno de los casi 100 mil desaparecidos en México, las 52 mil personas sin identificar en morgues y cementerios, y los miles de restos calcinados que sólo pueden cuantificarse por kilos.
Estas cifras no dejan de crecer. “Sacamos un caso y nos llegan 10”, lamentó Oswaldo Salinas, jefe del equipo de identificación de la Fiscalía General de Justicia de Tamaulipas.
Tampoco hay avances en la justicia, pues, según datos de la Auditoría Federal de la República, de las más de mil 600 investigaciones abiertas en la FGR por desapariciones forzadas -a manos de las autoridades-, o individuales -a manos de los cárteles-, ninguna llegó a los tribunales en 2020.
Sin embargo, el trabajo forense continúa. Se trata de encontrar respuestas, aunque sólo sea para la familia de alguna víctima.
En medio de la devastación una perito sonríe: acaba de encontrar un diente sin calcinar, un tesoro donde todavía puede haber ADN.