Desafiando al sistema

Despertar árabe

En enero de 2011 comenzaron una serie de protestas, revueltas y manifestaciones en algunas naciones de Oriente Medio, que terminaron en el derrocamiento de líderes autoritarios y cuyas secuelas siguen latentes.

La llamada revolución tunecina, fue el primer movimiento social de la “primavera árabe”.

En un inicio los inconformes en Túnez reclamaban aumento de salarios y una sustancial mejoría en su nivel de vida, ante la difícil situación de carencia en la que se encontraban.

Carlos Salazar Carlos Salazar Publicado el
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La llegada en 2015 de Alexis Tsipras como Primer Ministro significó un desafío pues pedía autonomía para sus políticas económicas

Despertar árabe

En enero de 2011 comenzaron una serie de protestas, revueltas y manifestaciones en algunas naciones de Oriente Medio, que terminaron en el derrocamiento de líderes autoritarios y cuyas secuelas siguen latentes.

La llamada revolución tunecina, fue el primer movimiento social de la “primavera árabe”.

En un inicio los inconformes en Túnez reclamaban aumento de salarios y una sustancial mejoría en su nivel de vida, ante la difícil situación de carencia en la que se encontraban.

Eso terminó con el derrocamiento del mandatario Zine el-Abbidine Ben Ali, que desde 1987 ostentaba el poder.

Egipto fue el siguiente escenario de la primavera árabe. Un país en donde Hosni Mubarak había permanecido en el poder por 30 años.

Las primeras protestas comenzaron el 25 de enero, y desde el principio los inconformes pedían la renuncia de Mubarak.

Aunque Gadafi ofreció un cambio de gobierno, no fue suficiente para los opositores egipcios, quienes ya habían establecido la Plaza Tahrir en El Cairo como centro de reunión, y Mubarak no tuvo más remedio que dimitir el 11 de febrero.

Libia, ubicada al norte de África, vivió una cruenta guerra civil cuando grupos opositores al gobierno comenzaron a manifestarse en contra del régimen de Muamar el Gadafi, que había gobernado el país desde 1969.

Las tropas opositoras entraron a finales de agosto en la capital Tripoli, expulsando al gobierno e instaurando uno provisional.

Finalmente el 20 de octubre capturaron al exlíder Gadafi, quien poco después fue asesinado.

La rebelión ucraniana

Entre noviembre de 2013 y febrero de 2014 se registraron una serie de manifestaciones en Ucrania, que tenían como objetivo el derrocamiento del presidente Víktor Yanukóvich, por la suspensión de un acuerdo de asociación y libre comercio con la Unión Europea.

Yanukóvich estaba más a favor de una asociación con Rusia, mientras que los opositores abogaban por una integración con la Unión Europea, las protestas tuvieron como centro la Plaza de la Independencia en Kiev.

La represión policial en contra de los manifestantes fue cruel, dejando decenas de muertos, aunque al final se logró el establecimiento de un nuevo gobierno interino.

El reto griego

Desde inicios de 2009, comenzó la crisis de la deuda en Grecia, la que sería la primera de cuatro similares de deuda soberana en la eurozona.

Las causas fueron diversas: las secuelas de la recesión global de 2008, la propia debilidad de la economía griega y la creciente crisis bancaria.

Todo esto generaría incertidumbre en la Unión Europea sobre la capacidad griega de cumplir con sus obligaciones de deuda, y Grecia dejaría de tener acceso a los mercados, y sus socios europeos se vieron orillados a otorgar un rescate financiero a los griegos.

La condición fue que Grecia entrara a un programa de ajustes económicos, que implicaban recortes en el gasto público, aumento de impuestos y privatizaciones.

La llegada en 2015 de Alexis Tsipras como Primer Ministro griego significó un cambio en la política económica, y un desafío en toda regla.

Aunque abogaba por la permanencia de Grecia en el euro, rechazaba la austeridad impuesta por sus socios y pedía autonomía para sus políticas económicas, durante meses la salida de Grecia de la UE fue una posibilidad latente.

Llevó a cabo medidas como la paralización de las privatizaciones y ordenó el cierre temporal de las cuentas privadas en los bancos griegos, mientras soportaba la presión para cumplir con la línea del Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea.

Sueño americano

Las campañas electorales para las elecciones presidenciales primarias en Estados Unidos, se han caracterizado por ser las más peculiares en los últimos años, y en ello mucho tienen que ver dos candidatos nada comunes, Bernie Sanders y Donald Trump.

Cuando en junio de 2015, el magnate de los medios, Donald Trump anunció su intención de contender por la candidatura republicana a la presidencia de Estados Unidos, esto fue tomado como un ardid publicitario, como una mala broma.

Hoy, a un año de distancia, Trump es el virtual candidato del partido conservador, aún a pesar de todo. A pesar del rechazo de la cúpula republicana, y a pesar de su discurso xenófobo y radical, fue dejando en el camino a políticos más experimentados como Ted Cruz o Marco Rubio.

Su gran éxito se puede fincar en lo que ha querido representar, un personaje contrario al político tradicional, y así, contra todos los pronósticos, logró poner de rodillas al Partido Republicano, que ahora, se aglutina en torno a él para buscar derrotar a Hillary Clinton.

El caso de Bernie Sanders tiene en común con Trump, que los dos eran candidatos anti-stablishment, y aunque al final Sanders no logró quedarse con la nominación demócrata, logró poner en serios predicamentos a toda una dinastía, los Clinton.

El senador por Vermont es un declarado socialista, que está en contra del funcionamiento actual de la política norteamericana, defensor de la expansión de las políticas sociales, un candidato inclinado a la izquierda, que pudo lograr el apoyo de un gran sector del electorado.

Combatiendo una maquinaria electoral de los Clinton, logró ganar estados clave en la contienda interna demócrata, no dejó a Hillary estar cómoda en ningún momento, y llevó las primarias hasta su última escala. No ganó, pero sin duda, compitió hasta el final.

Rompiendo el bipartidismo

El surgimiento del partido político español Podemos en el año 2014 significó un soplo de aire fresco a la política española, y en apenas dos años de existencia, ya ha puesto de cabeza al sistema político del país ibérico.

Tan solo cuatro meses después de su fundación se presentó en las elecciones europeas, logrando 5 de los 54 escaños, convirtiéndose en el cuarto partido más votado en España.

Su confirmación llegaría en las elecciones generales españolas en diciembre de 2015, cuando el partido liderado por Pablo Iglesias alcanzaría el 20.68 por ciento de la votación, convirtiéndose en la tercera fuerza política en España, solo detrás del PP y el PSOE.

En España, el presidente es elegido por el Congreso de los Diputados, y aunque el gobernante Partido Popular fue el vencedor de los comicios, quedó lejos de contar con la mayoría para formar gobierno.

Podemos con sus 69 diputados, se encontraba en una posición privilegiada para ser un factor determinante en la formación de un nuevo gobierno.

Tuvo acercamientos con el PSOE, otro partido de izquierda, sin embargo, el partido de Pedro Sánchez se alió con Ciudadanos, de derecha, por lo que Podemos declinó de sumarse a esta coalición, por ir en contra de su plataforma política.

Durante meses, la cúpula de Podemos soportó diversas presiones para dar su apoyo a la formación de gobierno, pero no cedió, sus dirigentes tomaron la determinación de mantener sus ideales a cualquier costo.

Finalmente los plazos legales expiraron y se tuvo que convocar a nuevas elecciones, donde Podemos se perfila para mejorar sus números de 2015, aunque ya se puede decir que cambió el tablero del juego en la política española.

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