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Los últimos días han traído buenas noticias para las y los defensores ambientales. La técnica de fractura hidráulica, mejor conocida como ‘fracking’, quedó fuera de la licitación al cancelarse la ronda 3.3 de hidrocarburos no convencionales.
Además, el presidente Andrés Manuel López Obrador prometió el 1 de diciembre, tras su toma de protesta, que no permitirá esta forma de extracción de gas y petróleo, práctica acusada de violar derechos humanos y ambientales.
Aunado a esto, por primera vez, la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) realizó el pasado 3 de octubre una audiencia informativa para conocer la situación del ‘fracking’, luego de haber recibido la solicitud de 126 organizaciones de América Latina.
Sin embargo, las celebraciones por estos logros se ven atenuadas por una deuda sin resolver por parte de las autoridades y que cada día crece más: las agresiones y los asesinatos de las y los defensores del medio ambiente.
Alejandra Jiménez, de la Alianza Mexicana contra el Fracking, explica que en el último sexenio escaló la violencia contra las personas activistas a favor del medio ambiente, aunque también contra las y los defensores de los derechos humanos y los periodistas.
Muchas veces las agresiones a los ambientalistas ocurren por parte de las empresas privadas que tienen el interés de extraer algún recurso y ellas son las que provocan los ataques contra los defensores, dice.
Además, no hay que olvidar que las personas más vulnerables son las mujeres, quienes reciben primeras advertencias como amenazas o allanamientos en sus casas o lugares de trabajo, situaciones que provocan que lleguen a abandonar el movimiento, señala Alejandra.
Por otra parte, los ataques también son provocados por los caciques y el crimen organizado.
Una de las zonas más afectadas por esta situación ha sido la Sierra Tarahumara, en el estado de Chihuahua, al norte del país.
Isela González, de la Alianza Sierra Madre A.C, la cual trabaja con los pueblos indígenas ódami y rarámuri en la Sierra Tarahumara, explica que en los últimos dos años han asesinado a tres defensores de la tierra en el estado chihuahuense, uno de ellos en este 2018; mientras que cinco más (entre los que está incluida ella) han recibido amenazas graves y están bajo protección de las autoridades.
El caso más reciente en esa región ocurrió el pasado 24 de octubre, cuando el activista y líder de la comunidad indígena rarámuri, Julián Carrillo Martínez, fue asesinado a balazos en el poblado Coloradas de la Virgen, en la Sierra Tarahumara.
Julián era defensor de la tala de árboles y un crítico de la minería y la siembra ilegal de droga, situación por la que durante los últimos años recibió amenazas. De hecho, su hijo y cuatro de sus familiares fueron asesinados entre el 14 de agosto del 2015 y el 1 de julio de 2018, presuntamente como represalias a su activismo.
“Lo grave aquí es que a Julián lo asesinaron siendo beneficiario del Mecanismo de Protección para Personas Defensoras y Periodistas de la Secretaría de Gobernación”, acusa Alejandra.
Los activistas asesinados en el 2017 en la Sierra Tarahumara fueron Juan Ontiveros, cuyo crimen permanece impune; y el líder indígena Isidro Baldenegro, quien recibió el Premio Godman en 2005 por su activismo, caso en el que sólo hay un detenido que no ha sido juzgado.
“Nosotros lo que estamos pidiendo es que las investigaciones no se queden nada más en autores materiales, sino que profundicen y vayan a los autores intelectuales, porque no debemos perder de vista que a los compañeros los asesinaron siendo defensores ambientales y realizando una fuerte actividad de liderazgo al interior de las comunidades”, explica González.
La nueva administración federal abre la esperanza de que finalmente hayan acciones concretas que velen por la seguridad de los ambientalistas, aunque también existe incertidumbre, ya que no hay ningún manifiesto claro al respecto presentado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, señalan los defensores de la tierra.
Las más vulnerables
Ser mujer y ser defensora del medio ambiente es un doble riesgo en México. Aunque activistas coinciden que vivir en el país es peligroso para cualquier mujer por la ola de violencia que se vive, esta población lo es aún más si defiende los derechos del medio ambiente por los grandes intereses involucrados.
La activista, quien se ha dedicado a apoyar a las comunidades indígenas contra el despojo de tierras y de daños ambientales, ha sido amenazada por los caciques de la comunidad Coloradas de la Virgen, en la Sierra Tarahumara, y por esa situación actualmente se encuentra en el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras y Periodistas de la Secretaría de Gobernación.
“He recibido amenazas graves y por eso estoy en el mecanismo de protección junto con todo el equipo de Alianza Sierra Madre, estamos en protección cinco personas, de las cuales tres somos mujeres”, cuenta.
Su caso es sólo un ejemplo de las situaciones que viven las mujeres activistas del medio ambiente. Las primeras amenazas suelen ser a través de mensajes o allanamientos que buscan intimidarlas, las cuales pueden escalar hasta situaciones más graves como violaciones o incluso asesinatos.
“Es una primera advertencia que dice ‘te estamos vigilando o sabemos dónde vives y podemos perturbar tu vida’, lo que generalmente provoca que muchas compañeras terminen dejando la lucha; desafortunadamente hay casos donde escala la violencia y se presentan también violaciones”, explica Alejandra Jiménez, de la Alianza Mexicana contra el Fracking.
No obstante, además de ser víctimas de las agresiones, también lo son de la justicia, pues al acudir ante las autoridades éstas no les creen o, incluso, muchas veces los mismos colectivos a los que pertenecen suelen poner en duda si las agresiones son reales, dice Jiménez.
Otra forma de ataques es la fabricación de delitos para encarcelarlas. Además la situación es más difícil si se es madre, pues suelen amenazarlas con dañar a sus hijos o a sus familias y muchas prefieren dejar de participar, lo que provoca que los movimientos se vayan desarticulando poco a poco
Por ello, algunas han optado por tomar sus propias medidas de protección, aunque eso no impide que se deje de vivir con miedo y temor a ser víctima de una agresión.
Sin embargo, el nuevo gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador trae un poco de esperanza de que la situación mejore de forma gradual para algunas activistas, sobre todo para las comunidades indígenas luego de que éstas le entregaron el Bastón de Mando el 1 de diciembre, después de que rindió protesta en la Cámara de Diputados.
“Vemos con optimismo la llegada del subsecretario de Derechos Humanos Alejandro Encinas, la primera reunión que tengamos con él le preguntaremos qué piensan hacer(…)estamos planteando que el Estado mexicano debe resolver las causas estructurales”, dice Isela González.
De acuerdo con ella, se debe atender lo que origina el conflicto en las comunidades, lo cual en los caso que ellas acompañan es el intento de despojo del territorio y la falta de titulación a nombre de las comunidades de los territorios indígenas, así como el acceso preferente a los recursos naturales.
El gran desafío
En el sexenio de Enrique Peña Nieto se incrementaron los ataques y las agresiones a los defensores del medio ambiente por el alto número de concesiones y proyectos entregados al sector privado, señalan activistas.
Tan sólo en el 2017 hubo 15 activistas defensores de la tierra asesinados, según el informe de la Organización Global Witness titulado ¿A qué precio? Mientras que registros de notas periodísticas indican que este año han sido cometidos al menos 9 homicidios más, una situación alarmante si se considera que en el 2016 ocurrieron tres.
“Actualmente con el nuevo gobierno no hay claridad, no se ha pronunciado respecto a esta grave situación que es un pendiente, finalmente todo el tema de los derechos humanos es uno de los grandes retos que creo que le toca enfrentar a esta nueva administración y no es muy clara cuál es la propuesta de acción”, dice Alejandra Jiménez, de la Alianza Mexicana contra el Fracking.
Para la activista, muchas veces los megaproyectos son posibles gracias a una cadena de corrupción e impunidad, lo que al final convierte a los defensores del medio ambiente en blanco de ataques, el cual es un tema del que tampoco se sabe cómo se va a atender.
“Creo que ese es uno de los temas que es súper vital para la próxima administración, acabar con la corrupción y la impunidad”, agrega.
Jiménez señala que se tendría que armonizar la Ley General de Víctimas para que se hable de los defensores ambientales, ya que el tema se aborda de manera muy superficial.
“Lo menos que esperamos es justicia para nuestros compañeros asesinados y que las comunidades obtengan la paz que se merecen para seguir desarrollando su vida cotidiana y su vida cultural en sus territorios”, dice Isela González, de la Alianza Sierra Madre A.C, organización en la Sierra Tarahumara, en el estado de Chihuahua, al norte del país.
En el caso de Alianza Sierra Madre tres activistas fueron asesinados entre el 2017 y el 2018, todos ellos indígenas.