Damnificados de sismo de 1985 murieron con la ilusión de tener una casa, denuncian

Janette forma parte de los damnificados que se quedaron esperando un hogar tras el sismo de 1985; actualmente reside en el campamento Colector 13, a las afueras del metro Lindavista, en GAM
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A diferencia de quienes llevan un año exacto buscando acciones de vivienda y apoyos para recuperar sus patrimonios inmobiliarios tras el sismo del 19 de septiembre del año pasado, aún existe un puñado de damnificados del terremoto de 1985 que llevan esperando una respuesta desde hace más de 30 años.

“Muchos han muerto con la ilusión de tener una casa”, recordó Janette, que habita en el campamento de Colector 13, en las afueras del metro Lindavista en la delegación Gustavo A. Madero, en la Ciudad de México, desde hace poco más de tres décadas cuando “de manera provisional” se acondicionaron módulos de lámina para atender las necesidades de vivienda de los entonces damnificados de 1985.

En el predio, en el que viven al menos unas 250 familias, existen unas 30 que son damnificadas del terremoto del 85 y a quienes aún cuando existió la entrega de acciones de vivienda en 2008, “los dejaron con las llaves en la mano” debido a manejos irregulares de los dirigentes que antes coordinaban la entrega de hogares a las familias y quienes en opinión de Janette, beneficiaron a personas que nada tenían que ver con el sismo.

La organización de la vida cotidiana es casi la misma que desde hace más de 30 años, con seis baños comunales por cada módulo que alberga a al menos unas diez familias; para lavar los trastes también existen turnos bien establecidos, aunque antes era peor porque solo había seis hornillas por módulo para preparar la comida, lo que derivaba en peleas que eran el pan de cada día.

Janette recuerda que debían cuidar muy bien los alimentos que preparaban debido a que a veces los vecinos echaban cosas a las comidas de los demás solo ante el enojo de que alguien hubiera ganado la hornilla, ahora las viviendas tienen pequeñas estufas en sus viviendas; incluso hay quienes lograron ganar unos metros y pusieron sanitarios en el interior de sus espacios, aunque no todos pudieron hacerlo .

Ella, llegó al campamento aún siendo una niña pequeña y de tener una vivienda digna con paredes de cemento pasó a ocupar una construida con láminas y a compartir su vida con un montón de niños que en ese tiempo desconocían que eran damnificados; ahí nacieron sus hijos, ahí mismo ha tenido que cuidar a sus nietos.

Verónica M es también una de las personas afectadas por el terremoto del 85 que llegó al campamento con la idea de que aquello sería temporal, proveniente del barrio de Tepito llegó al lugar de alrededor de una hectárea de extensión con la esperanza de contar con suelo firme para ella y sus hijos, ya ha visto nacer ahí a sus nietos y continúa viviendo a la espera de una solución.

Hace pocos años, el Instituto Nacional de Vivienda entregó acciones de casas a los habitantes del campamento y ella era una de las beneficiarias, incluso pagó el enganche de su departamento “pero me dejaron con las llaves en la mano”.

Ello, expuso, ante los malos manejos de las organizaciones de líderes que antes gestionaban los apoyos para los damnificados; quienes con malos manejos entregaron las viviendas a personas que nada tenían que ver con el sismo, “les entregaron a quienes ellos quisieron, no a los que nos tocaba”, dijo.

Erik D tiene 30 años deedad, sus padres llegaron al campamento después del terremoto del 85, él no conoce otra realidad que la de la vida entre los vericuetos del lugar, “como niño no te dabas cuenta de las carencias porque era tu realidad de siempre, fue hasta cuando vas creciendo que te das cuenta que no es normal vivir así, nos tuvimos que adaptar”.

Su infancia la recuerda entre eternos juegos con otros niños que vivían ahí, jugaban con agua para refrescarse del calor que encerraban las láminas o al fútbol con lo poco que tenían, con el paso de los años las condiciones de vida continúan siendo las mismas que él vivió, solo que ahora se trasladan a su hija, quien al igual que él ha pasado su infancia en el campamento.

Alfredo Villegas también llegó tras el terremoto del 85 siendo aún niño, sus padres pagaban un crédito de vivienda que se quedó entre los escombros de aquel sismo, “al principio era fácil porque éramos niños, en tu mente no viene el olvido que el gobierno empezaba a segregar a las familias de estos campamentos”, con el tiempo, comenzó a darse cuenta de su realidad; incluso llegó a ser discriminado por vivir en un campamento.

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