En medio de la crisis sanitaria, social y económica que ha provocado el coronavirus (Covid-19) a nivel global y las medidas de emergencia que aún se toman para contrarrestarlo, el medio ambiente comenzó a mostrar una mejoría inusitada, al aliviarse de manera proporcional a la ralentización del ritmo de la vida cotidiana.
A pesar de los beneficios para el entorno, el brote de coronavirus sigue su curso. A la fecha ha dejado 191 mil 127 infectados y ha provocado la muerte de siete mil 807 personas en todo el mundo, de acuerdo con datos del Organización Mundial de la Salud (OMS).
La cuarentena implementada en diversos países, el cierre de fábricas, la reducción en el número y frecuencia de vuelos, así como la disminución del tráfico vehicular, son algunos factores que han permitido que el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que provocan el deterioro y cambio climático hayan disminuido de manera considerable en las últimas semanas.
En China, país en donde se originó el brote y uno de los que más contaminación genera en el planeta, a tres meses de que comenzó la crisis epidémica se han emitido 150 millones de toneladas métricas (mtm) de dióxido de carbono (CO2) menos que las registradas en el mismo periodo del año anterior, según cálculos del Centro de Investigación en Energía y Aire Limpio (CREA), con sede en Estados Unidos.
La Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA), a través de imágenes satelitales capturadas, también confirmó la reducción sostenida en el dióxido de nitrógeno (NO2) sobre China y aseguró que este efecto era consecuencia de la desaceleración de las actividades humanas.
Isaac Malagón Coronado, presidente de Atzallan Manantial de la Sustentabilidad, asegura que el hecho de que las personas no salgan a la calle significa que generarán menos residuos, no utilizarán el transporte público ni sus autos, por lo que disminuirán los gases de efecto invernadero y, en consecuencia, ayudará de manera temporal al medio ambiente.
Esta situación también trajo un beneficio involuntario a países como Italia, Alemania y España.
En Italia, el segundo país más afectado por el coronavirus, se ha registrado una importante disminución en el NO2 como lo muestra la Agencia Espacial Europea (ESA) en un video con datos recopilados por el satélite Copernicus Sentinel-5P.
En ese país, el brote también tuvo un impacto positivo en los canales de Venecia, los cuales se volvieron cristalinos debido a la reducción en el turismo de cruceros y hasta se llegaron a ver delfines.
A diferencia de estos países en donde el brote de coronavirus se ha agravado, México se mantiene en Fase 1, situación que impedirá en los próximos días ver cambios considerables en la calidad del aire.
“El impacto ambiental por las medidas que se están tomando en otras regiones del mundo no se verá de inmediato, será el próximo mes cuando se puedan hacer comparaciones, y esto también aplica para México”, comenta Malagón.
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La situación en México del Medio Ambiente
La contaminación en una región depende de dos factores: por un lado, de las condiciones meteorológicas como los sistemas de alta presión; y por el otro, de las emisiones que se generan.
El doctor Agustín García, investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM, explica que para evaluar la calidad del aire se miden los contaminantes criterio que son ozono (O3), dióxido de azufre (SO2), monóxido de carbono (CO), dióxido de nitrógeno (NO2), las partículas en suspensión (PM10, PM2.5) y el plomo (Pb).
De acuerdo con el estudio World Air Quality 2019, la Ciudad de México ocupa el lugar número 40 dentro del ranking de las capitales del mundo más contaminadas, en donde los países de Asia ocupan los primeros puestos. Delhi encabeza este ranking por segundo año consecutivo.
A nivel Latinoamérica, el mismo informe coloca a México como el cuarto país con la peor calidad del aire, siendo Toluca, Nezahualcóyotl y Ecatepec de Morelos, del Estado de México, las regiones más contaminadas. Mientras que la alcaldía de Iztacalco está dentro de las más limpias.
México, dice Agustín García, cuenta con un sistema de gestión ambiental. Por un lado se tienen los inventarios de emisión para saber qué, en dónde se están emitiendo y en qué cantidad; y también se tiene el tema de calidad del aire en el cual se ve si se cumplen o no las normas establecidas por la Secretaría de Salud federal. Con base en eso se elaboran diferentes políticas, por ejemplo, los ProAires.
Estos son instrumentos que establecen medidas y acciones a corto, mediano y largo plazo para prevenir y revertir las tendencias del deterioro de la calidad del aire en una región determinada o entidad federativa.
Su objetivo es fomentar la participación de los tres órdenes de gobierno, así como de la industria, la academia y la sociedad civil organizada en la atención de la contaminación del aire.
También buscan generar un diagnóstico de las causas que influyen en la calidad del aire en la zona de estudio, identificar las principales fuentes de emisión de contaminantes y definir acciones enfocadas en la reducción de emisiones, fortalecimiento institucional, protección a la salud, estrategias de comunicación y educación ambiental.
Actualmente, en México se tienen 37 ProAire vigentes, con una población potencialmente beneficiada de 121 millones 963 mil 371 habitantes. Con esto se cubren todas las entidades federativas. Lamentablemente, dice el investigador de la UNAM, no son obligatorias.
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El enemigo invisible
El doctor Agustín García explica que un contaminante es cualquier sustancia en el ambiente que altere o degrade la calidad del mismo, en este caso, también los virus como el mismo coronavirus o las bacterias como partículas pueden afectar la calidad del aire.
“La contaminación puede afectar a los virus, puede ser negativo su desarrollo, pero también hace que la gente sea más susceptible a enfermedades”, señala el académico de la UNAM.
Las concentraciones del contaminante PM2.5 son consideradas como las más dañinas para los humanos, ya que son partículas en el aire que miden 2.5 micrones.
Su tamaño microscópico permite que ingresen al torrente sanguíneo a través del sistema respiratorio y viajen por todo el cuerpo, causando efectos de gran alcance para la salud, incluidos asma, cáncer de pulmón y enfermedades cardíacas.
La contaminación del aire también se ha asociado con bajo peso al nacer, aumento de infecciones respiratorias agudas y accidentes cerebrovasculares.
Además, en todo el mundo ha provocado 29 por ciento de las muertes y enfermedades por cáncer de pulmón, 17 por ciento por infección aguda de las vías respiratorias inferiores, 24 por ciento por accidente cerebrovascular, 25 por ciento por cardiopatía isquémica y 43 por ciento por enfermedad pulmonar obstructiva crónica.
Jorge Rickards, director de World Wildlife Fund (WWF) México, explica que la mala calidad del aire también afecta a los vegetales, los árboles, las plantas y a los animales, porque muchas de las sustancias contaminantes que tiene son tóxicas.
“Desde otra perspectiva, más allá de una cuestión de impacto directo está la cuestión de los microclimas, es decir, zonas que no están, como la Ciudad de México y como otras áreas urbanas, bien ventiladas y se genera una situación de efecto invernadero que también afecta a nuestros bosques y a la flora y fauna que contienen. Tiene que ver con temperatura y con procesos de precipitación alterados”, indica Rickards.
Es una cuestión en cadena, porque una vez que se empieza a degradar un ecosistema, la flora y la fauna se alteran, hay un síndrome que es el del Bosque Vacío, el cual explica cómo una selva tiene árboles y plantas pero no fauna, porque ya se acabó. Se rompió el equilibrio.
“Es un tema muy complejo, pero definitivamente la cuestión de calidad del aire afecta tanto al ser humano, como a cualquier otro ser vivo”, afirma el experto de WWF.
“Es el momento de meditar, aprovechemos estar con nuestras familias para reflexionar sobre cuál es ese futuro que queremos y no solamente navegar esta crisis desde la perspectiva de ‘ojalá no me dé y me voy a cuidar’, sino de ‘vamos a salir adelante, pero no podemos salir igual’, habiendo reflexionado sobre qué acciones podemos hacer para dirigir esta situación a una mejora”, opina Rickards.
Para él, situaciones como las que se están viendo en diversos países, donde las industrias y las escuelas han decidido trabajar desde casa sin esperar una orden del gobierno, demuestra la gran capacidad de organización que se tiene como seres humanos y es evidencia de que la humanidad puede cambiar el plantea si quiere.
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La propagación del coronavirus y nuevos virus
Eduardo García Escobar, investigador especializado en ecología funcional, asegura que el problema del coronavirus no es menor a la magnitud del cambio climático o a la pérdida de la diversidad, pues las alteraciones ambientales siempre harán más vulnerables a los seres humanos.
“La contaminación de los mantos acuíferos contribuye a un problema de salud ambiental, ya que de alguna manera se potencializan los virus.
En países con mayor número de habitantes a nivel mundial y con altos índices de contaminación es más probable que nazcan nuevas enfermedades o muten las ya existentes, como es el caso del coronavirus Covid-19, que se originó en China.
Los virus mutan y se adaptan sin parar, generando enfermedades emergentes y epidemias de impacto mortal, a esto se le puede sumar el factor de un ambiente contaminado que favorece la sobrevivencia de nuevas bacterias.
Paco Ayala, fundador y hojalatero social en Huerto Roma Verde, platica que el coronavirus es un reflejo claro de lo que está pasando en el mundo, pues la naturaleza responde al calentamiento global y al aumento desmedido en la destrucción del medio ambiente.
Ayala advierte que esta pandemia es el comienzo de muchas otras que se van a originar por el cambio climático, además hace referencia al permafrost en la Antártida, en donde mientras más se deshiele la zona, se liberarán una serie de virus que estaban atrapados desde hace miles de años y podrían ser un peligro potencial para todo el mundo.