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El cambio climático es actualmente el desafío más grande que la humanidad enfrenta. Afecta nuestros medios más básicos de subsistencia y para combatirlo debemos ser capaces de modificar desde la forma en la que se está haciendo política hasta cómo entendemos la economía, la sociedad y el estilo de vida personal que cada quien ha decidido llevar.
El desafío no es de un solo continente, país o persona; involucra a todos los seres humanos que habitan el planeta. Por eso, en estos momentos se lleva a cabo la Conferencia de las Naciones Unidas (COP23), para implementar acuerdos internacionales entre los distintos países y combatir de manera conjunta el cambio climático.
Durante el evento, en el cual participan 197 países y al cual asistirán más de 20 jefes de Estado, se discutirán diversos temas para llegar al principal objetivo: la implementación del Acuerdo de París para lograr que la temperatura del planeta se mantenga por debajo de los 2º C con respecto a los niveles preindustriales.
Ante todo esto existe un grave problema que ya se dio a conocer mediante un informe realizado por la organización Transparencia Internacional y que amenaza con poner en riesgo tanto la implementación de acuerdos a los que cada país se piensa comprometer como el uso de los fondos internacionales para financiar los proyectos que combatirán el cambio climático: la corrupción.
La principal amenaza
Una triste realidad de la naturaleza humana es que, en donde existe la posibilidad de enriquecerse, la corrupción no tarda en aparecer.
Esta práctica destruye la vida de las personas, devasta la confianza de la sociedad y frustra las iniciativas de justicia social, económicas y ambientales; hecho que pone en riesgo el combate al cambio climático y la oportunidad para revertir el daño al planeta.
Solapada por la falta de transparencia y la impunidad, la corrupción privilegia a quienes están en el poder y a los más ricos frente al resto de los ciudadanos, permitiéndoles obtener ganancias a costa del resto de las personas y, en muchas ocasiones, del bienestar del planeta.
No es difícil identificar formas en las que la corrupción afecta de manera directa a la Tierra y especialmente a los programas y fondos dedicados a contrarrestar el cambio climático que avanza a pasos agigantados poniendo en riesgo a todos los seres vivos.
Algunas de las manifestaciones más claras registradas por Transparencia Internacional son: jefes de gobierno que privan a los ciudadanos de cualquier participación en los abundantes recursos de su país.
Autoridades que no toman medidas concretas para combatir la corrupción en sectores energéticos como el petróleo, pese a que esto supone pérdidas de miles de millones de dólares que podrían aplicarse a otros fines más útiles.
Contribuciones entregadas por el sector privado a funcionarios públicos destinadas para combatir los efectos negativos del cambio climático que nunca ven su destino o son gastadas en otros fines.
Acciones como las mencionadas anteriormente han acelerado la destrucción de los recursos naturales del planeta y han sentado el rumbo para la posibilidad de una quinta extinción masiva.
Los cambios en el clima se están dando a una velocidad y magnitud nunca antes vistas. De un momento a otro, el suelo, el agua y los recursos biológicos, que son la base para la sobrevivencia de los seres vivos, se degradan o desaparecen en un instante; la capacidad de la Tierra para responder a las necesidades poblacionales son cada vez menores y el problema se agrava año con año.
Es por esto que las decisiones que se tomen a nivel internacional deben considerar los efectos de la corrupción en todos los niveles si en verdad se aspira a lograr un cambio en el planeta y que las iniciativas, mediante las cuales se pretende lograrlo, verdaderamente funcionen.
Estrategias contra la corrupción
En el reporte más reciente publicado y presentado en la COP23 por la organización Transparencia Internacional y titulado “Una historia de cuatro fondos” (A Tale of Four Funds), advierte que a pesar de que se ha logrado progreso para garantizar la transparencia y la rendición de cuentas en la utilización del dinero de los fondos internacionales para combatir el cambio climático aún falta mucho por hacer.
Los fondos internacionales son de vital importancia para ayudar a los países y comunidades más pobres a enfrentar y adaptarse al combate contra el cambio climático. Sin embargo, estos se vuelven inútiles cuando la corrupción se interpone y evita que lleguen a su destino y se usen de la manera adecuada.
Además, el tema de la transparencia en el uso de los fondos es una parte fundamental dentro del Tratado de París, el cual se implementó hace dos años y mediante el cual se busca que todos los países que participan en la COP23 se unan para combatir los estragos de la cultura que dejó como legado la Revolución Industrial.
Con cada vez más dinero fluyendo entre los diversos fondos internacionales, los temas de la transparencia, rendición de cuentas, sanciones para quienes incurran en irregularidades y la protección de aquellas personas que denuncian estos actos indebidos se han convertido en un asunto cada vez más relevante e importante.
“El progreso logrado por los fondos climáticos multilaterales sobre medidas anticorrupción es un testimonio de su disposición a escuchar a la sociedad civil y las necesidades de las comunidades afectadas.
“Sin embargo, las buenas políticas requieren una implementación adecuada, por lo que la tarea ahora es que los fondos climáticos se aseguren de que las personas a las que se supone deben ayudar puedan participar en los procesos de toma de decisiones sobre cómo se gasta este dinero”, dijo Patricia Moreira, directora general de Transparencia Internacional.
El dinero que se mueve a través de los fondos internacionales es abundante, de ahí la importancia de vigilar que se utilice de manera apropiada. En el Acuerdo de Copenhague, Estados Unidos, cuyo presidente ya decidió cancelar su participación en el Acuerdo de París, se comprometió a dar 30 billones de dólares para combatir el cambio climático.
Aunado a eso, en 2015, los países desarrollados aseguraron que aportarían 100 billones de dólares para el año 2020 y continuarían con ese momentum de forma ininterrumpida hasta 2025.
A pesar de que las cantidades de dinero aportadas son cifras importantes, los fondos que realmente se necesitan para hacer frente a la degradación del planeta se calculan en trillones, pues el dinero ya seguro sólo está pensado para la implementación de programas de mitigación ambiental y adaptabilidad para poner a funcionar las estrategias planteadas.
No obstante, también se deben tomar en cuenta factores inesperados como los desastres naturales los cuales implican deudas millonarias en las regiones que destruyen cuando se presentan.
De acuerdo con el informe de Transparencia Internacional, la mejor manera de combatir la corrupción es fortaleciendo las instituciones, la verificación de los procedimientos y estándares utilizados por las corporaciones que manejan una gran cantidad de recursos de los fondos, la transparencia de los mismos y la rendición detallada y actualizada de las cuentas, transacciones y aplicación del dinero para garantizar que se utilice adecuadamente.
De no llevar a cabo las estrategias para evitar la corrupción propuestas por Transparencia Internacional y las cuales se crearon a partir del estudio del Fondo de Adaptación, El Fondo Mundial para el Medio Ambiente y El Fondo Mundial para el Clima, algunos de los que más dinero manejan y se encuentran regidos por las políticas del Banco Mundial, revertir la catástrofe ecológica tanto a mediano como a largo plazo se convertirá en una tarea casi imposible de lograr llevándonos inevitablemente a la extinción.
La situación de México
Considerado como uno de los lugares más corruptos a nivel mundial al ocupar el puesto 123 de 176 países en el ranking de Transparencia Internacional, el reto que enfrenta México para poder cumplir con los acuerdos y estrategias dirigidas al combate del cambio climático es mayúsculo.
De acuerdo con un estudio presentado por la organización Acción Climática México actualmente se encuentra como el segundo país en Latinoamérica que más contaminantes envía a la atmósfera solamente superado por el gigante amazónico: Brasil.
La predilección por la quema de combustibles fósiles sobre la implementación de tecnologías que permitirían lograr una transición al uso de energías limpias y renovables es uno de los principales problemas que afectan al país.
De acuerdo con la meta establecida, México se comprometió a que el 25 por ciento del total de la energía que use sea renovable para el año 2018; 35 por ciento para el 2024 y 50 por ciento para el 2050.
Los estragos provocados por el cambio climático en el país son cada vez más evidentes. Prueba de esto son los huracanes, las sequías y los terremotos que han azotado a la región en el último año dejando cientos de personas fallecidas y miles más en el desamparo total.
Si a esto se le suma la irresponsable acción de pescadores que están acabando con la vida marina, métodos como el fracking para la extracción de petróleo y la deforestación masiva de los bosques la situación apunta a ser catastrófica.
A principios de año se vivió en la Ciudad de México y en el área metropolitana una crisis de contingencia ambiental que paralizó a miles de ciudadanos e incluso a algunas industrias y negocios, poniendo en evidencia la falta de acciones para combatir las emisiones de CO2 que a su vez son uno de los principales factores que provocan el calentamiento global.
México, como uno de los países que participa en la COP23 se debe comprometer a cumplir con las estrategias dadas a conocer para combatir la corrupción que impide que los recursos destinados para el combate del cambio climático se usen adecuadamente y poniendo en riesgo la vida de miles de ciudadanos.