Convulsión electoral

El viernes inició el proceso electoral 2018, el más grande y costoso en la historia del país, y todos los partidos políticos llegan entre conflictos internos y fracturas a estas elecciones donde se elegirán más de 3 mil cargos, entre ellos el nuevo presidente de México
Imelda García Imelda García Publicado el
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Hoy arranca el proceso electoral del 2018 y, como nunca antes, todos los partidos llegan a él sumergidos en sendas crisis internas.

La del 2018 será la elección más grande en la historia del país. Serán 3 mil 416 cargos públicos los que estarán en disputa el próximo 1 de julio.

El tamaño y la importancia del proceso electoral han puesto en jaque a los grupos de poder dentro de los partidos políticos, que buscan colocar a sus cuadros en las boletas electorales.

Casi ninguno se salva. La mayoría de los nueve partidos nacionales enfrentan no solo problemas internos, sino que cuentan con poca credibilidad entre la ciudadanía.

Los miles de millones de pesos que recibirán para los comicios del año entrante no hacen más que ahondar la controversia sobre el precio de la democracia en México y el uso que los partidos le dan al dinero público.

Las pugnas al interior de los partidos también tendrán un ingrediente extra: en varios estados, este año ya podrán reelegirse diputados locales y alcaldes, quienes deberán tener el visto bueno de sus partidos para buscar la reelección.

Esto encarecerá el acceso a las posiciones de poder, lo que provocará fracturas en los partidos a nivel local en los estados donde habrá reelección.

La autoridad electoral tampoco llega en las mejores condiciones. Cuestionado por varios sectores de la sociedad y por los propios partidos políticos, el Instituto Nacional Electoral (INE) da hoy el banderazo al proceso electoral del 2018.

Desde hoy y durante 297 días que durará este proceso, el INE tendrá la batuta para coordinar la elección federal y coadyuvar a las 30 entidades que tendrán procesos locales.

Tendrá en sus manos después el proceso de fiscalización, quizá la tarea más compleja que enfrentará el INE y la que más ha sido cuestionada por los partidos.

La complejidad y el tamaño de la elección serán un reto monumental para todos los involucrados; y más cuando la democracia mexicana –y sus resultados- gozan de tan poca credibilidad entre los ciudadanos.

El PRI y sus batallas

Aunque callada, dentro del PRI se viven dos luchas: una, por el acceso al poder que buscan los grupos alejados de la cúpula; otra, por un posible cambio en la dirigencia nacional para llevar al partido a la elección presidencial.

En un hecho pocas veces visto en las filas del PRI, caracterizadas por tener una férrea disciplina partidista, desde hace unos meses se gestó un movimiento para “recuperar al PRI”.

Encabezado por Ivonne Ortega, exgobernadora de Yucatán, este movimiento interno tiene como principio que se escuche a los militantes del tricolor y se les tome en cuenta en la toma de decisiones.

La operación política de Ortega, sin embargo, no es gratuita. Desde principios de este año, anunció su intención de buscar la candidatura presidencial del PRI y de que sean los ciudadanos quienes elijan al candidato del tricolor.

A ella se unieron otros cuadros históricos del priismo, lo que provocó un alejamiento de los diferentes grupos.

Por primera vez en muchos años, en el PRI llegó a considerarse que la mesa estaba servida para una escisión similar a la que ocurrió en 1988, con la salida de Cuauhtémoc Cárdenas.

Sin embargo, el dirigente nacional del tricolor, Enrique Ochoa, supo sortear la crisis llamando a una Asamblea Nacional para cambiar las reglas del juego rumbo al 2018.

Aun así, en algunos sectores del partido comienza a hablarse de un posible relevo de Ochoa al frente del tricolor para dirigirlo en el proceso electoral del 2018.

Incluso, se ha mencionado al gobernador de Campeche, Alejandro Moreno, como un posible candidato a la presidencia nacional del PRI por su cercanía al presidente Enrique Peña Nieto.

A pesar de que hay incertidumbre sobre quién será el candidato presidencial del tricolor, es previsible que una vez se sepa, los demás lo arropen y apoyen su candidatura.

A todo este complejo escenario dentro del PRI se suman los escándalos de corrupción que han tocado tanto al Gobierno federal como a gobernadores y exgobernadores, varios de ellos detenidos o prófugos de la justicia.

PAN, el riesgo de división

El Partido Acción Nacional llega a este proceso electoral inmerso en una de las peores crisis de su historia.

La división interna tiene su origen en la batalla por la candidatura presidencial, entre dos abiertos contendientes que realizan ya operaciones políticas para conquistar a la mayor parte de los panistas y uno más que no termina de abrir sus cartas.

Es justamente este último contendiente, Ricardo Anaya, quien al ser también líder nacional del albiazul ha provocado la división que podría convertirse en un cisma.

El uso de recursos del partido para beneficio de su aspiración presidencial, así como la operación política que ha llevado a cabo para hacerse con el control del partido, han sido recriminados por Margarita Zavala y Rafael Moreno Valle, sus adversarios.

Este ambiente ha desatado una guerra interna por la búsqueda de apoyos; la indefinición sobre el procedimiento que se seguirá para elegir al candidato tiene en vilo a los otros contendientes.

El conflicto llegó a su clímax en las semanas pasadas, cuando después de que se dieron a conocer revelaciones sobre el incremento del patrimonio de Ricardo Anaya y su familia, éste decidió declarar la guerra al PRI.

Y no solo eso: apresuró al PRD y a Movimiento Ciudadano a conformar el frente opositor y registrarlo ante el INE para contender con ellos en la elección presidencial.

Una parte del PAN estuvo de acuerdo con su dirigente y le mostró su respaldo. Otro grupo, se mostró en contra y se rebeló contra las indicaciones de Anaya.

El conflicto en el Senado por la presidencia de Ernesto Cordero en la Cámara alta fue el clímax de la división entre anayistas y calderonistas y, aunque son apenas unos cuantos senadores los que se sumaron contra Anaya, poseen capacidad de interlocución con el PRI y el Gobierno federal, lo que les da mayor influencia en el Senado.

Al de por sí complicado panorama al interior del PAN se suma ahora el reto de construir la plataforma electoral del frente opositor y, peor aún, buscar a quien será el abanderado en las próximas elecciones.

PRD, la desbandada

Si una palabra pudiera definir lo que ha vivido el Partido de la Revolución Democrática desde el 2012, sería: desbandada.

Desde la firma del Pacto por México y su acercamiento con el Gobierno federal –y después con el PAN-, el PRD ha desencantado a muchos personajes que vieron en él a un partido de izquierda y de oposición.

Una salida numerosa de sus militantes ocurrió después de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, ocurrida en Iguala, Guerrero, cuyo gobierno municipal perredista estuvo presuntamente involucrado en los hechos.

A eso se sumó el apoyo que el PRD dio al PRI en la aprobación de la reforma fiscal y por la forma en que la corriente Nueva Izquierda, conocida como “Los Chuchos”, se apoderó del partido, terminaron por hacer que varios presentaran su renuncia.

Ahí, figuras como Cuauhtémoc Cárdenas o Alejandro Encinas abandonaron el PRD.

Recientemente, con la negativa de la cúpula perredista de apoyar a Morena en el Estado de México –permitiendo así que el PRI ganara la elección- y con el acercamiento del PRD al PAN para conformar el frente opositor, nuevamente se vive una desbandada en el partido.

El escenario es tan adverso para el perredismo que ha pegado a sus bancadas en el Congreso. En el Senado, la bancada es de apenas 7 legisladores; en la Cámara de Diputados es de 52 congresistas.

El mayor problema para el PRD es que con estas salidas no solo pierden a políticos en cargos públicos, sino a estructuras que se llevarán sus votos con ellas.

Un complejo escenario para un partido de izquierda que se aliará con la derecha en un proyecto de Nación para los próximos años.

PVEM, ¿adiós al PRI?

En el Partido Verde Ecologista de México hay una duda en el ambiente: ¿seguir o no siendo aliados del PRI en el 2018?

La idea de lo que parece ser un divorcio inevitable se ha hecho más patente en las últimas semanas, cuando desde el propio Verde se ha dicho que es posible unirse al frente opositor que conformaron el PAN, el PRD y MC.

La alianza del Verde con el PRI no ha sido solo electoral, sino en lo legislativo. El PVEM ayudó a los priistas a que fueran aprobadas las reformas estructurales del presidente Peña Nieto, y el PRI hizo lo propio para que el Verde sacara adelante promesas de campaña.

Sin embargo, en los últimos meses, la relación entre ambos partidos se ha deteriorado no solo a nivel federal, sino local. Ya en el Congreso de la Unión la colaboración no es tan fluida como hasta antes del 2015.

Ahora, el PVEM coquetea con separarse de su aliado tricolor. Hace unas semanas, legisladores de ese partido plantearon la posibilidad de unirse al frente opositor.

La idea se refuerza cuando se pone en el escenario lo que ocurre en algunos estados, como Chiapas –donde gobierna Manuel Velasco, el único mandatario del PVEM en el país- entidad donde el rompimiento de ambas fuerzas políticas es inminente.

El Verde se ha caracterizado por ser un partido que sobrevive gracias a las alianzas. En el año 2000 se alió al PAN, que llevó al triunfo a Vicente Fox; sin embargo, rompió con el albiazul dos años después.

Desde entonces permanece junto al PRI, situación que podría cambiar en el 2018, al ver la correlación de fuerzas en el país.

Morena, la voz única

En Morena todos lo saben: la única voz que impera es la de su dirigente nacional, Andrés Manuel López Obrador.

Aunque hasta hace unos meses todo parecía marchar sobre ruedas en el partido, fueron los propios militantes de Morena quienes pusieron obstáculos en el avance.

Fueron primero los supuestos actos de corrupción de Eva Cadena, diputada veracruzana que fue captada en video recibiendo dinero; después, el escándalo por el probable vínculo de Rigoberto Salgado, delegado de Tláhuac, con grupos del narcotráfico en la Ciudad de México.

Sin embargo, la gran crisis que enfrenta ahora Morena es la candidatura a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, que fue otorgada de facto a Claudia Sheimbaun, delegada de Tlalpan, y no a Ricardo Monreal, delegado de Cuauhtémoc y quien era uno de los políticos y operadores más cercanos a López Obrador.

El conflicto interno ha permanecido controlado, pues aunque Monreal convocó a sus allegados para tomar una determinación sobre si irse o no del partido, hasta ahora ha afirmado que se mantiene en las filas de Morena.

Sin embargo, no niega que se le han acercado otros partidos y que el propio frente opositor lo ve como un candidato viable para la elección del 2018.

Si Ricardo Monreal decide abandonar Morena, Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheimbaun se estarían enfrentando no solo al personaje en sí, sino a toda la estructura territorial que el zacatecano ha construido en la capital del país.

Lo que antes se veía como un triunfo seguro e inobjetable para Morena en el 2018, en la capital del país, ahora se ve como un peligro para la estabilidad del partido y la candidatura presidencial de López Obrador; porque no solo se iría Monreal, sino todos los grupos que lo acompañan en su partido.

Ninguno se salva

En los partidos minoritarios también existen circunstancias que impactarán su actuación en las elecciones del 2018.

En Movimiento Ciudadano la pugna entre los grupos de su dirigente, Dante Delgado, y Enrique Alfaro, alcalde de Guadalajara, han llevado a que el partido cambie de posición repentinamente.

Hasta julio pasado, MC se había pronunciado contra las alianzas electorales cuando recibió una invitación del PAN y el PRD para unir fuerzas y construir un frente opositor.

Sin embargo, repentinamente, MC decidió unirse al frente y acompañar a ambos partidos no solo en lo electoral, sino en lo legislativo.

Prueba de ello fue el bloqueo a la instalación de la Mesa Directiva en la Cámara de Diputados, en el que MC participó activamente.

El cambio ocurrió tras la insistencia de Enrique Alfaro, quien en varias ocasiones se reunió con el Jefe de Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, quien lo convenció de ir juntos en la elección.

Así, Alfaro, quien tiene un mayor control sobre la estructura del partido, se impuso a Dante Delgado, quien controla la cúpula de ese instituto político.

Nueva Alianza también está dividido al interior. Y más que el partido, son los maestros quienes tienen una división en sus apoyos.

Por un lado, están quienes forman parte de la estructura del partido –o los maestros que son llamados a trabajar para ella- y que siguen las instrucciones institucionales de apoyar a tal o cual candidato, con el que vayan aliados.

Del otro, están quienes permanecieron leales a Elba Esther Gordillo, la exlideresa magisterial presa desde el 2013, pero cuya influencia continúa siendo determinante políticamente.

Muestra de ello fue el apoyo que su yerno y principal operador político, Fernando González, dio públicamente a Delfina Gómez, la candidata de Morena al Estado de México.

En el Partido Encuentro Social está todavía a discusión si irán o no en una alianza electoral con otro partido; de no hacerlo, se prevé que su candidato presidencial sea Hugo Eric Flores, su dirigente.

Sin embargo, un tema que promete sacar chispas en sus filas es el apoyo que han prometido a Cuauhtémoc Blanco, alcalde de Cuernavaca y quien busca ser gobernador de Morelos.

Al interior del PES, un sector asegura que se trata de una apuesta que daría muchos votos al partido e incluso podría darle el triunfo en esa entidad; la preocupación está más bien en el después, en qué ocurrirá cuando el exfutbolista tenga que enfrentar los problemas de gobernar una entidad tan importante como Morelos.

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