El clickactivismo ¿La nueva revolución?
Las plataformas digitales se han convertido en una de las principales herramientas para buscar generar un cambio a través del llamamiento a la movilización social, realidad que ha quedado demostrada en situaciones como el 19S o el movimiento MeToo, sin embargo, también han acarreado dificultades como la frivolización de iniciativas que no conducen a nada
Ernesto Santillán[kaltura-widget uiconfid=”38045831″ entryid=”1_15ne7rl9″ responsive=”true” hoveringControls=”true” width=”100%” height=”75%” /] El precio de la mala política se paga con la moneda del sufrimiento humano. Y no es hasta que este malestar alcanza sus máximos niveles de hartazgo que la sociedad busca exigir un cambio en busca de una realidad mejor.
Sin embargo, como sociedad tendemos a creer que es poco lo que podemos cambiar individualmente o en grupo de los asuntos que nos preocupan, molestan o el cómo son manejados, pues ante la falta de efectividad de las exigencias, la idea de que a través de la unidad se puede generar un cambio real se ha ido difuminando.
Esto ha provocado que la inconformidad social que se encuentra en el ambiente flote a la deriva buscando en vano un terreno sólido donde anclar, un objetivo visible para todos hacia donde converger, compañeros con quienes cerrar filas en torno a un objetivo común.
Desde entonces, los problemas y las preocupaciones tanto privadas como públicas difícilmente han llegado a constituirse en causas colectivas comprometidas con su búsqueda, convirtiéndose en expresiones aisladas y de corta vida, las cuales se agotan en el instante en que los manifestantes retoman sus actividades cotidianas y, entonces, las cosas regresan inalteradas al mismo lugar en las que se encontraban antes de la búsqueda del cambio.
Arma de doble filo
Las plataformas digitales como las redes sociales o páginas como Change.org se han convertido en herramientas fundamentales para el llamado a los movimientos sociales o a la exigencia de un cambio, trayendo con ellas un arma de doble filo.
Por un lado se les ha considerado un instrumento que permite visibilizar un problema de una manera mucho más amplia, como también ha facilitado la comunicación entre la sociedad y, en ocasiones, hasta la unidad en torno a una causa en común.
Por otro lado, estas plataformas también han trivializado los movimientos sociales, han puesto en duda el compromiso de aquellos que buscan un cambio únicamente suscribiéndose o apoyando una causa mediante un click o, incluso, muchas otras veces fungiendo como herramientas de odio que en lugar de unir, enfrentan a la sociedad entre sí.
Rubén Darío Vázquez, especialista en internet y redes sociales, considera que para que un movimiento social sea clasificado como tal, éste debe darse en el mundo físico a pesar de que se haya gestado en el mundo digital.
“Para que realmente estemos hablando de movimientos sociales, aunque estos se generen en internet, también tiene que haber una corresponsabilidad en el mundo físico”, explica el columnista de Forbes, quien agrega que estas plataformas de igual manera han traído consigo ventajas.
“Es cierto también que las movilizaciones sociales que se han dado en los últimos años han tomado como punto de partida las plataformas digitales, especialmente por la flexibilidad, el alcance que tienen y la libertad que existe para usarlas, lo que facilita
que personas que en diferentes circunstancias que no hubieran podido conocerse o no hubieran podido intercambiar ciertas ideas o integrarse a una movilización lo hagan y que, en verdad, eso se pueda trasladar al mundo físico”.
En cuanto a las desventajas, la académica de la FES Acatlán, Nancy Lara Hernández, comenta que éstas también pueden ser utilizadas para generar conflictos entre la sociedad y provocar división o invitar al odio.
“En relación a las movilizaciones que se generan a través de internet considero que sí existe un peligro, pues actualmente las redes sociales se utilizan de forma indiscriminada.
Cualquiera puede poner información que es falsa, nociva y que obviamente tiene el potencial de convertirse en un tema viral, lo que las convierte en una herramienta para difundir odio en lugar de buscar generar cambios que beneficien a la sociedad y al país.
Las redes sociales han dejado de ser una herramienta utilizada únicamente para vincularnos socialmente y se han convertido también en un instrumento para ponernos unos contra otros”, comenta.
Candy Rodríguez, experta en derechos digitales y defensora de los derechos de las mujeres, acota que debido al amplio abanico de posibilidades que han abierto las plataformas digitales, estas deben ser utilizadas únicamente como una herramienta y no como un fin.
Sin receta para el cambio
Existen diversas posturas respecto a cómo se debe buscar el cambio social o cómo se debe presionar al poder para que la realidad se modifique. Sin embargo, lo que no existe, es una receta o una fórmula específica que garantice que la suma de ciertas acciones deriven en un resultado concreto cuando de manifestaciones sociales se trata.
De fondo no hay una receta para cambiar la realidad. Quienes digan que los clicks no generan un cambio entonces también deben estar conscientes que esto que argumentan tampoco se resuelve con la publicación de informes o con ruedas de prensa y, muchas veces, tampoco con salir a marchar a las calles.
“La realidad cambia a través de un conjunto de expresiones sociales que van alertando al poder que el costo de todo aquello que están haciendo o dejando de hacer es muy alto, lo que los obliga a modificar una postura o una forma de actuar o gobernar”, explica Alberto Herrera Aragón, director de Change.org en México.
En respuesta al cuestionamiento de si el cambio únicamente se puede dar si las movilizaciones que se gestan en el mundo digital tienen que trasladarse forzosamente al mundo físico, el doctor en sociología y académico de la universidad La Salle, César Rebolledo, comenta que en este momento el mundo digital se ha convertido en una extensión del físico, por lo tanto, el cambio puede surgir de cualquiera de estos mundos.
“Yo creo que hoy en día hay un puente directo entre el mundo digital y el terrenal. Ya que lo que sucede en el primero repercute en el segundo y viceversa.
Actualmente el mundo digital tiene tanta trascendencia en el mundo físico que comienza a dominarlo. La visión crítica nos dice que el activismo digital es falso, que es banal, que sólo habla de poses y de posturas, sin embargo hay que entender que el mundo digital perfectamente puede cambiar el curso de una elección o de una discusión política o social sin necesariamente llegar a la calle”, comenta.
Alberto Herrera también identifica una relación cada vez más cercana entre quienes están enfocados en hacer ciberactivismo y quienes abogan por salir a las calles a marchar.
“No creo de ninguna manera que el internet vaya o tenga que suplantar las manifestaciones físicas, lo que creo es que nos vamos a terminar convirtiendo en potencializadores mutuos, es decir, grupos que generan movilizaciones callejeras han ido encontrando cada vez más en el internet una forma de organizarse de manera muy ágil par poder reaccionar en la calle frente a los abusos del poder.
También aquellos que han apelado a las plataformas digitales se están dando cuenta cada vez más cómo estas plataformas les permiten lanzarse a la movilización más allá de las pantallas. Son cuestiones complementarias”, dice el director de Change.org en México quien considera que en un futuro se irán cerrando las brechas entre estas diferentes tácticas de movilización para finalmente darnos cuenta que forman parte de un todo y que tienen que ser utilizadas en conjunto para poder cambiar la realidad.
Frivolización en la era digital
Una de las discusiones que más polémica provoca en torno al llamamiento de la movilización social a través de las plataformas digitales es la banalidad de los temas que muchas veces se buscan abordar o de las iniciativas que surgen a través de estos canales de comunicación y que pueden llegar a rayar en el chiste o la broma, provocando a su vez que temas de mucha mayor importancia o trascendencia sean pasados por alto.
Algunos expertos en temas digitales sugieren que este fenómeno se ha fortalecido a partir de la creación de plataformas como puede ser Change.org, mediante la cual cualquier persona puede difundir una petición para buscar generar un cambio en relación a cualquier tema.
Sin embargo, el director de esta organización en México, Alberto Herrera, explica que este medio digital no es un regulador de contenidos, sino una plataforma digital encargada de difundir contenidos que crean otras personas.
“Nosotros somos depositarios de contenidos que generan otras personas y salvo casos muy extremos de difamación, discurso de odio o bullying, nosotros no podemos dar de baja ninguna petición, pues no somos calificadores de qué tan buenos o malo son los temas que promueven los usuarios porque no tenemos una agenda temática propia”.
En este sentido, Herrera señala que lo que ha generado el internet con plataformas como Change.org es la liberación de herramientas para que cualquier persona que tenga un dispositivo o una conexión a internet pueda generar el ruido suficiente para llamar la atención de los tomadores de decisiones y así poder generar el cambio que buscan.
En relación al ‘slacktivismo’, termino utilizado por el especialista en internet y redes sociales Rubén Darío Vázquez, quien lo define como el tipo de actuación que se da por parte de la ciudadanía en redes sociales u otras plataformas digitales donde las iniciativas que se promueven no incitan o generan prácticamente nada, el doctor en sociología, César Rebolledo admite que en lo digital es común encontrarnos con actitudes frívolas, banales o que sólo buscan ‘la pose’ respecto a cualquier tema.
“Sí creo que puede haber en el mundo digital una tendencia a la pose, ya sea política, por los derechos humanos o por cualquier otro tema. Lo vemos constantemente reflejado en aquellas cuentas donde el administrador lo único que busca es demostrar “lo bueno o lo solidario que es a través de una fotografía que de fondo tampoco implica que exista un compromiso con alguna causa”, señala.
De acuerdo con Herrera, no hay ninguna evidencia de que el internet o plataformas como Change.org sean un inhibidor de otro tipo de expresiones sociales de movilización. Es decir, de cualquier otra de las técnicas que antiguamente se hayan utilizada para presionar al poder.
En cuanto a la diferencia en el nivel de compromiso de quienes buscan un cambio mediante las plataformas digitales y quienes lo hacen a través del mundo físico, Herrera menciona que no considera que ninguna de las dos estrategias le resten compromiso a quienes participan en cualquiera ellas.
“No creo que las movilizaciones sociales que se gestan en plataformas digitales le resten compromiso a quienes se manifiestan o apoyan una petición a través de internet, lo que sí creo es que nadie puede pedirle a la sociedad, pues esta no es heterogénea, que tenga la misma dedicación en tiempo, en atención y en recursos que un activista dedicado al cien por ciento a generar cambios.
Lo que sí es importante es que la gente tenga a su disposición herramientas que permitan que su nivel de compromiso, cualquiera que sea, pueda materializarse.
Si mi nivel de compromiso da para que pueda estar impulsando alguna causa las 24 horas del día, perfecto, eso te conviértete en un activista de tiempo completo. Pero eso no se lo podemos pedir a todo el mundo.
El nivel de compromiso que permite Change.org es el que cada individuo desee darle a una causa”.
Casos emblemáticos
La forma en como se utilizaron las plataformas digitales después del sismo del 19 de septiembre del año pasado es, quizá, la muestra más clara del poder que las herramientas cibernéticas tienen a la hora del llamamiento a la movilización social para apoyar alguna causa.
Después de la catástrofe que dejó a su paso el desastre natural en diversos estados del país, la organización para llevar ayuda, para repartir despensas, para encontrar a personas desaparecidas, para informar a la sociedad y para contrarrestar las noticias falsas se gestaron en el mundo digital.
De hecho, el director de Change.org, reveló que una semana después del temblor la página recibió la petición que hasta la fecha ha tenido más firmas en todo el mundo donde existe la plataforma.
“El fenómeno más grande que se ha dado en Change en todo el mundo se gestó en México y fue el de pedirle a los partidos políticos que cedieran el dinero de sus campañas para reconstruir lo que el sismo destruyó. Nunca en la historia de esta plataforma una petición ha tenido tantos apoyos”, dijo.
En aquella ocasión se conjuntó la fuerza de las plataformas digitales con la acción física de miles de personas que se lanzaron a las calles a ayudar, hecho que demuestra que las movilizaciones que buscan un cambio requieren tanto del mundo digital como del físico para poder alcanzar la máxima efectividad.
Otro evento que se gestó en ambos territorios y que terminó provocando cambios sociales y políticos trascendentales fue la Primavera Árabe, movilización que derivó en el derrocamiento del entonces presidente egipcio Hosni Mubarak.
Si a estos acontecimientos se le suman el llamado #YoSoy132 o el #MeToo podemos darnos cuenta de que actualmente las movilizaciones que buscan un cambio real no pueden lograrlo si no se trabaja con el mundo físico y el digital en conjunto.