El Clero, en la mira del crimen organizado
El asesinato de dos curas en Guerrero pone al centro de la discusión sobre si la iglesia católica es un sector más de los infiltrados por el crimen organizado
Gibrán ZafraLos sacerdotes se encuentran en la mira del crimen como nunca antes en México. Cada uno de los casos de agresiones contra los miembros del clero abren la duda sobre si su liderazgo representa un contrapeso para los grupos del crimen organizado o si se convirtieron en un sector más de la sociedad infiltrado por el narcotráfico.
Expertos en el tema coinciden en que la figura de los curas tiene un liderazgo natural en las comunidades del país, muchas de ellas azotadas por la violencia, esa posición hace que el párroco se entere de primera mano de todas las actividades que se realizan en el entorno.
El reciente asesinato de dos curas en Guerrero ha puesto el tema nuevamente en el centro de la discusión. El caso elevó la cifra de muertes de este tipo a 21 en lo que va del sexenio de Enrique Peña Nieto, superando los 17 que se alcanzaron en la administración de Felipe Calderón.
Germaín Muñiz García, párroco de Mezcala, e Iván Añorve, párroco de San Marcos, fueron asesinados en la carretera federal Taxco-Tehuilotepec, ataque donde también resultaron heridos cuatro civiles. Los religiosos viajaban de noche en una camioneta blanca, marca Toyota, cuando un vehículo les cerró el paso, hombres armados los rafaguearon y luego se dieron a la fuga.
Muñiz y Añorve venían de Juliantla, donde estuvieron en las fiestas de la Virgen de la Candelaria. Según la versión oficial presentada por Xavier Olea, fiscal de Guerrero, los párrocos bebieron en el baile amenizado por el grupo Bronco, donde sus acompañantes tuvieron problemas con integrantes de un grupo delictivo. El funcionario estatal dijo que el evento no contó con seguridad de ningún tipo por lo que miembros de cárteles de Guerrero, Morelos y el Estado de México se dieron cita.
Hace ocho días a 200 kilómetros del lugar, en Chilapa, fueron hallados siete cuerpos desmembrados. La región es un foco rojo en la entidad. El fiscal calificó como imprudente el comportamiento de los curas, al señalar que bebieron y en ese estado manejaron a altas horas de la noche; adelantó además que probablemente uno de ellos fue confundido como miembro de algún grupo del crimen organizado debido a que ha circulado en redes sociales una fotografía de Muñiz con un arma y acompañado de un comando.
En contraste con las declaraciones de Olea, la diócesis de Chilpancingo-Chilapa rechazó posibles vínculos entre los curas y la delincuencia organizada, y exigieron una investigación seria que no dañe la reputación de los asesinados. Además agregó que por su labor, Muñiz conocía de la operación de grupos del crimen en la región pero que eso no significa que tuviera relación con ellos.
Tan sólo en el 2017 cuatro sacerdotes fueron asesinados en México, además de que se denunciaron dos secuestros y ataques a sedes religiosas. El Centro Católico Multimedial (CCM), organismo religioso que da seguimiento a las agresiones de este tipo, contabilizó 36 crímenes en los últimos 11 años.
El padre Omar Sotelo, director del CCM, denunció que las causas de los crímenes son multifactoriales, que pueden ir desde la violencia generalizada hasta la presencia del crimen organizado en algunos casos, ya que han identificado extorsión, levantamientos y tortura.
El cura recuerda que desde el organismo que encabeza ha alertado a las autoridades sobre el aumento en los crímenes y agresiones contras sacerdotes, una a mediados del gobierno de Felipe Calderón, otra al inicio del actual con Peña Nieto y la última en el 2016.
Alejandro Solalinde, sacerdote y activista, ve una razón clara, el crimen organizado perdió la contención moral que existía, ya no tiene barreras, además del factor de que los curas ejercen en zonas muy peligrosas, como en Guerrero y Veracruz, a las que describe como polvorines.
El defensor de migrantes indica que lamentablemente no hay un compromiso serio para prevenir los crímenes contra sacerdotes, y lo compara con lo que sucede con los asesinatos contra periodistas, mujeres y población en general, donde hay una falta de seriedad en las investigaciones.
Según datos de la Dirección General de Asociaciones Religiosas de Gobernación, en México existen 83 mil 612 ministros de culto, los cuales se dividen en las religiones cristiana, oriental, judía, islámica y nuevas expresiones. El 99.8 por ciento del número total es representado por los cristianos.
En su último artículo editorial del 2017, el diario de la Arquidiócesis de México criticó el problema de la inseguridad en el país, luego de que ese año cerró con los crímenes de sus sacerdotes Joaquín Hernández Sifuentes en Saltillo, Felipe Altamirano Carrillo en Nayarit, José Miguel Machorro en la Ciudad de México y Luis López Villa en el Estado de México. “Si la violencia crece y permanece, es porque hay factores que han sido desdeñados, y en cambio se han privilegiado otros de probado fracaso”, denunció.
El papel del narco
Alejandro Solalinde descarta que el vínculo entre sacerdotes y el crimen organizado sea una de las principales causas de los asesinatos ocurridos en México. Para el clérigo, de existir sería muy escandaloso y no podría pasar desapercibido; lo atribuye más a advertencias del narcotráfico hacia los religiosos, que según explica, su labor es defender a la gente de las comunidades y eso los expone.
En 2010, Norberto Rivera, quien recientemente dejó de ser arzobispo de la Arquidiócesis Primada de México, lanzó una alerta sobre la infiltración del narcotráfico en todos los sectores de la sociedad, incluida la iglesia.
“Para vergüenza de algunas comunidades católicas, hay sospechas de que benefactores coludidos con el narcotráfico han ayudado con dinero, del más sucio y sanguinario negocio, en la construcción de algunas capillas, lo cual resulta inmoral y doblemente condenable”, escribió el controvertido personaje en una editorial del diario católico.
Cinco años después de esa editorial, Felipe Arizmendi, entonces obispo de la diócesis de San Cristobal de las Casas, Chiapas, en uno de sus mensajes semanales advirtió que los narcotraficantes obligaban a los sacerdotes a oficiar ceremonias religiosas a cambio de grandes limosnas, y si se negaban los desaparecían y ejecutaban.
Luego de los asesinatos en Guerrero, Salvador Rangel, obispo de Chilpancingo-Chilapa, habló públicamente de la necesidad de conversar con los líderes del crimen organizado para tratar de reducir la violencia en la región, incluso reconoció que él ha dialogado con los capos para que cuiden de su clero.
“Si el crimen está vinculado a su actividad pastoral es porque tienen un conocimiento de todo lo que ocurre en las comunidades, en ese sentido los representantes de la iglesia tienen un liderazgo natural y conocen las zonas en las que tiene presencia del crimen”, afirmó Eurubiel Tirado, coordinador del Programa de Seguridad Nacional, Democracia y Derechos Humanos en México de la Universidad Iberoamericana.
Para el experto en seguridad, las zonas con mucha penetración del crimen organizado carecen de la autoridad representada por el Estado, por lo que los liderazgos que quedan son los religiosos; y agrega que acabar con la vida de un sacerdote es de mucho mayor impacto que la de un civil, aunque aclara que no es porque valga más o menos.
2018, siguen ataques
5 de febrero, Guerrero
Los párrocos Germaín Muñiz e Iván Añorve.
2017, año de ejecuciones
12 de enero, Coahuila
Joaquín Hernández Sifuentes.
26 de marzo, Nayarit
Felipe Altamirano Carrillo.
5 de julio, Edomex
Luis López Villa.
2 de agosto, CDMX
José Miguel Machorro Alcalá.
Bajo amenaza de muerte
Alejandro Solalinde se ha caracterizado por ejercer su labor religiosa en el activismo de la defensa de los migrantes que pasan por México. Su trabajo implica el roce con grupos de la delincuencia organizada, lo que le ha costado amenazas directas de muerte.
“A mí me lo dijeron Los Zetas en algún momento: no te metas con mi mercancía, los migrantes son mi mercancía, no te metas con ellos”, relata el religioso que no se explica cómo aún no lo han matado
En 1988 también fue amenazado por un grupo del narco, luego de intervenir porque estaban invadiendo su comunidad, lo que provocó que saliera del lugar ante las intimidaciones, seis días después de partir se enteró que habían asesinado a uno de sus catequistas, unos días más tarde a otro. “Me hubieran matado ahí aunque fuera padrecito”, confiesa Solalinde.