El poderoso avance de Milton hacia Florida apenas pocos días después de que Helene devastó grandes extensiones del sureste de Estados Unidos probablemente ha hecho que algunos habitantes de la región se pregunten si están siendo atacados.
En algunos rincones del internet, Helene ya ha sido objeto de teorías conspirativas y desinformación que insinúan que, de alguna manera, el gobierno mandó el huracán contra votantes republicanos.
Además de ir en contra del sentido común, este tipo de teorías ignoran los antecedentes climáticos que muestran que los huracanes impactan muchas de las mismas zonas en las que lo han hecho durante siglos. También asumen que el ser humano cuenta con la capacidad para modificar el clima más allá de empeños relativamente menores como la siembra de nubes.
“Si los meteorólogos pudieran detener los huracanes, detendríamos los huracanes”, dijo Kristen Corbosiero, profesora de ciencias atmosféricas y ambientales en la Universidad de Albany. “Si pudiéramos controlar el clima, no querríamos el tipo de muerte y destrucción que ha ocurrido”.
¿Se pueden controlar los huracanes?
Jim Fleming, del Colby College, ha estudiado los intentos históricos por controlar el clima y considera que el ser humano está muy lejos de contar con la tecnología práctica para tener éxito. Habló de un intento en 1947 en que General Electric se asoció con las fuerzas armadas de Estados Unidos para arrojar hielo seco desde aviones de la Fuerza Aérea en la trayectoria de un huracán con el objetivo de debilitarlo. No funcionó.
“Habitualmente, la ciencia abarca la comprensión, predicción y luego, un posible control”, dijo Fleming, destacando que la atmósfera es mucho más potente y compleja que la mayoría de las propuestas para controlarla. “La idea de que se puede controlar el poder de los cielos se remonta a la mitología griega, pero también es una idea fallida”.
En las décadas de 1960, 1970 y 1980, el gobierno de Estados Unidos puso a prueba brevemente el Proyecto STORMFURY. La idea era sembrar un huracán para reemplazar la pared de su ojo con una más grande que hiciera que la tormenta fuera de mayor tamaño, pero de menor intensidad.
Las pruebas no fueron concluyentes y los investigadores se dieron cuenta de que, si hacían que la tormenta adquiriera mayor amplitud, personas que no hubieran resultado afectadas por el huracán original ahora estarían en riesgo, lo cual plantea un problema ético y de responsabilidad legal, dijo el director del programa en alguna ocasión.
Durante décadas, el NHC y la agencia a la que pertenece, la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), han recibido preguntas sobre la posibilidad de arrojar una bomba nuclear a un huracán. Pero las bombas no son lo suficientemente potentes, y se añadiría el problema de las consecuencias radioactivas, comentó Corbosiero.
Recurrir a icebergs, sembrado de tormentas o añadir sustancias que absorban el agua también son ideas que simplemente no funcionan, dijeron científicos de la NOAA.