Decía que había nacido en Acapulco, pero su verdadera historia apuntaba a Sayula. Entonces lo fuimos a buscar, como si se tratara del último deseo de una madre que nos manda por el cacique de un pueblo. Llegamos a Sayula buscando a Juan Rulfo, aunque pareciendo ser parte de su narrativa, nos encontramos con un pueblo cuya presencia solamente era la de un fantasma olvidado.
Como experto en la mentira, Juan Rulfo nos trajo hasta el sur de Jalisco sólo para comprobar el origen de una mente oscura y brillante a la vez; se cumplen 100 años de su natalicio, pero el pueblo que lo vio nacer parece estar cobrando la factura por años de negación.
Sayula se nota sobrio, entre sus calles no figura el nombre del escritor jalisciense y mucho menos la relevancia de una fecha que se siente cercana. Cien años parecen poco para un pueblo que durante muchas décadas fue negado por quien hoy se alza tras un siglo de incertidumbre sobre el lugar donde nació.
Preguntar por la figura remite a la negativa, pocos saben de él, dicen que hay un kínder con su nombre o una calle en la periferia. Casi a la salida rumbo a San Gabriel se encuentra la calle, una que cualquier despistado pudiera pasar sin tomar en cuenta la relevancia que es llevar el nombre del magno escritor.
Faltan placas oficiales que hagan constancia de la renombrada figura literaria, la terracería hace casi imposible transitar a los coches y apenas un letrero pintado por los vecinos da cuenta del nombre.
La casa donde nació luce solamente una placa pequeña que señala: “el 16 de mayo de 1917 nació en esta casa (…) el célebre novelista Juan Rulfo”, que fue puesta por el Ayuntamiento de Sayula tras la muerte del escritor, emblema de que aún en vida y con la fama del jalisciense las autoridades locales se negaban a darle el lugar que el mismo escritor les negó.
Preguntar por aquella casa perdida en el primer cuadro de la ciudad es una odisea. La mayoría de los habitantes saben que ahí nació, así dice la placa, pero son pocos los que con seguridad afirman su posición. Una cuadra arriba o una abajo, nadie sabe con exactitud cuál es la casa del escritor que los negó como paisanos.
“Dicen que ni nació aquí”, responde un policía a las puertas del edificio que alberga el Ayuntamiento de Sayula, se escucha la tristeza en la voz cuando nos remiten a buscar a alguien mayor para que nos hable de la vida de Rulfo, pero nadie sabe, porque a los tres años partió de aquel pueblo.
En el libro “Antecedentes y datos biográficos de Juan Rulfo”, escrito por el recién fallecido cronista de Sayula, Federico Munguía Cárdenas, se rememora que no fue sino hasta una entrevista con la también escritora Elena Poniatowska que Rulfo reconoció en aquel pueblo el lugar de su nacimiento.
Incluso en el mismo libro se apunta que “la gente del pueblo expresa rechazo e indiferencia por Rulfo”, y que respecto de un edificio que guarda su nombre fue porque el ayuntamiento lo impuso.
Un par de alumnas del Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario (CEBETA) número 19, trabajando en un puesto del centro de Sayula dudan cuando se les pregunta por la historia de Juan Rulfo.
“Ellas deberían de saber”, dice el hombre que atiende junto a las chicas. La biblioteca del CEBETA lleva el nombre del escritor. Pero nadie habla de Juan Rulfo, responden las adolescentes. Responden con la leyenda difundida ya como una tradición lingüística “dicen que no era de aquí”.
Incluso la historia se tornó en un delirio al que más tarde también se sumaría el otro gran escritor jalisciense y amigo de Rulfo, Juan José Arreola, quien argumentaba que a Rulfo le desagradaba la idea de haber nacido en Sayula por los versos de “El ánima de Sayula”.
“Lo negaba Rulfo por aquella poesía que hay del ánima de Sayula. Es una poesía que hizo un sargento Pedroza que vivió aquí una temporada, y sabiendo que en Sayula había rivalidad con Ciudad Guzmán se decía en los dos pueblos que había muchos homosexuales, entonces ese Pedroza hizo la poesía referente al ánima de Sayula que de eso trata (…) Rulfo por eso decía que no era de Sayula, por esa fama mal fundada”, relata la viuda de Federico Munguía, Angélica Anaya.
No obstante que, a pregunta expresa, Eva de la Torre, única sobrina de Juan Rulfo que aún reside en Sayula, responde que la negativa de su tío a decir que era de tal pueblo se debe a que en realidad toda su vida la vivió en San Gabriel, estando en Sayula sólo hasta los tres años de edad.
“Juan practicaba la mentira como una forma literaria, mentía con la más cristalina y nítida intención de que estaba haciendo algo que le interesaba a él como literatura y lo ponía a prueba”, señalaba Juan José Arreola según lo recogido en el libro de Munguía Cárdenas.
Así nació la leyenda, el lugar de origen parecía disputarse en las mentes de los seguidores del literato, una disputa que si bien hoy no se siente con la misma intensidad, sí se refleja en los festejos que cada pueblo hace de la importante fecha.
Sonando a lo lejos en una bocina de la plaza de Sayula, un aviso recuerda a los habitantes que se cumplen 100 años de su nacimiento, las miradas son desinteresadas y pocos detalles recuerdan la fecha en sus calles.
Un edificio rememora al escritor, es la Casa de la Cultura que lleva su nombre y que apenas tiene unos cuantos objetos sobre el mismo, entre ellos, documentos de su nacimiento y registro en tal localidad.
A diferencia de Sayula, en el vecino pueblo de San Gabriel se alberga un museo en el cual puede encontrarse una sección dedicada al escritor, además de conciertos que este fin de semana se llevarán a cabo en conmemoración al escritor.
En vida Rulfo donó libros a la biblioteca que más tarde se llamaría Pedro Páramo. Con mucho gusto el jalisciense se hizo de un recuerdo vivo en aquella región, al punto de que en agradecimiento en San Gabriel cada año se recuerdan las fechas de su nacimiento y muerte.
Durante una visita –se lee en el libro de Federico Munguía– Juan Rulfo esperó en la calle mientras unos amigos suyos entraban a una casa a grabar los lugares de su infancia. Le pidieron que entrara pero él les respondió que “estaba repasando sus recuerdos”.
Como si se tratara de un mantra literario, Rulfo dejaría sus raíces en San Gabriel, pues como alguna vez escribió el también escritor Gabriel García Márquez: “la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda”.
Aunque el mismo Rulfo pudo haberse creado la imagen tiránica que le daría en su momento a un tal Pedro Páramo, pues como apuntó Carlos Fuentes en un ensayo sobre el jalisciense y su mítico personaje respecto de su parecido con las grandes lecciones de Maquiavelo:
“El jalisciense sabe que un príncipe sabio debe alimentar algunas animosidades contra él mismo, a fin de aumentar su grandeza cuando las venza; sabe que es mucho más seguro ser temido que ser amado”, reflexionaría Fuentes en su libro “La gran novela latinoamericana”… ¿consciente sería de esto Rulfo en su relación con Sayula?