Carmelo Martínez lleva una promesa de paz

Carmelo Martínez, activista de 38 años de edad, emprendió una caminata de más de mil kilómetros de sur a centro del país con el objetivo de entregar una bandera blanca al presidente Andrés Manuel López Obrador. El originario de Chiapa de Corzo atravesó cinco estados para llegar hasta las puertas de Palacio Nacional
Salvador Vega Salvador Vega Publicado el
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Los primeros pasos fuera de Chiapa de Corzo, de su hogar. Días de andar por la orilla de una vía federal, sujetando una bandera blanca en busca de una promesa de paz. Así fue la travesía de Carmelo Martínez, artesano y activista chiapaneco de 38 años de edad, quien el pasado 3 de noviembre decidió emprender una marcha en solitario, a través de cinco estados, para llegar hasta las puertas del Palacio Nacional.

Más de mil kilómetros a pie con un sólo objetivo: entregarle en las manos al presidente Andrés Manuel López Obrador un estandarte; el símbolo de la exigencia de justicia y seguridad que añoran los mexicanos.

“Por el bien del país, primero los pobres. No robar, no mentir y no traicionar al pueblo. Y que el estado de derecho sirva para mantener la paz social y no la represión del pueblo sediento de justicia”, son los principios morales y jurídicos de la Cuarta Transformación. Acuñados por Carmelo como si él mismo los hubiera escrito.

En su andar, el chiapaneco no pasa desapercibido. Un chaleco café, cinta blanca en su cabeza, paso veloz y una enorme cruz de madera al cuello, que le dio su madre antes de partir, lo distinguen en su andar.

Pasan cuatro días desde su caminar y un vehículo se acerca: el Pointer año 2005 al que apoda El Terminator. Un coche maltratado y averiado conducido por su amigo Reinol, de Tuxtla Gutiérrez. Quien no soportó la preocupación de dejarlo solo en su protesta y se unió a la aventura con destino a la capital del país.

Avanzar 30 minutos hacia adelante; esperar al abanderado de la paz y dejarlo avanzar 5 km antes de volverlo a rebasarlo. Haciendo escolta y llevando consigo un garrafón de agua, café y medicamentos que lo ayudan en su andar.

Carmelo Martínez contempló arroyos, bosques y puentes federales en su caminata de cuatro semanas por el país, cargando una bandera blanca en busca de paz

Destino CDMX

Días después, 25 desde la fecha de su partida, el sol no ha dejado de recalentar el pavimento que conduce a Carmelo Martínez hasta la capital. En su piel se distinguen dos colores: las marcas que va dejando el sol y las partes que quedaron protegidas por su escasa vestimenta. Pero la caseta de San Marcos es el último cruce; la señal de que se acerca la recta final.

Allí, el caminante se detiene para recordar sus pasos en el activismo: las pequeñas incursiones en la política de su municipio, sabiendo aprovechar la virtud y el castigo de no quedarse callado ante las injusticias de su entidad.

“Yo fui detenido en una cárcel federal en un enfrentamiento entre chiapacorzeños y federales con la llegada de Enrique Peña Nieto. Y como he sido una persona activista que ha apoyado al pueblo, no dejaron de aprovechar el momento”, narra, al recordar una manifestación contra la sospecha de privatización de espacios deportivos y culturales en su región.

Una movilización que derivó en la violencia generada por un grupo de choque y en la detención arbitraria de personas, incluido él.

Allí, en la orilla del camino que hermana al Estado de México con Puebla y la Ciudad de México, Carmelo comenta también que es partidario del ahora presidente desde el 2006. Una corriente política con la que se identificó y que lo llevaría, años más tarde, a ser aspirante a la presidencia municipal de Chiapa de Corzo. Su primer intento oficial en la política desde las siglas de Morena, que no se pudo cristalizar en una candidatura oficial debido a que le “jugaron chueco”.

“He sido obradorista desde la primera contienda para la presidencia de la República, y he estado siempre con Andrés Manuel. Sé que es un hombre de mucha visión que puede llevar este país hacia el cambio verdadero, pero tenemos que apoyarlo.

“Yo no soy morenista, pero sí defiendo el movimiento que comenzamos todos que es el de Regeneración Nacional. Éramos un movimiento en favor del cambio verdadero”, detalla.

Sin embargo, Carmelo Martínez sabe muy bien que no es la política lo que lo mueve, sino los ideales de justicia y paz, así como la convicción de que sólo existe una vía para transformar a la nación.

“La vía del voto popular es la que defiendo para cambiar el rumbo del país. Si hubiera otra, yo no me metería en ningún partido político”.

Parte del mensaje de Carmelo Martínez

Cuentan la leyenda que los Chiapas venían de Nicaragua, etnia que quedaría asentada en los márgenes del Cañón del Sumidero. Allí, desarrollaron la música y danza que todavía se escucha en la Fiesta Grande del pueblo, durante enero. Celebración en donde la danza de los Parachicos (declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad en 2009) es una de las más populares.

Carmelo y Reinol la invocan en su andar; música de tambor y carrizo que con su pitido agudo recobran la voluntad, lo mismo a un costado de la vía federal que en la calle de Moneda, la mañana del 2 de diciembre.

Allí, dando cumplimiento a su jornada de cuatro semanas, comienzan las preguntas y respuestas por parte de los empleados del Gobierno federal. “De dónde viene y cómo lo podemos ayudar”, cuestiona la burocracia al abanderado de la paz.

“Si no me recibiera, la decepción no es mía, porque el mensaje y la caminata ya están hechos; anduvimos por la mitad del país para buscar una promesa de paz. Sin violentar ni traer quejas, sólo que el pueblo está con la Cuarta Transformación”, reflexiona.

Paz, la bandera

¿A qué te sabe la patria, Carmelo, cada que te embriagas de ella? ¿Cuántas cosas viste, cuántas callas y cuáles son los paisajes y significados que encontraste en tu andar?

“En Chiapas los arroyos; en uno de ellos me bañé. En Veracruz los puentes de caminos federales. En Puebla los campos y en Estado de México los bosques”, esos que rodean los volcanes que maravillaron a Cortés y que el activista chiapaneco recuerda justo antes de dejar, en la oficina de Atención Ciudadana de Palacio Nacional, la bandera que lo acompañó durante todo su andar.

A las afueras de la casa del presidente, Carmelo llora. No por incumplir la meta de entregar en manos del presidente su estandarte de paz, sino por despojarse del objeto que lo acompañó por cuatro semanas.

“Nunca creí sentir esto por esa bandera, tendrías que caminar para saberlo”, describe el activista Carmelo Martínez.

Sin embargo, “una de las cosas del caminar, también es cumplir con la ley. Este es un trámite, y no podemos levantarnos y decir ‘me pongo en huelga de hambre hasta que me escuchen’. No, nosotros tenemos que cumplir con la ley y el trámite”, indica.

El activista llegó, probándose a si mismo que aún se puede transitar libremente a pie por México. Pero más importante: haciendo que la lucha por la paz se convierta en el mayor significado de la 4T.

Tal vez estoy predicando en el desierto, pero la satisfacción más grande que me llevo, pase lo que pase, es que vine a levantar la voz de forma pacífica. Ante todo la dignidad
Carmelo MartínezActivista

El artesano de Chiapa de Corzo volvió con su familia a su pueblo natal y ya planea desde ahora la próxima caminata. Una que llegará en 2020 y que buscará esa ansiada promesa de paz de viva voz del mandatario nacional.

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