[kaltura-widget uiconfid=”39952882″ entryid=”0_uehteg9u” responsive=”true” hoveringControls=”false” width=”100%” height=”75%” /] Conforme el tiempo avanza la influencia de la tecnología digital crece e impacta en más áreas de la vida moderna como la economía, la cultura y hasta las actividades cotidianas.
El mundo en Internet se ha vendido como una ventana de oportunidades que favorece la comunicación intercultural, el comercio, el aprendizaje y la libertad de expresión; sin embargo, surgen dudadas sobre los peligros que también representa el espacio cibernético.
Este es un debate interesante porque para bien o para mal, la tecnología digital se encuentra en medio de las vidas de las personas a nivel mundial irreversiblemente.
Los niños y adolescentes no escapan de esto, ya que muchos de ellos desde que nacieron, están inmersos en el contexto digital, lo que les ha permitido adquirir las capacidades necesarias para manejar las herramientas que brindan las tecnologías de la información y la comunicación.
A principios del 2000, el académico Marc Prensky definió a todas esas generaciones jóvenes con la etiqueta de “nativos digitales” y a todas las personas mayores como “inmigrantes digitales”, pero para diversos especialistas mexicanos esos términos ya quedaron rebasados.
César Rebolledo, doctor en Ciencias Sociales de la Universidad La Salle, cuyas líneas de investigación se centran en estudios digitales y cultura digital, asegura que nativos y migrantes digitales son etiquetas “muy estereotipadas” porque se olvidan de la mitad de la población mundial que no está conectada, por lo que considera son términos excluyentes.
Pero las brechas digitales van más allá de una simple cuestión de acceso, ya que reflejan las desigualdades económicas, lo que amplifica las ventajas de los niños de los entornos más ricos y no ofrece oportunidades a los niños más pobres y desfavorecidos.
“En general cualquier propuesta que plantee una dicotomía para describir un fenómeno social humano no es muy útil, porque las dicotomías son blanco y negro y no sirven para explicar los fenómenos, sólo para sobre generalizar y quedan escondidas las diferencias que son las que importan”, opina la doctora Marina Kriscautzky Laxague, coordinadora de Tecnologías para la Dirección General de Cómputo y de Tecnologías de Información y Comunicación (DGTIC) de la UNAM.
Los desconectados
La tecnología ha permitido una revolución en el acceso a la información y la comunicación. Lo cierto es que también profundiza la brecha entre los que tienen y los que no acceso a ella.
La Unicef indica que el 81 por ciento de los habitantes de los países desarrollados usan Internet, mientras que en los países en desarrollo la cifra es de menos de la mitad, 40 por ciento. Y en los menos adelantados es del 15 por ciento.
En esos lugares, para la experta de la UNAM, las autoridades deberían priorizarlas políticas públicas, porque quedarse fuera del mundo tecnológico en este momento del desarrollo global hará que se queden fuera de los intercambios sociales y de las oportunidades laborales a nivel mundial.
Para el doctor Alejandro Byrd Orozco de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, de la UNAM, las peguntas clave para quienes no tienen acceso a la tecnología son: ¿Necesitan de la tecnología? ¿Necesitan vivir en el modelo en el que vivimos o respetemos sus usos y costumbres?.
Sin embargo, debido al modelo educativo y económico que tiene México, el estar alejado del uso de las tecnologías digitales puede crear barreras que impidan que los niños alcancen todo su potencial y sean candidatos a la marginación.
“Considero que uno de los problemas por los cuales atraviesa la educación en México es que no dimensiona el problema multicultural, vivimos pensando de manera universal, como si todos fuéramos iguales y tuviéramos las mismas necesidades. Entonces este tipo de modelos no toman en cuenta usos y costumbres, cosmovisiones. Todo se ve desde una visión urbana”, indica Rebolledo.
Para los expertos, la preocupación por acercar la tecnología a los niños es importante porque puede impulsar los procesos educativos, pero dicen que si seguimos pensando que la tecnología va a resolver los problemas educativos que históricamente se han afrontado, estamos siendo demasiado ingenuos.
“La tecnología no va a resolver los problemas educativos, la discusión es tan arcaica como la humanidad misma y creo que de pronto nosotros exageramos al pensar el hecho digital porque parecería que cristaliza lo que somos en este momento, pero también nos hace olvidar lo que hemos sido durante siglos”, opina el investigador de la Universidad La Salle.
Una revolución educativa
Para los especialistas las escuelas públicas deberían ser el espacio de democratización del acceso al conocimiento, lo que significa tener herramientas para hacer que los alumnos aprendan, por ello son indispensables las tecnologías.
Para Byrd, la gran revolución que se gesta a través de estas herramientas es un cambio de paradigma.
Antes los procesos de aprendizaje estaban centrados en una figura autoritaria como podría ser un docente y estaban bajo el paradigma del control más que de la formación.
“Por primera vez en el panorama del intercambio, quien consume también puede distribuir y producir información. Nuestro cerebro está sufriendo una transformación y eso facilita la posibilidad de poder aprender por cuenta propia”, argumenta el académico de la FES Acatlán.
A pesar de los avances tecnológicos los procesos de aprendizaje a nivel nacional van muy lento de acuerdo con Kriscautzky Laxague, porque es bastante difícil integrar la tecnología como herramienta para favorecerlos.
“Hay algunas áreas donde la tecnología ya se impuso porque no hay otra manera de formarse profesionalmente, como en la odontología o la medicina, pero en lo demás estamos lejos de haber transformado la enseñanza, porque por más tecnología que haya, seguimos pensando en la educación basada en la transmisión de información”, sentencia la especialista.
Parte del cambio, comenta Byrd, es entender que aprender es divertido y dejar de lado las fobias que generan los objetos de aprendizaje.
“Si no encontramos el sentido del aprendizaje no hay modelo, no hay reforma, no hay plataforma, no hay libro, no hay docente que vaya a hacer la tarea por nosotros”.
Algo que debe quedar claro es que tener acceso a la información no es lo mismo que aprender y generar conocimiento. Si la información está ahí pero no se hace algo con ella en términos cognitivos no quiere decir que se esté aprovechando.
Los fantasmas de las tecnologías
Hay muchos usos de estas herramientas tecnológicas que pueden tener su lado malo, pero también tiene cosas positivas. Las tecnologías digitales no pueden ser catalogadas en término de “blanco o negro”, aseguran los especialistas.
“Creo que esta disertación de la cercanía con la tecnología nos remite hacia épocas pasadas, cada que se genera una nueva herramienta de comunicación se genera también una alarma apocalíptica sobre ella. Siempre vemos como amenazas a las máquinas.
Sin embargo hay otra visión que es la integrada, como decía Umberto Eco, que nos hace hacer apologías y habla sobre lo maravillosa que puede ser la tecnología. Creo que en realidad estas dos posiciones son caricaturas que nos hace observar muy bien cómo reaccionamos ante estos avances socialmente”, considera Rebolledo.
Si queremos reflexionar al respecto, tenemos que ejercer un poco de las dos visiones, no dejar de ser críticos y observar los riesgos, pero también evaluar las virtudes que ofrece, sobre todo en materia educativa.
Otro de los fantasmas que habita las aulas es que muchos maestros piensan que tener un celular, una tablet o una computadora distrae a los estudiantes, una idea que los expertos califican de “risible”, porque los humanos, por naturaleza, tienen la facultad de distraerse con la mente, lo único que hace la tecnología es visibilizar que vivimos en un mundo imaginario la mayor parte del tiempo.
“Es un absurdo total quitarles los celulares en las clases ¿por qué no los usan para aprender? ¿Por qué no los dejan que usen el instrumento en ese sentido? ¿Por qué hacer ver mal a alguien cuando lo está usando?, cuestiona Byrd.
A Rebolledo le gusta tener alumnos que estén leyendo en tiempo real lo que el profesor está diciendo y que sean capaces de cuestionarlo, ya que eso ayuda a hacer más activas las clases.
Otra queja que han escuchado los especialistas es que ya no se puede hablar con los jóvenes porque siempre están conectados en sus aparatos. Para ellos, lo que pasa es que no se han entendido los nuevos procesos de comunicación.
“Debería haber una vinculación entre lo que tenemos al alcance, que es la tecnología en el sentido del aprendizaje con la educación”, dice el académico de la FES Acatlán.
Un docente tendría que saber cómo y para qué los jóvenes utilizan las tecnologías y no sentir pena porque un estudiante pueda googlear más rápido un dato que él tardo años en entender a partir de sus libros.
También se dice que los celulares son superfluos, ligeros, que entorpecen y hacen flojas a las personas; lo cierto es que son mitos, sólo una versión de la historia.
“Es interesante leerlos, no para desmentirlos, sino para conocer lo que una sociedad está pensando de sí misma. La sociedad se está mirando sobre un espejo que la alerta y que la aterroriza porque, precisamente, la tecnología nos permite mirar cosas que antes no podíamos hacer”, finaliza Rebolledo.