Ayuda con alimentos a los desamparados
Un comedor comunitario para poblaciones callejeras ubicado en la Ciudad de México ha alimentado hasta a mil 200 personas al día durante la pandemia por COVID-19. A futuro, su fundador busca ayudarlos a reintegrarse a la sociedad
David MartínezCada día, desde la 1:40 de la tarde, más de cien personas esperan formadas a que abra la parroquia de Santa Cruz y Soledad para recibir gratuitamente alimentos calientes.
El padre Benito Javier Torres Cervantes llegó hace 5 años a ese templo religioso ubicado en la alcaldía Venustiano Carranza, en la Ciudad de México.
Entonces inició un comedor comunitario para alimentar a los más vulnerables: personas en situación de calle que rondan la colonia Candelaria de los Patos en esa misma demarcación.
Antes de la pandemia por COVID-19, en el comedor se preparaban entre 100 y 200 comidas diarias, pero actualmente se superan las 400.
Sin embargo, en mayo, después de que se anunciara la fase III de la contingencia sanitaria, se llegaron a entregar hasta mil 200 porciones al día.
La parroquia está en el barrio de la Candelaria, aún en la zona Centro de la ciudad. La colonia es famosa por sus festividades en el Domingo de Ramos en Semana Santa. También es zona de tiendas de ropa deportiva, de alimentos al mayoreo y entre las actividades ilegales que proliferan está la prostitución.
La mayoría de quienes están formados para recibir comida son hombres y mujeres que cargan grandes mochilas, cartones o que tienen en la plaza algunas cobijas que usan para dormir en la calle.
El sacerdote explica que quienes acuden a comer son personas de la zona, pero también hay habitantes de otras regiones del país que llegaron a la capital en busca de trabajo sin conseguirlo.
El hecho de que haya personas en situación de calle ahí no es coincidencia, la Candelaria está en la alcaldía Venustiano Carranza, demarcación que concentra aproximadamente al 20 por ciento del total de las poblaciones callejeras de la capital, según datos la Secretaría de Inclusión y Bienestar Social (Sibiso) local.
En total, de acuerdo con cifras oficiales del año 2019, en la ciudad viven 4 mil 354 personas en la calle.
Los más vulnerables
En el patio al interior de la iglesia, el padre Benito y otros ocho ayudantes preparan moronga, arroz y frijoles. Están apresurados porque ya casi son las 2:00 de la tarde y hay más de 100 personas esperando. Todos tienen cubrebocas y caretas.
Después de colocar en siete mesas raciones individuales, abren la puerta trasera de la iglesia que da hacia la plaza. Antes de empezar a repartir, el sacerdote pide a todos agradecer por los alimentos; entonces se persignan y rezan el Padre Nuestro.
A pesar de que la metrópoli está en el color naranja del semáforo epidemiológico de COVID-19, aún con 60 por ciento de ocupación hospitalaria, la mayoría de las personas que acuden no lleva cubrebocas.
El sacerdote da la bendición y poco a poco empiezan a pasar por sus alimentos. Primero mujeres y niños, después adultos mayores y al último hombres.
Como medida de sana distancia, los voluntarios del comedor piden a quienes reciben sus raciones no quedarse parados en la entrada. Les solicitan que vayan a la plaza a sentarse e ingerir sus alimentos.
Jorge está feliz. Él es uno de los beneficiarios y agradece al padre Benito la comida porque, según cuenta, hace dos años que salió del reclusorio estaba muy delgado y tenía anemia.
“Gracias al padre, gracias a Dios por la comida que siempre está muy rica”, expresa.
El hombre dice que trabaja de ayudante en los locales de fruta de la zona, pero gana poco y por eso es un alivio comer en la parroquia.
El origen del apoyo con alimentos
El sacerdote afirma que cuando llegó a la Candelaria vio a 18 jóvenes muy delgados y demacrados que vivían en la plaza de la parroquia, entonces decidió alimentarlos.
Benito relata que cuando su trabajo empezó a ser reconocido por redes sociales, 10 fundaciones comenzaron a aportarle insumos para su labor. Entre los que apoyan está la empresa Cosmopolitana, la asociación Cáritas, el Banco de Alimentos para Todos y la Fundación Lázaro.
Añade que ese apoyo, más los insumos que el Gobierno capitalino les da por estar en el programa de Comedores Comunitarios, les permite dar gratuitamente los alimentos.
También considera que la pandemia por COVID-19 hizo más sensibles a las personas respecto a quienes viven en calle.
“Antes de la pandemia yo sentía que las personas en situación de calle estaban olvidadas. La contingencia hizo que mucha gente saliera con un corazón caritativo”, menciona.
El padre cuenta que cuando empezó a darles de comer a los primeros 18 jóvenes nunca imaginó que llegaría a servir hasta mil 200 raciones.
Entre sus proyecciones a futuro, Benito busca que la parroquia no solo sea un comedor, sino que ayude a los más vulnerables a reintegrarse a la sociedad.
Planes de futuro
Alguien que dejó los estigmas que tenía sobre las personas de la calle es Rosario Calderón.
Ella apoya en el comedor como cocinera y antes de estar ahí veía mal y rechazaba a las personas en esta situación, porque pensaba que eran drogadictas o delincuentes, reconoce.
Pero al tener contacto directo notó que estaba equivocada, relata.
“Siento mucha alegría saber (…) que colaboro con estas personas. Ahora al estar cerca de ellas me es grato”, menciona.
Ninguno de los ocho voluntarios que ayudan al sacerdote reciben un sueldo, lo hacen por altruismo.
A las 3:00 de la tarde el comedor cierra. El padre toma un descanso en la cocina.
Los demás juntan la basura y retiran los restos de comida de los cazones y charolas para después lavarlos. Así termina la jornada del comedor.