Ayotzinapa, una laceración profunda, racismo e impunidad

¿Existe una relación entre el racismo y la violencia en México? Para el historiador Federico Navarrete estos temas van de la mano y son parte de un círculo en el que reina la impunidad
Karina Vargas Karina Vargas Publicado el
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En el marco del noveno aniversario de la desaparición de 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, entre el 26 y el 27 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero, el historiador y antropólogo Federico Navarrete habla de la relación que existe entre este caso y el racismo que se practica en el territorio nacional.

En 2016, Navarrete presentó el libro “México racista, una denuncia”, motivado por la indignación que le generó el extravío de esos jóvenes, quienes, aún en 2023, siguen sin ser localizados y sus familias permanecen en la incertidumbre. A más de un lustro de la primera edición de la obra, nuevos ejemplares vuelven a ver la luz como una forma de retomar la protesta.

“El racismo es una estructura de nuestra sociedad desde sus orígenes coloniales, en donde se establecieron las diferencias de castas y los indígenas fueron objeto de genocidio, despojados y explotados, y las personas de origen africano, esclavizadas. Eso se ha mantenido en el periodo independiente porque los gobiernos mexicanos también han sido brutalmente racistas contra muchos grupos”, dice el autor a Reporte Índigo.

Con actitud decaída, Navarrete afirma que es muy triste que, a nueve años de aquel evento, aún falte la justicia y las explicaciones sobre lo ocurrido.

Recuerda que fue en enero de 2015 cuando inició la escritura de la publicación a manera de denuncia del círculo de desprecio que existe en el país hacia distintos grupos sociales y cómo esto es una fuente generadora de violencias y omisiones. “El racismo mata”, subraya.

Violencia, muertes e impunidad

“El origen del libro es una reflexión de la relación que hay entre el racismo y la violencia en México, mi argumento es que, si devaluamos a las personas porque tienen un color de piel más oscuro, porque tienen un origen indígena —no hay que olvidar que 11 de los 43 estudiantes hablaban una lengua indígena—, si en México devaluamos a las personas pobres, a las personas del campo, esa devaluación también implica que es más fácil matarlas, desaparecerlas, y que esa violencia quede impune”, explica.

Pasaron siete años para que se publicara una reedición del análisis cincelado por Federico Navarrete, pero, en su opinión, poco o nada ha mejorado desde entonces para la seguridad de la población mexicana, lo que califica como trágico al puntualizar la gravedad de que no exista una resolución del caso Ayotzinapa.

“Que quede más claro cada vez que fue un crimen de Estado, que el Ejército fue esencial en este delito y que todavía no haya justicia, demuestra que, lamentablemente, el racismo sigue permeando al México de hoy”, acusa.

Discriminación, ‘humor’ y prejuicios

Otro de los argumentos que desarrolla el antropólogo en la publicación son las diferentes formas de racismo que se cometen en tierras mexicanas y contribuyen a “crear un paisaje social profundamente dividido por la discriminación y los prejuicios”, según indica el apartado tres “El racismo social”.

En dicho capítulo, Navarrete aborda problemas como la publicidad “aspiracional”, la “racialización” de la pobreza, la invisibilidad de la población afromexicana, el “racismo cromático”, el llamado “racismo inverso” y los estigmas.

“El combate al racismo debe proceder a la par que el cuestionamiento de esta constelación de desprecios y prejuicios que lo acompañan y lo solapan. Para ello, debemos reconocer hasta qué punto estas formas de discriminación marcan nuestra vida cotidiana, nuestras interacciones más comunes con quienes no son iguales a nosotros, nuestras maneras de despreciar y de ignorar a los que nos rodean, nuestros insultos y nuestras bromas”, se propone en el libro.

Al respecto, el historiador menciona que muchas de las expresiones racistas que se hacen en la vida diaria se camuflan a través de bromas y burlas, que son defendidas por la gente como parte de un humor “inofensivo” que debe tomarse a la ligera.

Sin embargo, advierte que la creación de un ambiente social en el que es costumbre burlarse de las personas por su color de piel, por su preferencia sexual o por su género, propicia que se considere a esas personas como inferiores, lo que evoluciona a manifestaciones de violencia extrema en su contra.

“El humor racista facilita la violencia asesina, lo mismo con el humor homófobo contra las personas trans, con las bromas misóginas. Todo eso es parte de una cultura muy perniciosa basada en el desprecio, la falta de respeto.

“¿Cuántas bromas hay sobre los hombres heterosexuales, blancos y privilegiados? No hay, nadie se burla de las personas con poder, se burlan de las personas más débiles, más vulnerables. No es humor, eso es violencia”, comenta.

Polarización contra mayor conciencia

Para Federico Navarrete, el contexto de polarización política que se vive actualmente es una de las problemáticas que se han potencializado de 2016 a la fecha, lo que repercute en que haya comunicadores al frente de espacios importantes en medios de comunicación nacionales por defender posturas que concuerdan con las de grupos de poder.

“Gente como Chumel Torres o Pablo Majluf, que también niega el racismo, más allá de que sus argumentos sean de baja calidad y sean deshonestos, son promovidos porque defienden posiciones políticas que le convienen a mucha gente. Cada vez más, hay una derecha muy fuerte, no solo en México sino a nivel mundial, más abiertamente racista.

“Entonces, así como han aumentado las voces de los movimientos antirracistas, también se han hecho más estridentes los defensores del racismo como Chumel o Pablo Majluf. Están utilizando un discurso de odio que lo único que va a producir es mayor violencia, como si eso necesitáramos en el México de hoy”, concluye.

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