Atacar lo diferente, la raíz del odio
Las agresiones fundamentadas en el odio no necesariamente se manifiestan de forma física; actualmente las redes sociales se han convertido en un medio para violentar, intimidar o manipular en el cual rara vez hay consecuencias
Salvador VegaAunque a México lo afectan de forma particular, los crímenes de odio son un fenómeno que se replica en todas las sociedades a escala global.
Desde un punto de vista psicológico, esta clase de actos no sólo se limitan a las manifestaciones más extremas –como el asesinato–, sino que se incuban también en formas y expresiones más sutiles, pero no por ello menos violentas.
A consideración de la especialista en salud mental, existen dos factores determinantes para la presencia de conductas de odio, que son el desarrollo del individuo y los problemas derivados por afectaciones físicas o padecimientos congénitos.
“Hay dos raíces, si les podemos llamar así. Una es la parte del aprendizaje: las conductas que yo veo en mi entorno y donde me desarrollo. La otra es una parte biológica: de origen orgánico, generalmente afectando al sistema límbico –la parte frontal del cerebro–, en donde si a lo mejor desde el nacimiento hubo una cuestión genética o algún traumatismo, pudo haber afectado estas zonas en donde se generan el juicio y la empatía”.
Para Urzúa y Madrid, a pesar de que disimuladamente, la cultura mexicana parece no ser racista, definitivamente sí tiene un toque de eso; donde los crímenes más agravados y recurrentes dentro de nuestra sociedad son los de género.
Los vehículos del odio
A nivel de comunicación, uno de los espacios en donde las expresiones de odio han encontrado una mayor resonancia son las redes sociales.
“Todos los días, los activistas LGBT+ recibimos mensajes terribles: amenazas de muerte y mensajes de homofobia. Las mujeres analistas también reciben mensajes de misoginia”, señala Genaro Lozano, profesor de ciencia política y relaciones internacionales en la Universidad Iberoamericana.
Para el internacionalista, aunque hay diversas campañas para frenar la difusión de mensajes hacia estos sectores– siendo la raza, religión, discapacidad, género y orientación sexual los rubros–, los esfuerzos siguen siendo insignificantes al punto de que la problemática se ha diluido y aceptado como algo cotidiano.
“Mucha gente de repente normaliza o ve como algo ordinario que haya este tipo de mensajes cuando no lo son. Estas plataformas (Twitter y Facebook) han tratado en los últimos años de tener controles más estrictos con este tipo de mensajes, pero se tardan demasiado en bajarlos o borrarlos o desactivar las cuentas de quienes se dedican a eso”.
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