Antesala al olvido
El 10 por ciento de las personas que mueren en condiciones violentas en la Ciudad de México no logran ser identificadas y sus cuerpos son enterrados en la fosa común, de enero de 2014 a noviembre de 2018 más de 2 mil 800 cadáveres han sido sepultados ahí
Erick Miranda[kaltura-widget uiconfid=”39952882″ entryid=”1_9kbwb0oz” width=”100%” height=”56.25%” responsive=”true” hoveringControls=”false” /]
Minutos antes de las 8 de la noche, José Ramírez recibió una llamada de emergencia. La voz exaltada de su sobrina al teléfono le informó que su hermana, Elena, había sido asesinada en calles de la alcaldía Cuauhtémoc y que por ello debía presentarse ante el Instituto de Ciencias Forenses (Incifo) para identificar el cuerpo.
Con la intención de corroborar el parentesco, José fue sometido a una serie de entrevistas. Pasada la media noche, el protocolo ministerial concluyó con el reconocimiento de su familiar. “El cuerpo ya estaba lavado y le habían colocado una manta”, relata.
A 5 años de tan fatídico hecho, Ramírez recuerda que el cuerpo de su hermana le fue entregado luego de más de 12 horas de espera, casi a las 10 de la mañana del día siguiente.
Aunque el episodio de Elena forma parte del 90 por ciento de casos que suelen terminar identificados plenamente, el otro 10 por ciento de los casos concluyen en el anonimato e irremediablemente van a la fosa común.
En la Ciudad de México, toda persona que llega a morir bajo condiciones violentas es trasladada al Incifo, no obstante, de los aproximadamente 5 mil cadáveres que llegan a ser recibidos cada año, 1 de cada diez no logra ser identificado.
De acuerdo con información obtenida vía transparencia con folio 0411000315518, de enero de 2014 a noviembre de 2018 la fosa común de la capital del país recibió un total de 2 mil 852 cuerpos no identificados, de los cuales 436 correspondieron a mujeres (15.30 por ciento), y, los otros 2 mil 416 a hombres (84.70 por ciento).
Para 2014, el registro de cadáveres trasladados al sitio fue de 640; al año siguiente, 2015, la cantidad se disparó a 730; durante 2016, el número fue de 579; en 2017, fueron remitidos 438; mientras que de enero a noviembre de 2018, la sumatoria alcanzada fue de 465.
En el Panteón Civil de Dolores, lugar donde se localiza la fosa común de la capital del país, la alcaldía Miguel Hidalgo asentó un desglose y registro de ingresos de 326 mujeres adultas, 17 menores y 93 fetos del sexo femenino; a la par de identificar a 2 mil 269 hombres adultos, 4 menores y 143 fetos del sexo masculino.
En el referido periodo, de 4 años y 11 meses, de los 2 mil 852 cuerpos depositados sólo 30 pudieron ser identificados y posteriormente re clamados (1.05 por cien se le aplica la necropsia para determinar la causa de muerte, luego especialistas elaboran un documento donde son registradas sus características y generan un expediente que ayude a su posterior identificación en caso de que sea buscadoto); mientras que al mes la cifra reportada de entierros en el sitio fue de aproximadamente 60 cuerpos, provenientes de las 16 alcaldías capitalinas.
En la respuesta a la solicitud de información, la autoridad territorial reportó que “las agencias del Ministerio Público que han remitido más cuerpos a la fosa común son las ubicadas en las alcaldías Gustavo A. Madero, Iztapalapa e Iztacalco”.
El trayecto a la fosa
Según el Reglamento de Cementerios del Distrito Federal, para que el cuerpo de una persona desconocida sea enviado a la fosa común debe estar relacionado de manera individual con un número de acta y/o de carpeta de investigación (previamente iniciada por la autoridad ministerial), además de cumplir los requisitos que las instancias de Salud y Registro Civil de manden.
Cuando un cuerpo es remitido al Incifo se le aplica la necropsia para determinar la causa de muerte. Posteriormente, especialistas en áreas como antropología, odontología, dactiloscopia y fotografía elaboran un documento donde son registradas sus características y generan un expediente que ayude a su posterior identificación para en caso de que sea buscado, explica Edmundo Takajashi, director general del Instituto, órgano dependiente del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) capitalino
Las tres cámaras frigoríficas del anfiteatro del Incifo pueden alojar a unos 400 cadáveres hasta por un periodo máximo de 12 meses, no obstante, dicha situación nunca se ha presentado, ya que aproximadamente cada 10 días cierta cantidad de cuerpos suelen ser remitidos a su entierro en la fosa común, razón por lo que se descarta una crisis forense, como la suscitada en algunas otras entidades del país, asegura.
“En caso de ir a la fosa, el cuerpo se coloca en una bolsa especial para cadáveres, con un placa metálica, una tarjeta de identidad y es trasladado al Panteón Civil de Dolores, donde se inhuma y a su vez se toma nota de la fosa, el lote y el nivel a donde va parar. Dicha información, así como el expediente de identificación, se queda en resguardo del Instituto”, precisa Takajashi.
Aunque los servicios forenses son la última opción de búsqueda durante la ausencia de una persona, admite Takajashi, la recomendación para quien recurra al sitio es que conozca las características físicas más recientes del implicado o implicada, ya que ello puede facilitar los cotejos.
Lugar de nadie
En la zona menos poblada del Panteón Civil de Dolores se localiza el área de la fosa común. Una vereda desemboca al andador principal donde yacen miles de cuerpos enterrados y cuya identidad pasa a convertirse en un número de folio (carpeta de investigación o expediente de identificación).
En un primer tramo se ubican las fosas más antiguas, cuya capacidad máxima ya fue alcanzada y por eso se mantiene completamente sepultada. Los registros más antiguos datan de las década de los 60 y 70.
A un costado se sitúa la fosa de los fragmentos donde extremidades y cuerpos incompletos sin identificación son enterrados.
Bajo una rotonda de piedra descansan la mayoría de los restos de personas fallecidas a causa de los sismos de septiembre de 1985; mientras que otra parte de las víctimas fue llevada el Panteón Civil San de Lorenzo Tezonco, en Iztapalapa.
En la última parte del corredor, laminas oxidada cubren múltiples socavones en la tierra, se trata de las fosas que a la fecha continúan llenándose y que aproximadamente tienen una capacidad de alojamiento para 200 cadáveres.