Son casi las siete de la tarde y decenas de autos siguen llegando a las inmediaciones del Centro de Atención Integral al Migrante (CAIM) de Chihuahua, todos los automovilistas llevan cosas diferentes pero el propósito es el mismo: ayudar a los cientos de venezolanos que fueron retornados de Estados Unidos en los últimos días y quienes no tienen qué comer ni dónde dormir.
En Ciudad Juárez, Chihuahua, se vive una crisis humanitaria y los esfuerzos de las autoridades y organizaciones sociales no han sido suficientes para poder atenderla por lo que los juarenses salieron ayudar a los casi dos mil migrantes sudamericanos.
Sanjuana Carrasco, de 64 años, su hija y dos nietas cruzaron toda la ciudad para llevar ropa, cobijas y mantas.
“Traemos algo de ropa, acérquense”, expresa la hija de Sanjuana mientras acomoda a mitad de la calle una bolsa grande de plástico con blusas, pantalones, suéteres, ropa interior y algunas prendas para niños.
Mujeres adultas, menores de edad y algunos hombres se acercaron de inmediato, con premura se fueron midiendo las prendas por encima de la ropa que llevaban puesta y tomaron lo que les era de utilidad.
San Juana recuerda su propia migración desde Tlahualilo, Durango, hace 37 años y afirma que el mismo día que llegó a Ciudad Juárez, Chihuahua, con solo 100 pesos en la bolsa, obtuvo un empleo.
“Yo siempre les digo que Juárez es un cuerno de la abundancia y tiene los brazos abiertos siempre. Simplemente mire, llegan cubanos, haitianos, hondureños, de Guatemala, de El Salvador y a todos los recibe juaritos”, expresa con cariño.
Pollos, cobijas y zapatos: todo suma
Alrededor de una hora después de la llegada de Sanjuana, Jennifer, su papá y hermano llegaron a repartir pollos asados.
“La gente no tiene, hay que ayudar. Trajimos unos 20 pollos asados. Sabemos que es poco, pero de algo sirve. Vienen de otro lado, con su familia, desde lejos y me pongo en su lugar, si yo fuera a otro lado y no tuviera el apoyo de nadie también me gustaría que nos ayudaran”, dice Jennifer.
Casi al mismo tiempo un hombre acompañado de su esposa e hijo llegaron al exterior del CAIM con ropas, cobijas y algunos pares de calzado. El hombre abrió la cajuela de su carro y de inmediato se vio rodeado de varias personas en situación de movilidad.
“Amigo, ¿una cobija para nosotros?”, preguntó una persona migrante. El hombre le dijo a su esposa, “a ver échame los zapatos” y luego se dirigió a los venezolanos y expresó “ahí traigo unos zapatos” al tiempo que extendía las manos con unas botas de trabajo y enseguida empezó a entregar cobijas mientras decía “ahí va una, otra, otra, ahí te va, una para cada uno para que alcancen”. Luego donó tenis y ropa.
“Hay necesidad, se puede ver, es triste que vienen a un lugar que es muy frío de un lugar más cálido y sin chamarra, sin nada, ni dónde quedarse, ni nada, está difícil, uno que tiene, batallando, pero tiene donde quedarse y todo, y ellos no tienen. Trajimos eso para que por lo menos se puedan calentar ahorita. A ver qué juntamos, en el trabajo mandé una iniciativa con los compañeros para juntar y traer cobijas y a ver qué más podemos traer del trabajo”, dice el hombre originario de la ciudad de Parral y quien prefirió mantener en reserva su nombre.
Las dificultades que pasaron los migrantes venezolanos
Además de los ciudadanos, organizaciones religiosas se han hecho presentes en el espacio que de forma natural está siendo ocupado por los migrantes, afuera del CAIM.
Integrantes de una iglesia cristiana llevaron alimento caliente, media tonelada de ropa, juegos para los niños y por unas horas facilitaron una regadera portátil, está última les permitió a varios de los migrantes tomar un baño después de semanas de no hacerlo pues la mayoría lleva más de un mes viajando.
Para llegar a México atravesaron Colombia, Panamá, Costa Rica, Honduras, Nicaragua y Guatemala.
Donde pasaron los momentos más difíciles fue en el Tapón del Darién, que es un área selvática y pantanosa ubicada en los límites de Panamá y Colombia y en San Pedro Tapanatepec, Oaxaca, donde el Instituto Nacional de Migración (INM) instaló un puesto para expedir un permiso que les permite permanecer en territorio mexicano y avanzar al norte.
“De todos los países nos han perseguido como si fuéramos criminales. Por ejemplo, en Guatemala nos quitaron todo el dinero, ellos ponen la tarifa y si uno no quiere lo devuelven. Nosotros salimos de Venezuela el 25 de septiembre, veníamos duro, dándole. En San Pedro duramos seis días esperando un permiso, eso fue una locura, teníamos que comprar agua, comida”, recordó Ronny Gutiérrez originario de Falcón Venezuela.
Varios de los venezolanos dijeron que a pesar de que han escuchado que Ciudad Juárez es una zona muy peligrosa y en general comentarios muy negativos del estado de Chihuahua, es en esta frontera donde han encontrado apoyo y palabras de aliento para seguir intentando llegar a Estados Unidos.
Milagros Suárez viene de Yaracuy, Venezuela, junto a su hijo de seis años pero dejando atrás a otros dos hijos por quienes llora incansablemente.
En la frontera de Juárez se han reunido migrantes venezolanos retornados de Estados Unidos y también quienes vienen del sur de México con la intención de entregarse a la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos para un proceso de asilo político; pero no lo han hecho tras conocer el anuncio que el Departamento de Seguridad Nacional estadounidense difundido el pasado 12 de octubre, en el que se establece que ese gobierno recibirá un máximo de 24 mil venezolanos sólo por vía aérea y con patrocinadores.
Quienes entraron ilegalmente están siendo expulsados a México.
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