Afromexicanas sufren doble discriminación en México

La población afrodescendiente en México ha sido invisible por años y la pandemia de COVID-19 profundizó las condiciones de desigualdad que vive en el país, sobre todo para las mujeres; por eso, activistas urgen a avanzar en políticas públicas para este sector
Laura Islas Laura Islas Publicado el
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Durante siglos han sido negadas, pero actualmente las mujeres afromexicanas en México ya no están dispuestas a ser invisibles. Están cansadas de cientos de años de racismo, de discriminación y de ser invisibles tanto para las autoridades como para la mayoría de la población.

“Las mujeres afromexicanas somos mujeres que descendemos de personas de origen africano que llegaron acá a México durante La Colonia, fueron traídas de manera forzada, y estamos en todo México, pero en mayor presencia en estados como en Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Baja California y Yucatán”.

“Descendemos de personas que construyeron literalmente este país con sudor, con sangre y con la vida propia, debería darle vergüenza al Estado mexicano tener a estas poblaciones en estas condiciones de desigualdad”
Aleida Violeta Vázquez CisnerosPoeta y activista afromexicana

Así lo explica la poeta Aleida Violeta Vázquez Cisneros, originaria del municipio de Cuajinicuilapa –en la Costa Chica de Guerrero– donde la mayor parte de la población se identifica como afrodescendiente o afromexicana.

Aleida también es activista e integrante de la colectiva de Mujeres Afromexicanas en Movimiento (Muafro), una organización cuyo trabajo fue importante para que en el 2020 el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) contara por primera vez a esta población.

Sin embargo, lograrlo fue un esfuerzo de años que implicó a muchas mujeres, ya que la primera vez que se mencionó hacerlo fue en el 2008 pero se consolidó hasta el año pasado. Si bien es un avance para su reconocimiento y visibilización, no es suficiente.

“Hicimos negociaciones también con las instituciones del Estado, también con el Inegi para que se incluyera la pregunta, se hizo una audiencia también ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a la cual asistieron tres compañeras de derechos humanos afromexicanas para la inclusión de la pregunta”, dice la poeta.

Aunque el censo del 2020 es histórico, hubo muchas inconsistencias y una de ellas ocurrió precisamente por la pandemia de COVID-19, que lo interrumpió.

“Las mujeres afromexicanas hicimos un trabajo muy importante en nuestros territorios, anduvimos voceando, pegamos carteles, repartimos volantes. Sin embargo, la pandemia no permitió que se llevara completamente el censo porque por ahí del 20, 21 (de abril) se declaró la alerta sanitaria y los censadores ya no siguieron yendo a las casas”, relata.

Otro de los problemas es que había personas que se ofendían o molestaban cuando los encuestadores les preguntaban si se consideraban negros, afrodescendientes o afromexicanos, por lo que muchos dejaron de hacerla.

Resultados poco alentadores

El Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI reveló que en México habitaban 126.1 millones de personas, de las cuales 2.5 se reconocieron como afrodescendientes o afromexicanos, es decir, aproximadamente el 2 por ciento de la población de todo el país.

Del total de quienes se identifican como afrodescendientes, el 50.4 por ciento fueron mujeres y el 49.6 por ciento hombres; mientras que el 7.4 por ciento habla alguna lengua indígena. Los resultados también revelaron que diez entidades del país concentran el 45.1 por ciento.

“Los resultados que arroja el INEGI son datos donde no hay una desagregación de la población afromexicana, entonces es un trabajo que hemos estado haciendo como colectiva en Muafro para desagregar estos datos porque el Estado no lo ha hecho”, dice Aleida.

Los datos que la colectiva ha desagregado revelan las condiciones en los municipios donde más del 70 por ciento se considera de esta población, así como el rezago que existe en rubros básicos como salud y educación.

Por ejemplo, solo el 3.4 por ciento de las mujeres afromexicanas están afiliadas al Seguro Social, cuando la media nacional es del 51 por ciento, según sus resultados.

Mientras que en el rubro de educación, el 19.6 por ciento son analfabetas, en contraste con el 4.4 por ciento de la media nacional.

Además, el promedio de hijos nacidos vivos es de 3.3 por mujer afrodescendiente, en tanto que a nivel nacional es de 2.1.

“Nuestra situación no es igual al de la media nacional, la pandemia sí está racializada, estas carencias sí están territorializadas en el pueblo afro (…).

“Es bien interesante cómo es que se arrojan estas estadísticas de una manera general y a mí me parece de una manera irresponsable y también como una justificación para no echar a andar la voluntad política y atender las demandas del pueblo afro”, señala Aleida.

El Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI reveló que en México hay 2.5 millones de personas que se reconocen como afrodescendientes

Pandemia incrementa desigualdad con afromexicanas

La defensora dice que hay una invisibilización histórica por parte del Estado mexicano respecto a la población afrodescendiente que se acentúa más en el caso de las mujeres.

Además, la pandemia de COVID-19 agudizó su situación, ya que incrementó significativamente las cargas de trabajo, las afectaciones emocionales, la violencia y la inseguridad.

“El hecho de que nuestra historia no se cuenta, o se niegue nuestra existencia en este país, propicia a que las mujeres mexicanas nos encontremos en regiones con rezago, con abandono, el común denominador en las regiones, en los territorios de la población afromexicana, es precisamente el abandono y en este contexto que es muy grave”, dice Aleida.

Para combatir este rezago, Muafro hace cuatro recomendaciones: a las autoridades, continuar con la generación de datos y estadísticas que permitan avanzar en políticas públicas adecuadas a la comunidad afro; y a la sociedad civil, no discriminar e incidir en políticas que busquen la no discriminación de este sector.

A la academia, tejer vínculos entre los diversos ámbitos e incrementar la presencia de profesoras y profesores afrodescendientes en las plantillas universitarias; y al sector privado, generar empleo con posibilidades de crecimiento en entornos libres de discriminación.

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