Activismo por el Río Santiago; casi dos décadas al rescate
La organización Un Salto de Vida está por cumplir dos décadas desarrollando activismo ambiental desde el municipio de El Salto, en Jalisco, con el objetivo de recuperar el Río Santiago
Luis HerreraLa severa problemática ambiental que padece el Río Santiago, en Jalisco, hoy es plenamente conocida en todos los rincones del país y ahora, inclusive el Gobierno de México la ha adoptado como un asunto prioritario que amerita ser atendido; sin embargo, buena parte de este extendido reconocimiento público tiene un actor clave detrás: “Un Salto de Vida”.
Actualmente, ninguna política y ningún político se atrevería a negar la grave contaminación que enfrenta el Río Santiago, no obstante, esta aceptación generalizada de la crisis ambiental por la que atraviesa el afluente requirió del trabajo de concientización incansable, continuo y persistente de organizaciones ciudadanas como “Un Salto de Vida”.
Enrique Encizo Rivera, quien figura entre los fundadores de “Un Salto de Vida”, narra cómo se conformó esta organización ciudadana que está por cumplir dos décadas trabajando socialmente para que el Río Santiago pueda ser rescatado ambientalmente, un objetivo que impulsa todo el activismo ecológico que desarrolla este colectivo.
“El colectivo surgió en el 2005 y se formalizó en enero de 2006; surgió de una necesidad muy básica, parece como muy intrascendente, pero como que nos puso a pensar, a imaginar qué es lo que pasaba en el territorio. En El Salto, la gente normalmente… nosotros de pequeños pues éramos campesinos, agricultores, y vivíamos más que nada de la naturaleza, del cerro, y crecimos un poco y nos fuimos a las empresas; entonces, seguimos conservando la costumbre de juntarnos por las tardes para platicar y nos tocó que el día menos pensado ya los zancudos no nos dejaban platicar, se metían a la boca y estaba uno ‘manotié’ y ‘manotié’ ¡un ‘zancudal’ por todos lados! entonces, no me acuerdo a quién se le ocurrió: –oye, pues algo no está bien y pues alguien lo tiene que arreglar-. Imaginamos que formando un colectivo podríamos conseguir algún estatus, una representatividad, y el estado, si íbamos y le exponíamos el problema, pues a lo mejor íbamos a ser escuchados. Y así fue como surgió“, explicó.
La proliferación de mosquitos en el municipio de El Salto, derivada de la contaminación creciente del Río Santiago, se volvería el detonante que llevaría a estos pobladores a organizarse para comenzar a exigir la recuperación ambiental del afluente, aunque concentrándose primero en lograr que esta crisis ecológica fuera visibilizada.
“Lo primero que surgió fue la visibilización del problema. (…) El estado en esos tiempos invertía muchísimo dinero para invisibilizar la problemática. (…) Desde que empezamos en 2005, 2006, el estado pues ya sabía (del problema ambiental). (…) Tenía también sus, por decirlo así, sus mentes brillantes a su servicio pero para invisibilizar, diciendo que el problema era menor, que la gente no se podía enfermar, y si estaban enfermos (exigían) -demuéstrame que es cierto que la contaminación ha afectado-. (…) Entonces era muy difícil porque iban ellos, siempre han ido muy adelante del conocimiento de los pueblos, de la acción y, por desgracia, pues esos estudiosos o conocedores pues estaban al servicio del capital“.
Un río robado
Enrique nació en El Salto, en 1958, por lo que está por cumplir 67 años de edad. Es por ello que pudo conocer un Río Santiago distinto, uno que estaba vivo, que daba agua para beber, pescados para comer, y hasta mangos y guayabas en los árboles frutales que adornaban sus riberas. Un río que ya no existe más.
“Nosotros siempre fuimos pobres, entonces, había hambre y decía mi mamá -vayan y tráiganse un pescado para hacer un caldo, los agarrábamos con la mano, entre las cuevas, ‘cueveábamos’, y es más, escogíamos: -no, este no lo quiero-; todavía nos tocó conocer algo de (eso), aunque el río ha sido agredido desde tiempos inmemoriales, nos tocó a nosotros gozar algo del río: nos bañábamos, tomábamos agua del río; diario, diario, diario, íbamos al río; religiosamente diario estábamos ahí en el río“, rememoró.
Sin embargo, a partir de la década de los setenta, este cuerpo de agua comenzó a morir con la instalación creciente de industrias en sus alrededores. Así terminarían pereciendo sus peces, las aves que abundaban en su entorno, los árboles frutales que lo rodeaban, y hasta el agua misma que corría por su cauce:
“Hay enfermedades renales, hay mucho cáncer, hay diabetes, hay infartos -hay mucho infarto-. Les digo que ahí en El Salto en cada casa tienen un muerto o un enfermo, y no es un enfermo de gripa, es un enfermo de una enfermedad grave, que deja a la gente en la miseria o la deja bien zumbada“, relató.
Enrique es insistente en este planteamiento: “el Río Santiago, a mi modo de ver las cosas, no tiene el caudal ecológico suficiente para su resiliencia, para su recuperación. Yo no soy científico pero lo que sí puedo decirles: que le den su agua al río y el río se limpia solo, como lo venía haciendo; nosotros vivimos siempre cobijados a la sombra del río, y desde pequeños lo conocimos, sabíamos cuando sus grandes crecidas, sus campos de inundación. Es un río robado”.