Abril: De Oaxaca a África en bici
A cada pedaleo Abril en compañía de su perro Gondar buscará transmitir un mensaje de autonomía a las mujeres y niñas de las comunidades que recorrerá desde el sur de México hasta el continente africano
Imelda GarcíaAbril Morales y su perro Gondar emprenderán este domingo la aventura más grande de sus vidas: recorrerán juntos dos continentes, en bicicleta.
Los dos compañeros de viaje saldrán desde Oaxaca y planean llegar hasta Argentina, para después cruzar el océano y darle la vuelta a África.
“Empecé a utilizar la bicicleta como medio de transporte por el deseo de hacer ejercicio, ahorrar tiempo en mis traslados y evitar el acoso sexual callejero al que las mujeres somos sujetas cada día en el transporte público. Utilizar la bici me hizo más libre y más autónoma”, describe en su página de Facebook Abril Viaja en Bici.
Ahora, Abril quiere compartir esa autonomía y esa forma de transporte con las mujeres y niñas de las diversas comunidades por donde vaya pasando; quiere mostrarles que es posible tener más libertad.
Abril, una mujer de 38 años, mexicana de nacimiento, trabajó como voluntaria 13 años en África en proyectos de ayuda humanitaria.
En entrevista con Reporte Índigo, confiesa que en aquel continente dejó el corazón y, antes de regresar a México, juró que volvería.
Este 10 de junio comenzará la aventura de regreso a su tierra adoptiva, y lo hará sin prisa; Abril piensa que el camino es tan importante como el destino, así que piensa disfrutar cada uno de los miles de kilómetros que pedaleará en su bicicleta al lado de su fiel amigo Gondar.
Abril ha pedido apoyo a través de sus redes sociales (Abril viaja en bici, en Facebook; y @ Malaikabike, en Twitter), en las que compartirá momentos de su travesía.
Vocación de ayuda
Desde muy joven, Abril Morales, quien nació y vivió en Coyoacán durante su infancia y adolescencia, ya mostraba su vocación para ayudar a los demás.
Una de las anécdotas que recuerda es que a los 16 años le confesó a su mejor amigo que sentía dentro de sí unas ganas enormes de ayudar a otras personas, pero no tenía idea de por dónde empezar.
“Él me dijo que tenía una amiga con una enfermedad muy grave, lupus, que se había quedado ciega y le gustaba leer mucho pero ya no podía hacerlo. Así que si yo quería, podía visitarla de vez en cuando. Ahí fue que empecé a hacer cosas por los demás”, narra Abril.
Fue así que la joven iba a visitar a su nueva amiga, le grababa cassettes con la lectura de libros, le ayudaba a hacer la limpieza, la acompañaba al médico y hasta dormía en el hospital para ganar turno y que la atendieran.
Después de ella, Abril ayudó a una niña con discapacidad. Más adelante decidió expandir sus horizontes y se fue a vivir unos meses a comunidades marginadas de Michoacán.
Llegó el tiempo de entrar a la universidad y Abril Morales se matriculó en la Escuela Nacional de Antropología e Historia para estudiar Antropología Social. Y ahí su destino la alcanzó.
Llegó el tiempo de entrar a la universidad y Abril Morales se matriculó en la Escuela Nacional de Antropología e Historia para estudiar Antropología Social. Y ahí su destino la alcanzó.
Comenzó a ayudar a esa organización como voluntaria en la misma Ciudad de México, donde ayudaban a gente que recién llegaba de otros estados de la República. Le tocó dar clases a niños, buscar despensas y pedir todo tipo de apoyos. Ya trabajando en ello, se dio cuenta que esa era su vocación y decidió irse a África, primero de forma intermitente y después con carácter permanente.
En su familia, la noticia de su partida no fue bien recibida. Abril relata que intentaron de todo para apartarla de ese camino, desde conseguirle un trabajo hasta buscarle novio y querer casarla; pero no pudieron detenerla.
Vivió en Kenia y Etiopía durante 13 años en los que trabajó en labores de ayuda humanitaria y cooperación internacional en zonas inhóspitas.
“No había electricidad, ni señal de teléfono, ni coches; el único coche que había era donde nos movíamos nosotros. Lo hice con organizaciones no gubernamentales y trabajé en proyectos de salud, de nutrición, agricultura, educación, agua y, sobre todo, hice mucho trabajo con mujeres y niñas.
Abril tuvo que regresar a México en el 2013, después de que su madre fue diagnosticada con cáncer. Aunque anhelaba visitar su país y pisar de nuevo su tierra, el regreso fue un duro golpe para ella.
“La Ciudad era mucho para mí. A pesar de que me gusta mucho mi Ciudad y la quiero mucho, yo venía de pequeñas comunidades en zonas desérticas, en la selva, en parques nacionales donde solo había poca gente y animales, llegar a México fue muy fuerte”, relató.
Apenas dos meses después, Abril ya había huido de la Ciudad de México y se mudó a Oaxaca, que se convirtió en su nuevo hogar.
Ahí también hizo labor de voluntariado y entró a trabajar en una organización no gubernamental. Y aunque hacía su trabajo con dedicación, su corazón le gritaba el deseo de volver a África. Ese anhelo y su nuevo descubrimiento de andar en bicicleta se fueron combinando hasta volverse uno solo.
Quemar las naves
En su mente se fue formando el plan para viajar a África, pero cruzar primero el sur de México y de América.
La oportunidad llegó en el momento menos esperado. En enero pasado, Abril se quedó sin trabajo y decidió que era el momento de quemar las naves y lanzarse a la aventura, dejando atrás un país que, desde su juicio, está cada vez peor.
“Lo que voy a hacer ahora yo lo tenía pensado para un año más tarde, pero me quedé sin trabajo y pensé que era el momento de partir. Yo me había prometido regresar en 4 años, justo los que pasaron, y creo que es el momento de iniciar el camino a África aunque me tarde en llegar.
“Hubiera preferido tener un mejor equipo o prepararme más o ahorrar más para el viaje. Pero la verdad es que miro a mi alrededor y veo la situación del país, que cada vez está peor, cada vez más feminicidios, cada vez más abusos, cada vez más violencia, que pienso que si consigo un nuevo trabajo, me amarro 3 o 4 años más, y yo no sé qué pueda pasar en ese tiempo, porque la inseguridad está muy fea”, sentenció.
Así, con el pensamiento de que más vale aprovechar la vida y la salud que tiene hoy día, Abril decidió vender todas sus pertenencias para iniciar su viaje de vuelta a África.
En los meses recientes, Abril sumó como miembro de su familia a Gondar, un perro dálmata de 7 meses de edad, para quien acondicionó un remolque que ella jalará con su bicicleta.
“Nunca he pensado en dejarlo atrás, en dejárselo a alguien. Cuando haces un compromiso así con un compañero es para toda la vida. Es como llevar un hijo. Aunque sé que aumenta peso a la hora de pedalear y horas de entrenamiento, es mi guardián, mi mejor amigo”, dice.
“No soy rica ni mucho menos. Vendí todo y así es como tengo un poco de dinero; pero nada me impide que pueda trabajar en el viaje además de ir haciendo actividades de empoderamiento con mujeres y niñas de las comunidades”, dice.
Para afrontar el tema de la inseguridad, Abril ha ido armando una red de contactos en algunos de los lugares por donde pasará y ha pedido a sus conocidos que no dejen de rastrearla vía GPS; aunque en el fondo ella piensa que el riesgo está en todos lados y lo más importante será hacerle caso a su intuición.
“Yo ya un par de veces tuve ataques contra mí en la bicicleta y acampando y pude salir ilesa, más el susto porque siempre es algo fuerte (…) Quiero confiar. Estoy segura de que el riesgo está en todos lados, no solo en las carreteras. Está en la ciudad, todos los días desaparecen mujeres; el mayor número de feminicidios se da en casas.
“Así que yo digo que (el viaje) sí es riesgoso, pero quedarse también es riesgoso. El irme no quiere decir que me esté aventando del trampolín, porque quedarse también podría serlo. Pienso que ningún lugar es seguro”, sentenció.
Abril Morales ha convocado a quienes quieran despedirla a una reunión en el templo de Santo Domingo, en Oaxaca, este domingo 10 de junio a las 8:30 horas.
Desde ahí, Abril y Gondar se despedirán de Oaxaca y de México, a donde planean regresar hasta haber completado su viaje de ida y vuelta por América y África.