En el Zócalo de la Ciudad de México, el termómetro político del país, el poder no se presiente. Las vallas metálicas rodean El Palacio Nacional, lo que marca una frontera difícil de cruzar. Tampoco se presiente el proceso electoral que en 85 días ocurrirá en el país. Las consignas no traen peticiones de cambio para las candidatas presidenciales. Es la primera vez que una mujer puede convertirse en jefa del Ejecutivo federal y los gritos de la marcha del #8M son los mismos que en 2020, pero más fuertes, más sonoros, con más eco.
Ese año la historia quedó marcada cuando la marea verde y la marea morada colmaron las calles y reclamaron de muchas maneras seguridad e igualdad sustantiva. Al siguiente día, un paro recorrió las empresas de todos sectores productivos. Las estadísticas oficiales indicaban que 10 mujeres eran asesinadas al día en manos de agresores machistas. Luego vino el confinamiento por la pandemia de COVID-19 que confirmó, contundente, que la violencia intrafamiliar hunde más a las mujeres. La marcha propició debates y discusiones durante varios días.
Han pasado cuatro años y las consignas son las mismas, pero el índice mucho más grave: son 11 quienes cada día enfrentan al monstruo machista y se vuelven víctimas mortales. Además, otros pendientes de la agenda feminista se han acumulado y empolvado en el Congreso. Aún no se logra la eliminación de la criminalización de la interrupción del embarazo a nivel nacional como tampoco la creación del sistema nacional de cuidados.
Por eso, a la altura del Café La Blanca, fundado en 1915, en la calle 5 de mayo, se escucha: “¡Ni una más, ni una más, ni una asesinada más!” Y también: “¡Somos malas … Podemos ser peores”. ¿Por qué no lanzar un grito para las candidatas? “Porque la política nos falló hace mucho. Será desde la colectividad que se logre dar otro paso”, responde una manifestante y vuelve a la consigna: “¡Somos malas … Podemos ser peores”.
La bandera feminista es izada en el Zócalo. Es el feminismo lo único que late aquí.
“Esas morras sí me representan”
A las 20:00 horas se cumplen cuatro horas de marcha y el último contingente llega al Zócalo. Las colectivas de la organización Reinserta, Feministas con Voz de Maíz, el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, Pan y Rosas, las madres buscadoras o las barrenderas se han vuelto una sola. Para marchar este 2024 se registraron 100 contingentes, según el comité organizador. Ahora, se lanza un grito por el aborto seguro. Después, por las desaparecidas. Un poco por los 43 de Ayotzinapa. El aire está lleno de cenizas. Hace unos minutos se le prendió fuego al recuerdo de los violadores y abusadores. “¡Nadie hizo nada! ¡Nadie me creyó!”, se escuchó una voz. Entonces, el coro: “¡Esas morras, sí me representan. Esas morras, sí me representan!” En el fuego arden cartulinas con palabras y rostros dibujados. El calor de la fogata se extiende.
En una pancarta se lee: “Mamá, estoy aquí por lo que te hicieron a ti y a tus amigas”. En la marcha hay mujeres, adolescentes y niñas. La magnitud de esta manifestación empieza a ser expuesta en las redes sociales. Una vez más las olas verde y violeta han colmado el centro del país. La Secretaría de Seguridad Ciudadana aún no hace pública su estimación, pero el número de participantes puede superar los 90 mil participantes, unos 10 mil más que en 2020.
El saldo es blanco aunque cuatro mujeres requirieron hospitalización, una por complicaciones de embarazo, otra por caída, una más por intoxicación y otra por infarto. Un hombre de 24 años fue detenido por elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana por presuntos golpes a dos manifestantes.
El Zócalo empieza a vaciarse. Los fuegos se apagan, por ahora. Se inicia el regreso mientras ha caído la noche del 8M de 2024.