1968: La poeta uruguaya que se escondió 12 días del ejército en un baño de la UNAM

Alcira Soust Scaffo, la poeta uruguaya que (con papel higiénico y agua) se escondió 12 días del ejército en un baño de la UNAM, en 1968.

Durante la ocupación militar de 1968, desde los baños de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se alzó “la resistencia”, pero no eran varios ni mucho menos estaban armados, fue realizada por Alcira Soust Scaffo, una poeta uruguaya que permaneció varios días encerrada en los sanitarios de la Torre de Humanidades, mientras estudiantes y profesores eran llevados a punta de bayoneta por elementos del ejército.

Gracias a una beca del Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe (CREFAL), Soust Scaff llegó a México, en 1952, con el objetivo de asistir al curso de formación de Especialistas en Educación Fundamental en Pátzcuaro, Michoacán.

Más tarde obtuvo empleos temporales en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde hasta la fecha se le recuerda principalmente por repartir poemas en hojas sueltas. 

También se convirtió en figura central del movimiento que fundaron, en los años 60, Mario Santiago Papasquiaro y Roberto Bolaño: Los Infrarrealista.

Según algunos testimonios, Alcira se dedicaba a realizar algunas traducciones del francés y a cuidar los jardines de la Facultad; no tenía lugar para dormir, así que se quedaba en cafeterías y casas de algunos amigos. 

La poeta participó además en el movimiento estudiantil de 1968, incluso se caracterizó por su activismo en la lucha de resistencia.

La sudamericana aparecía durante las marchas y regalaba poemas, los cuales pudo imprimir cuando eventualmente consiguió un trabajo por honorarios. 

De acuerdo con la UNAMglobal, antes de que la Ciudad Universitaria fuera tomada por el ejército, la poeta habría reproducido –a través de los altoparlantes de la radio comunitaria– el disco de Voz Viva de León Felipe recitando sus poemas.

Ya con la milicia encima y la desesperación de ser hallada, la poeta se encerró durante 12 días en el piso ocho de la Torre de Humanidades.

Según Ruth Peza, una trabajadora administrativa de la UNAM que la conoció personalmente, Alcira temía que descubrieran su origen, porque en el mejor de los casos la podían deportar. 

“Con ese miedo, fue que decidió encerrarse en los baños: Si los soldados pasaban por los baños donde se ocultaba, Alcira se metía a un cubículo y subía las piernas para que no la vieran por debajo de la puerta: ‘Me subía a la taza y ponía el seguro para que al entrar no vieran a nadie'”.

Para sobrevivir, Soust Scaffo tuvo que comer papel sanitario y tomar agua del lavabo, incluso, después de esa experiencia “le dio escorbuto, perdió los dientes y le diagnosticaron sicosis delirante crónica”, revela este documento de la Máxima Casa de Estudios.

Una vez que el ejército había dejado las instalaciones de la UNAM, un profesor halló a Alcira mientras inspeccionaba los baños, así que tuvo que ser trasladada a un hospital pero un mes después ya estaba fuera.

Sus asistencias a las marchas y la escritura de sus poemas continuaron para Alcira, hasta que su enfermedad fue insostenible.

A pesar de los intentos para pagar sus tratamientos, sus amigos se organizaron e hicieron que regresara a Uruguay, donde parte de su familia vivía.

En junio de 1988, Alcira llegó a Uruguay. Vivió un tiempo más, hasta que en 1997 perdió la vida a los 74 años por una infección respiratoria.

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ROBERTO BOLAÑO

Durante su paso por México, el escritor y poeta chileno Roberto Bolaño se cruzó con la mítica Alcira Soust.

El chileno incluso tomó a la uruguaya como personaje de dos de sus obras: Los Detectives Salvajes y Amuleto.

La leyenda se esparció en el viento del DF y en el viento del 68, se fundió con los muertos y con los sobrevivientes y ahora todo el mundo sabe que una mujer permaneció en la universidad cuando fue violada la autonomía en aquel año hermoso y aciago.

Y muchas veces yo he escuchado la historia, contada por otros, en donde aquella mujer que estuvo quince días sin comer, encerrada en un baño, es una estudiante de Medicina o una secretaria de la Torre de Rectoría y no una uruguaya sin papeles y sin trabajo y sin una casa donde descansar.

Y a veces ni siquiera es una mujer sino un hombre, un estudiante maoísta o un profesor con problemas gastrointestinales. Fragmento de Los Detectives Salvajes.

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