Un par de zapatos de tacón de charol pisaba una lona con la foto de Noemí Haydee Hernández Sánchez. En la frase “Ya basta de feminicidios, exigimos justicia” resaltaba el color rojo.
El 23 de agosto, la joven desapareció en Tizayuca, Hidalgo, y cuatro días después su cuerpo sin vida fue encontrado en Tolcayuca. Su madre, Ana Haydee Sánchez Vázquez, acudió a la instalación Zapatos rojos, de Elina Chauvet.
“Vengo a poner los zapatitos de mi niña, que tenía 19 años. Los elegí porque a ella le gustaban mucho. Es una forma de expresar todo el dolor que sentimos y una manera de que veamos la realidad”, menciona en entrevista con Reporte Índigo.
Es la primera vez que Ana Haydee participa, aunque no es la única en la que decenas de zapatos pintados de color rojo cubren el Zócalo de la Ciudad de México. En 2011, los modelos y tallas, tan diversos como las víctimas, ya habían conmovido a los capitalinos.
Familiares e integrantes de colectivos como Pintemos con Luz, Voces de la Ausencia y Tonantzin A.C. también acudieron a la explanada.
“Y tiemblen y tiemblen los machistas, que América Latina será toda feminista. Y no, no, no es un hecho aislado, los feminicidios son crímenes de Estado ¿Dónde están, dónde están, nuestras hijas, dónde están?”, gritaron las activistas a coro.
En cuanto empezó a sonar la tambora, la mamá de Noemí Haydee tomó los zapatos y la lona con la foto de su hija. Los colocó frente a la puerta de Palacio Nacional sin que la intimidaran los guardias de seguridad.
Chauvet, luchadora social
Elina Chauvet es originaria de Chihuahua. Estudió Arquitectura en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y Arte de manera autodidacta. Su obra toca la violencia y otros problemas sociales y políticos, pero es conocida internacionalmente por Zapatos rojos, proyecto que busca preservar la memoria de las víctimas de violencia de género.
“Muchas veces el arte nace de la carencia. Yo no tenía medios para hacer un proyecto tan ambicioso de alcance internacional, el recurso que tenemos los artistas es la creatividad. Lo que yo quería decir me di cuenta de que lo podía hacer a través de los zapatos, visibilizar la ausencia de las mujeres asesinadas con objetos que se pudieran donar, que hubiera en casi todo el mundo”.
La pieza itinerante ha roto las barreras geográficas, pues se ha presentado en México, países latinoamericanos y europeos durante una década. Pero el montaje del sábado 11 de enero en la CDMX fue conmemorativo por dos razones: su décimo aniversario y el de la muerte de la hermana de Chauvet, quien fue asesinada por su marido en 1992.
“Esta es una pieza especial, es en conmemoración de los 10 años de que inició el proyecto en Ciudad Juárez”, dice Chauvet a este medio.
La primera vez contó con 33 pares de zapatos, fue un 22 de agosto en la avenida Benito Juárez, donde se han cometido crímenes de género.
“La obra está dedicada a mi hermana que fue víctima de violencia doméstica. Hoy cumple 28 años de fallecimiento y para mí también es un momento para recordarla”.
En un performance, como si estuviera sobrevolando la Plaza de la Constitución, Chauvet se desplaza con una máscara de Golden bird. El ave dorada usa este color en el rostro porque significa renacer; también el rojo, en alusión al tono de los zapatos; y una cruz rosa, símbolo de los delitos al género femenino.
“Esto obedece a que siempre me decían que soy luchadora social e inicié una nueva batalla en 2019 contra el cáncer que me diagnosticaron en mi cumpleaños. Me di cuenta de que aparte de luchar contra la violencia hacia las mujeres tenía que hacerlo por mi vida. Por eso decidí ponerme esta máscara, porque me ayudó a salir adelante”, comenta.
Zapatos Rojos: Sensibilizar a través del arte
Los zapatos son una prenda testimonial de una desaparición o un asesinato. De acuerdo con Chauvet, el color rojo es por la sangre derramada, pero como es un proyecto que lleva un mensaje de esperanza, también representa el amor de las familias de las mujeres que ya no están con nosotros.
La idea de la artista surgió para dar visibilidad al tema, pues la sensibilización es un proceso más complejo.
“Una sensibilización efectiva serían campañas con grandes recursos y educación en las escuelas, buscar erradicar la violencia en el hogar, que para mí es el núcleo. Mucha de la violencia que vivimos nace ahí”.
Zapatos rojos deja de ser de una autora para convertirse en una expresión colectiva. De ahí que al calzado lo acompañen fotografías y cartulinas con consignas como “No más muertas” o que zapatistas realicen cantos alrededor
“Lo que yo hago es un proyecto que toca a la sociedad, que está diseñado precisamente para que sea quien haga la instalación, la obra”.
Primero convoca a hacer donaciones de zapatos. Después, hay talleres donde se habla de feminicidios y desaparición que pueden durar de dos meses a un año. Luego los propios voluntarios pintan el calzado en el lugar donde se realizará la instalación y la última fase es el montaje.
“Lo interesante es que se generan redes de trabajo y continúan generando más discusión y arte”, asegura Chauvet, quien se dice feliz por su trabajo, aunque reconoce que el tema no es el que quisiera tratar. Uno de sus temores era que los feminicidios de Ciudad Juárez avanzaran al resto del país, como ha sucedido.
“Espero algún día no muy lejano Zapatos rojos no sea más necesario”, pide.