Yásnaya Aguilar, defensora de la lengua y la cultura indígena, nació en Ayutla Mixe, Oaxaca, inmersa en la riqueza de su identidad. Su crianza tuvo lugar en un entorno en el que la conexión con sus raíces era algo intrínseco; sin embargo, experimentó una transformación significativa al regresar y constatar la pérdida de esta conexión en las nuevas generaciones.
Su compromiso con la preservación lingüística se convirtió en una lucha consciente, marcada por una trayectoria personal que refleja los desafíos y reflexiones de enfrentarse a un problema estructural arraigado.
Aguilar, a lo largo de su vida, ha pasado de una visión inicial ingenua a una comprensión más profunda de la complejidad estructural e histórica que rodea la discriminación lingüística. Su participación en este proceso de preservación no fue una elección premeditada, sino más bien una respuesta gradual a la necesidad de abordar un desafío que se presentaba ante ella.
“Cuando volví, veía que las nuevas generaciones casi no estaban hablando su lengua natal, el mixe, y tuve un acercamiento muy ingenuo al principio, como pensar que con hacer campañitas de ‘tú puedes, habla tu lengua, es valiosa’, eso iba a cambiar, y no me daba cuenta de lo estructural y lo histórico que había.
“Poco a poco me fui dando cuenta y, sin querer, te haces parte de la lucha. Es algo fundamental de los pueblos, sobre todo para el Estado mexicano, una de las medidas del indigenómetro es si hablas o no una lengua. Ha sido muy importante para el Estado mexicano quitarte tu lengua, es un proceso fundamental del amestizamiento”, cuenta Yásnaya Aguilar a Reporte Índigo.
La importancia de mantener la esperanza
Su lucha se ha convertido en una respuesta a la imposición cultural y lingüística ejercida por el gobierno mexicano, en la que “el indigenómetro” utiliza la lengua como un criterio para definir la “indigenidad”.
Yásnaya reconoce la necesidad de comprender la lucha como parte de un legado ancestral que se extiende por siglos, y abraza la responsabilidad de contribuir a esta resistencia de larga data.
En medio de los obstáculos y desafíos, la escritora y traductora mantiene la esperanza, recordando la resiliencia de sus pueblos a lo largo de la historia. Su biografía se teje con momentos de reflexión, desgaste y aprendizaje, destacando la importancia de la acción colectiva y la resistencia perseverante en la preservación de la riqueza cultural indígena.
“Me di cuenta de todas las implicaciones políticas de la lengua, no sólo son legítimas. Me tocó hacer y estar en ese proceso, un poco sin decidirlo, la verdad”, agrega Aguilar.
En medio de la complejidad estructural y sistémica que enfrenta, destaca la importancia de ver su activismo como parte de una lucha que ha perdurado por 500 años.
Con humildad, reconoce que su vida es solo un pequeño capítulo en esta larga narrativa de resistencia. Su énfasis en la acción colectiva se refleja en su participación en el colectivo Colmix y otros grupos de su comunidad. Para Yásnaya, la fuerza y la resistencia residen en lo colectivo, desestimando la idea de luchar individualmente contra un sistema tan arraigado.
“No es fácil mantener la esperanza, a veces, es muy difícil, pero también hay una gran enseñanza que nos dejaron nuestros pueblos. Durante las guerras de Conquista, entre la viruela, las epidemias, el trabajo forzado, las guerras, hambrunas, nueve de cada 10 personas nativas murieron en ese proceso, pues lo esperable es que 500 años después no existiéramos; sin embargo, existimos.
“Contra toda evidencia y contra toda lógica, existimos, seguimos hablando nuestra lengua, practicando nuestra cultura. La pregunta es, ¿cómo lo logramos? Si en ese contexto tan duro, las generaciones tuvieron esperanza, que nos llevaron hasta acá, pues no me toca a mí la desesperanza, tengo que honrar esa esperanza”, cuenta Yásnaya.
Así que ese sentimiento no tiene cabida en su perspectiva, al contrario, honra cómo ha sido transmitida por generaciones anteriores y abraza la responsabilidad de seguir resistiendo. Aunque reconoce la dureza del camino, comparte el consejo sabio de descansar cuando sea necesario, recordando que la lucha es colectiva y la carga no debe recaer solo en sus hombros.
Los retos de las generaciones
Con una mirada a la historia, Yásnaya reconoce los desafíos que enfrenta su generación, asume el reto de preservar la lengua en un contexto donde otros líderes, como Floriberto Díaz en los años 70, se centraron en diferentes aspectos de la lucha.
“Como decía una amiga, cuando te cansas, descansa, no renuncies. A veces pensamos que la lucha es muy egocéntrica, que todo depende de ti, de tu fuerza, y eso es una visión desde el liderazgo. Me gusta más lo colectivo. Hay que saber que nuestra vida es muy corta.
“Hay velas que parece que se van a apagar en nuestra cultura, hay otras que están muy fuertes, y hay unas velitas culturales que parece que se van a apagar. Pero a nosotros nos toca este reto. Nos toca mantener prendida esta velita de la lengua, pasarla a la siguiente generación sin que se apague, y ver si en otras generaciones resurge y se vuelve un incendio. Tal vez a mí ya no me toque ver ese incendio, pero mantuve la vela prendida”, opina.
Esa llama, reconoce Yásnaya Aguilar, se mantiene encendida gracias a la vitalidad de diversas manifestaciones culturales; no obstante, está consciente de las amenazas que enfrentan. En sus palabras, la música arde como un incendio, mientras que la lengua es una vela vulnerable que requiere protección para ser transmitida a las generaciones futuras.
Aguilar destaca la variedad de amenazas que enfrenta el patrimonio cultural, desde la presión del territorio hasta la emergencia climática.
“Nuestra función colectiva es proteger la lengua y que llegue a otra generación. Ojalá nos tocara a nosotros ver ese incendio, pero puede que no. También hay otras preocupaciones como el territorio y la emergencia climática. Hay ciertas prácticas culturales, en ciertos lugares el textil está muy fuerte, pero la danza se está perdiendo”, expresa.
Aguilar aboga por la construcción de un mundo donde la diversidad pueda prosperar, resistiendo a las fuerzas que favorecen el monocultivo cultural. Reconoce que, en algún momento, las condiciones físicas y materiales pueden cambiar, y aprender a callar también es una parte esencial del proceso.
“Para que la lucha dure es importante descansar y disfrutar. La fiesta es fundamental. En algún momento también mis condiciones físicas y materiales irán cambiando y también la lucha en la que estoy. Y a veces también hay que aprender a callar, yo me fui un poco de Twitter por eso también”, finaliza.
Las seis cosas que más le gustan hacer
Aunque Yásnaya Aguilar no ha podido realizar todas estas actividades, destaca la importancia de la plática, especialmente en situaciones como la fila en la que se encuentra, como algo significativo y valioso.
- Platicar con su abuela
- Leer
- Caminar
- Bordar
- Sembrar
- Escribir