‘Ya no seré la próxima Steve Jobs’

Paloma Noyola Bueno obtuvo el primer lugar en la prueba de matemáticas ENLACE en 2012, y el tercero en la sección de español. Originaria de Matamoros, a sus 12 años, ha sido llamada “niña genio” y tuvo su salto a la fama inmediato hace un par de semanas.

La historia de Paloma atrajo la atención de los medios después de ser publicada en la portada de la revista Wired, que la calificó como “la próxima Steve Jobs”, porque afirman que su capacidad para las matemáticas es comparable a la del fallecido empresario.

Ana Paulina Valencia Ana Paulina Valencia Publicado el
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Paloma Noyola Bueno se siente orgullosa de que la comparen con el fundador de Apple (Steve Jobs). Y asegura que recibir tanta atención “no ha sido fácil pero tampoco muy difícil”

Paloma Noyola Bueno obtuvo el primer lugar en la prueba de matemáticas ENLACE en 2012, y el tercero en la sección de español. Originaria de Matamoros, a sus 12 años, ha sido llamada “niña genio” y tuvo su salto a la fama inmediato hace un par de semanas.

La historia de Paloma atrajo la atención de los medios después de ser publicada en la portada de la revista Wired, que la calificó como “la próxima Steve Jobs”, porque afirman que su capacidad para las matemáticas es comparable a la del fallecido empresario.

Según la publicación, el talento de la pequeña salió a la luz a pesar de condiciones adversas –una escuela pública en una zona marginada y el deficiente sistema de educación del país, además de la situación difícil económica de su familia– gracias a su profesor de sexto grado, Sergio Juárez Correa.

La historia relata la sorpresa del maestro y el director de la escuela primaria, José Urbina López, al descubrir que una de sus estudiantes había superado a todos los demás estudiantes de su edad en todo México.

Sus compañeros de clase también recibieron calificaciones sobresalientes, pero la habilidad de Paloma sorprendió a Juárez, quien “nunca había visto a un estudiante con un talento innato tan grande”.

La niña recibió entonces regalos –desde una laptop hasta una bicicleta, además de promesas de apoyo para su familia– y la visita de numerosos medios ansiosos de conocerla, atraídos por el trato de prodigio que Wired le había dado.

Del cielo al suelo

Pero después de llamarla “niña genio” hasta el cansancio, esas mismas publicaciones se encargaron, tan solo dos semanas después, de dar difusión a un hecho que mencionaron como catastrófico: Paloma no logró terminar el examen del Concurso Nacional de Cálculo Mental del Campus Ciudad de México del Tecnológico de Monterrey.

Por lo que el juego mediático se salió de control: de ser la esperanza del país, pasó a ser considerada una decepción colectiva. Incluso algunos medios mencionaron que la técnica con la que aprendió matemáticas hacía que encontrara respuestas “de manera instantánea”, lo que hizo que su “fracaso” se percibiera aún mayor.

Las frases que se le atribuyen en entrevistas son elaboradas y contrastan incómodamente con la niña que se ve en los videos de las mismas: tímida, sorprendida, inclusive un poco confundida.

Es difícil imaginarla articulando expresiones como “seré más grande que el genio fundador de Apple” y “voy a perfeccionar y hacer más fácil la técnica de educación en el país” cuando parece serle difícil siquiera creer la posición en la que se encuentra.

De hecho, se dice “muy orgullosa porque la comparan con una persona tan importante” y menciona que recibir tanta atención “no ha sido fácil pero tampoco muy difícil”.

Aún los mensajes encontrados no logran ocultar lo evidente. Paloma Noyola es una niña sencilla de un entorno humilde, y aunque sus aspiraciones van más allá de lo que se hubiera atrevido a soñar de no haber sido por la intervención de Juárez Correa, está enfocada en su deseo de “hacer algo que le ayude a las personas [sic]”.

Paloma quiere seguir estudiando y ser maestra,  pero admite que “a lo mejor puede cambiar de opinión”. Lo que queda claro es su admiración por el profesor de sexto grado por el que fue reconocida, pues al responder cómo sería con sus estudiantes si ocupara ese lugar, dijo cariñosamente: “Como el profe”.

Libertad para aprender

El ideal de Paloma es que la educación cumpla con hacer las materias “un trabajo más fácil”. Y reveló dos factores clave del método de enseñanza del profesor.

Primero, encargar la tarea suficiente para un solo día. “No muy poquita, ni mucha”, explica. 

Además, dice que es importante permitir que los estudiantes pregunten cuando tengan dudas y no ceñirse solamente a lo que el temario del año dice que deben cubrir.

Ese último es un elemento esencial del método elegido por Juárez, inspirado en la técnica de Sugata Mitra, un científico hindú que este año ganó el premio de un millón de dólares que TED otorga a los emprendedores sociales.

Mitra creía que permitir a los niños explorar y seguir su curiosidad era una forma de enseñar más efectiva que darles el conocimiento preparado, para memorizar.

La idea es que si los niños, que son curiosos por naturaleza, descubren en lugar de recibir información, esta se interioriza más fácilmente y permanece con ellos más tiempo.

Probó su teoría haciendo varios experimentos. En uno de ellos colocó una computadora (llena de contenido sobre biología molecular) en un pueblo del sur de India y agrupó a niños de entre 10 y 14 años cerca de ella. Lo único que les dijo fue que dentro de la máquina había cosas interesantes dentro y los dejó actuar como su instinto les dijera.

Los niños comenzaron a explorar la máquina y en 75 días habían descifrado cómo utilizarla y contestaron correctamente el 25 por ciento de las preguntas sobre biología molecular que Mitra les hizo. Después de 75 días más podían contestar la mitad.

La educación que Sugata Mitra pretende dar sigue un principio: los niños están completamente a cargo. “Si tú no estás controlando tu aprendizaje, no aprenderás igual de bien”, explica.

Un agente de cambio

Sergio Juárez Correa llevaba cinco años como maestro cuando decidió cambiar radicalmente su manera de enseñar. Creció en una familia pobre y sus padres se separaron antes de que entrara a secundaria, así que se identificaba con las complicadas situaciones de sus estudiantes.

Durante su infancia soñó con ser un profesional de las artes marciales, y aunque su amor por las matemáticas terminó llevándolo por un camino distinto, su trabajo cotidiano implica una lucha todos los días.

Enseñar en una escuela pública en una zona marginada de Matamoros traía muchos retos: la ubicación, el estado de las instalaciones y el mobiliario, y los estudiantes que viven en un contexto precario y con en la mayoría de los casos, doloroso.

Reconocer esa experiencia en sí mismo y el deseo de cambiar la vida de los pequeños, llevó a Juárez a buscar alternativas que dieran mejores resultados. Quería “algún día poder cambiar a México, con sus alumnos, con su granito de arena”.

Y lograrlo siguiendo las reglas de un juego gastado parecía imposible. Así que decidió cambiarlas.

Lector asiduo de Fernando Savater, cuyo libro “Ética para Amador” le ayudó a ver el potencial de cada uno de sus estudiantes, antes de comenzar el curso en agosto de 2011 encontró la historia de Sugata Mitra y decidió que intentaría aplicar sus ideas en los niños de su grupo.

El primer día de clase hizo pequeños grupos con los bancos del salón, y le dijo a los niños que eligieran su lugar. Se sentó con ellos y les dijo las palabras que cambiarían su vida.

Les habló sobre otros niños en todo el mundo que podían hacer cosas increíbles, inalcanzables, y reconoció que las personas pensaban que ellos, que a veces no tenían ni siquiera qué comer, no serían capaces de esas cosas. Pero no se detuvo ahí.

“Hay algo que ustedes sí tienen y que los hace iguales que todos esos niños: potencial”, explicó, e hizo su misión explotarlo en cada uno de ellos. Su siguiente pregunta transformaría la experiencia en la escuela de cada uno de sus alumnos: “¿Qué quieren aprender?”

Desde ese momento dejó de llevar de la mano a los pequeños y se convirtió solamente en un guía. Juárez proponía un problema y dejaba que ellos encontraran la manera de resolverlo.

Según Wired, un día escribió “1=1.00” en el pizarrón, y en lugar de continuar con una explicación sobre fracciones y decimales, continuó escribiendo: “1/2=?” y “1/4=?”, y dijo a los niños que pensaran en la respuesta. Distribuyó un peso cambiado de diferentes formas a cada uno de los grupos, y preguntó, “si un peso es un peso, ¿cuál es la mitad?”. Finalmente, una pequeña llamada Alma explicó a sus compañeros que “mitad” significaba que había dos partes iguales. Entonces contestó: “La respuesta es .50”.

A los 31 años, casado y con dos hijos, Sergio, sin quererlo, se convirtió en representante de un movimiento que defiende la educación más allá de la memoria.

Si más profesores siguen su ejemplo, su poder de cambiar vidas a cuentagotas podría transformarse en una avalancha que aquellos contra los que lo lucha no podrán detener. 

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