“¡Ulises, ya vete por la Coca!”, grita una mujer, a lo lejos, a un adolescente con corte a rape y cabello negro decolorado en amarillo con agua oxigenada. El joven de torso desnudo, sentado sobre su cama, mitiga el calor de 26 grados en Monterrey con un raquítico ventilador de piso con aspas azules de plástico. Su madre le reclama de nuevo con palabras altisonantes, hasta que él se para y toma un envase retornable para ir por la bebida.
El adolescente, ya con una playera guinda que le queda grande y aguada, más pantalones “tumbaos” y tenis blancos, sale del domicilio. En su andar se encuentra a un “teporocho” que le pide dinero para una caguama, “traigo exacto”, se excusa Ulises, mientras que el vago de la colonia le responde “¡Vale, loco!” y se arranca a cantar una cumbia de Andrés Landeros.
“Me parece que te vi bailando un día, me parece que te vi muy saramuya en la plaza de la tierra mía bailando cumbia”, continúa, mientras Ulises camina por los pasillos estrechos del Cerro de la Campana, ese lugar olvidado de la mano del Estado, donde ni siquiera se atreve a entrar la policía municipal de la Sultana del Norte. Ahí, la única ley es la de la banda y las expresiones como “¡Puro vato Kolombia loco!” son el signo de identificación entre los habitantes.
Retratando de manera directa este barrio bajo, que irónicamente se encuentra en lo alto de una colina en Monterrey, fue como Fernando Frías de la Parra hizo posible la película Ya no estoy aquí, en la que describe la vida de Ulises, rodeado de precariedad, pandillerismo y música colombiana, para después migrar a Nueva York y trabajar en construcción como indocumentado.
Frías, quien es originario de la Ciudad de México y estudió Cinematografía en la Universidad de Columbia en Artes, fue hipnotizado por la cultura de Monterrey cuando estudió su maestría en Nueva York e investigaba sobre la música colombiana en esta localidad, la cual ha tenido un fuerte arraigo por celebridades como la agrupación El Binomio de Oro, Lisandro Meza y, por supuesto, Celso Piña.
“Quería tener mi propia aproximación, de mi ángulo a ambas cosas, a la Cumbia y a la tierra de contrastes. En la misma colina tienes el municipio más rico de todo América Latina y del otro lado las colonias que están representadas en la película”, describe Frías, en entrevista para Reporte Índigo.
Para grabar esta historia, Frías se adentró por completo en el Cerro de la Campana, utilizando la fórmula ya empleada por diversos realizadores, actores que carecen de una formación profesional, además de que se sumergió en la sociedad que identifica a estas colonias marginadas.
“No me siento parte de esa comunidad, pero me siento absolutamente bienvenido por la comunidad y me siento que tengo el apoyo de la gente y que junto conmigo construyeron un retrato que buscamos que no fuera del todo realista, pero sí auténtico, que son dos cosas diferentes”, agrega el director.
Ya no estoy aquí tuvo su estreno mundial en Cannes y se presentó en México en el Festival Internacional de Cine de Morelia, donde ganó el Premio del Público a Largometraje Mexicano y el Ojo a Largometraje Mexicano. La cinta cumplirá el circuito de festivales por el resto de 2019 y el próximo año llegará a salas alternativas para después formar parte del contenido de Netflix.
Cine marginado, obra de Frías en Monterrey
El camino para comenzar a realizar este proyecto fue sinuoso y con entresijos para Frías, ya que en varias ocasiones batalló para encontrar financiamiento para producir, más la complicación de llevar todo un equipo de trabajo hasta Monterrey desde la Ciudad de México.
“En algún momento un productor me dijo ‘oye, va a ser más barato y mejor si la hacemos en Iztapalapa’ perdón, pero ¿cómo puedes pensar eso? Es hasta ofensivo, es como querer decir que toda la gente humilde es igual, entonces me enojé y a partir de ahí ha sido difícil defender los intereses de la película”, narra el artista fílmico.
Aunque logró obtener una beca para desarrollar el guión en el laboratorio de Sundance en 2014, ningún patrocinio llegó de Estados Unidos, ya que el interés siempre está en la ganancia económica de vuelta, sin privilegiar el cine de búsqueda artística.
“Como hijo pródigo pensé que después de haber hecho eso, me dije que sería más fácil financiar la película en Estados Unidos y no, allá si no es algo que genere dinero, y lo que genera dinero son los nombres de actores, no se puede hacer”, explica Frías.
Ya no estoy aquí se financió con el Estímulo Fiscal a Proyectos de Inversión en la Producción y Distribución Cinematográfica Nacional (EFICINE) del que obtuvo 19 millones 423 mil pesos.
Fusión de géneros, el futuro fílmico
Frías reconoce que actualmente se produce un cine mexicano que habla de las mayorías, del estrato poblacional que se había ignorado, además observa que en un futuro tal vez se aplique en México esta amalgama temática ente la realidad y un toque de ciencia ficción o fantasía, lo que ya sucede en Estados Unidos y otras partes del mundo.
“La película Bacurau (2019) tiene elementos de horror, como dicen los gringos gender bending, que van de un género para el otro, y entonces creo que la realidad nos está rebasando, y la estamos empezando nosotros como realizadores, usarla como pequeñísimas burbujas; como la última que hizo Amat Escalante, La región salvaje (2016), también tiene elementos fantásticos. Ese es mi pensar”.