En algún momento de su vida, ¿quién ha anhelado ser feliz para siempre en compañía de otra persona? ¡Todos! O eso se espera que piense la mayoría de la gente en estas fechas que se celebra al amor y la amistad; sin embargo, hay que comenzar a entender que nada dura para siempre.
A pesar de que uno de los deseos de las parejas al inicio de su matrimonio o noviazgo es vivir un cuento de hadas, como el que tienen las princesas y príncipes de las películas infantiles, el doctor Enrique García Huete, experto en Psicología Clínica, asegura que la duración promedio de una relación es de tres a cuatro años.
El también seminarista sostiene que, si sólo amor-pasión es lo que hay en una relación, el tiempo que ésta dura no llegará ni a los cinco años; mientras que, por otro lado, si hay similitudes en el amor de convivencia y en la responsabilidad, el matrimonio o noviazgo se alargará con el tiempo de manera indefinida.
Para Óscar Galicia, coordinador de la Licenciatura de Psicología en la Universidad Iberoamericana, el amor acaba cuando, efectivamente, pasan de dos a cuatro años como máximo. Comenta que cuando una pareja inicia su relación, la dopamina es la molécula que le tapa los ojos al humano y lo hace ver sólo la parte agradable y atractiva de la persona amada. “Después de eso, la pasión comienza a decaer, ya no es el principal elemento de la relación, la atracción casi animal por la pareja ya no es la misma”.
Con motivo del Día de San Valentín, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), compartió indicadores sobre la situación conyugal de la población mexicana, así como el registro de matrimonios y divorcios ocurridos en el país.
El escritor francés Fréderic Beigbeder, autor del libro El amor dura tres años (1997), relata en este material los mil 95 días en los que se desarrolla y termina una relación, pues para él, como para los psicólogos anteriores, las relaciones de pareja no duran más que ese determinado tiempo.
De acuerdo con Beigbeder, al principio de la relación todo es hermoso, cada día trae consigo su liviana carga de milagros, pues la felicidad existe y es muy simple: Consiste en un solo rostro. “Durante un año, la vida no es más que una sucesión de soleadas mañanas, incluso cuando nieva por la tarde”.
Para el segundo año, las cosas empiezan a cambiar, según el autor francés, la pareja se vuelve más tierna, ambos se sienten orgullosos de la complicidad que han establecido, defienden el matrimonio delante de sus amigos solteros que ya no los reconocen y resisten la tentación de fijarse en terceras personas.
Pero esto cambia cuando el tercer año se acerca, y “ya no aguantan la tentación de fijarse en las señoritas ligeras de ropa que iluminan la calle. Ya no hablas con tu mujer. Pasas horas en el restaurante escuchando lo que cuentan las mesas vecinas. Sales cada vez más, eso te proporciona la excusa para no tener que coger. Pronto llega el momento en que ya no puedes soportar a tu pareja ni un segundo más, ya que te has enamorado de otra”.
Y después del amor pasional, ¿qué sigue?
Luego de que el amor-pasión se marchita para la pareja que inició esperanzada una aventura, el psicólogo de la Universidad Iberoamericana asegura que la siguiente fase es el amor de acompañamiento, el cual depende de los sistemas de neurotransmisión, principalmente de la serotonina.
“Mientras que muchas parejas dan ese salto, otras no pueden porque se dan cuenta que cuando lo que necesitan es compañía y tranquilidad, y en vez de eso tienen a su lado a una persona enojona, intolerante y testaruda, saben que eso les estorba y lo dejan”, asegura Galicia.
El médico declara que los casos de parejas que no funcionan más allá de los cuatro años regularmente es porque al inicio, uno de los dos involucrados tenía la percepción de que encontraría a su media naranja, a la persona que al fin lo o la haría sentir feliz. “Creo que empezar una relación con esa visión es profundamente destructivo”.
También, el académico dice que tener una ideología platónica sobre alguien implicaría que se le está dejando la responsabilidad de su felicidad, y si una persona no puede hacerse cargo de eso, nadie podrá.
Galicia confiesa que la mejor manera de comenzar una relación es “siendo la mejor persona que puedas ser, tu mejor versión, ser lo más feliz que puedas y, entonces, dentro de esa felicidad ya puedes compartirla con otros”.
“Yo tengo amor para darte a ti también”, “Yo puedo estar feliz solo, pero contigo estoy mejor”, son dos frases que, de acuerdo con el psicólogo, la gente que tiene un crecimiento personal alto conoce a la perfección, pues no espera depender de nadie para ser mejor. Y es que son este tipo de ideas y emociones las que tienen mucho éxito en las parejas que deciden compartir debilidades y fortalezas, y las que, al final de todo, puede que vivan felices para siempre.
Literatura para entender al amor
Enamórate de ti, de Walter Riso (2006)
El psicólogo italiano refleja en esta publicación que antes de que una persona quiera su “y vivieron felices para siempre”, primero debe ser feliz consigo mismo. Es un libro de autoestima y comportamiento social.
El amor no es suficiente, de Miguel Alejandro Rivera (2018)
El periodista narra la historia de David, quien, después de haber sentido un amor pasional por Beatriz, con quien estuvo desde adolescente, ese sentimiento desaparece y se convierte en una sencilla convivencia.