“Y vivieron felices para siempre”. Se nos ha inculcado a través de la literatura, el cine y la cultura pop la idea de que esa frase es el final, la cúspide, la meta o el objetivo de toda persona que busque vivir en pareja… sin embargo, casi nunca nos planteamos esa frase como el inicio, no como el final. El comienzo de una nueva etapa que en ocasiones puede durar mucho menos de lo que espera un corazón o espíritu enamorado.
Los cuentos de hadas y la imaginación de las personas hablan de ese “bliss” o encanto que al parecer la ciencia aterriza con vigencia limitada.
Investigadores de países de Europa y Estados Unidos analizaron a mil 761 personas que duraron 15 años de matrimonio y, de acuerdo a Sonja Lyubomirsky, profesora de psicología en la Universidad de California, los resultados de la investigación apuntaron a que “los recién casados solamente disfrutan de un “boost” de gran felicidad que dura, en promedio, solamente dos años. Luego el goce desaparece y se regresan a como empezaron, al menos en términos de felicidad”.
Por muy increíble que pueda sonar, este estudio ha sido revisado y confirmado por otras investigaciones y análisis desde el año 2003, en que fue publicado.
Lyubomirsky, autora de “The Myths of Happiness: What Should Make You Happy, but Doesn’t, What Shouldn’t Make You Happy, but Does”, recalca en The New York Times que si las parejas pasan ese “bache” después de los dos años, aguantan y perduran, podrán recuperar la emoción de la época de “miel sobre hojuelas” del principio, de 18 a 20 años después. Justo en la época en que los hijos “abandonan” el nido y la pareja enciende de nuevo la chispa perdida en esos años, pero ahora con un toque de madurez.
Y es que conforme pasa el tiempo, el amor entre una pareja comienza a volverse compasivo y deja el tono pasional, rojo intenso, para volverse colores más opacos y la relación un poco más pasiva, no en vano hay millones de ejemplos de publicidad que se basan en el concepto del “segundo aire”.
Ese amor apasionado, lleno de deseo, atracción y libido se llega a convertir en cariño y afecto. Y esto tiene una gran relación con la monotonía de ciertos ritmos de vida, la capacidad de adaptación de un ser humano y claro, con ese efecto en el que una persona se acostumbra y habitúa de tal manera que cae en una profunda zona de confort.
“La pasión sexual y la excitación son particularmente propensos a la adaptación hedónica. La familiaridad puede o no puede generar desprecio, pero la investigación sugiere que engendra indiferencia. O, como Raymond Chandler escribió: ‘El primer beso es mágico. El segundo es íntimo. El tercero es la rutina'”, enfatiza Sonja.
Simplemente reflexiona un poco y son pocas las historias de la vida real de parejas que se “conquistan” día con día –pero no inexistentes– y es incluso común escuchar novios que cuando iniciaron su relación y fue avanzando con el tiempo, alguno de los dos –por lo general las sensibles y perceptivas mujeres– siente que baja el nivel de conquista, chispa y encanto.
Y es que “estamos biológicamente programados a desear variedad. Variedad y novedad afectan el cerebro de la misma manera que hacen las drogas, es decir, activar la actividad que consiste en el neurotransmisor dopamina, como lo hacen máximos farmacológicos”, dice Lyubomirsky.
En pocas palabras, el ser humano requiere de excitación, endorfinas, boosts, rush… como le quieran llamar, las personas están en constante búsqueda de activar nuestro sistema nervioso y todas las emociones y sensaciones que esto conlleva. Y esto no solo se refiere en el ámbito sexual.
En las propias palabras de Sonja, “con el debido respeto a los poetas y compositores pop de la radio, un nuevo amor parece tan vulnerable a la adaptación hedónica como un nuevo trabajo, un nuevo hogar, una nueva capa y de otras fuentes nuevas de placer y bienestar. A pesar de la emoción de una adquisición de nuevo material por lo general se desvanece más rápido (…) La adaptación hedónica es más probable cuando las experiencias positivas están involucradas. Es cruel, pero cierto: Estamos inclinados –psicológica y fisiológicamente– a dar por sentado las experiencias positivas”.
Sonja lo ejemplifica diciendo que creemos tener la pareja ideal, un buen trabajo y un bonito departamento, por ejemplo. Estas emociones solamente duran un tiempo y las expectativas cambian constantemente.
Después de la boda, llega la ‘resaca’
En una publicación en The Australian se dice que del cuento de hadas se pasa a “la resaca de la boda” y que según una encuesta realizada por The Australian Unity Wellbeing a dos mil personas, reveló que “los grandes cambios se producen en el primer año de vida matrimonial, y no todos son cómodos para los recién casados”, declaró Melissa Weinberg, del Deakin University’s Australian Centre on Quality of Life y autora del informe.
Weinberg dice que el estancamiento de los primeros dos años se deben a lo que llama la resaca de la boda”, puesto que “las parejas construyen ese día como el mejor día de su vida y luego se topan con la realidad y las facturas de la boda, así como volver al trabajo después de la luna de miel”.
Te estarás cuestionando ¿cómo es que puede desaparecer este deseo y pasión después de tan solo dos años de matrimonio cuando probablemente hasta morirías por tu amado (a)?
Esto no se trata de falta de amor, sino de pasión, de esa efervescencia que solo el cuerpo y la reacción química-cerebral puede dar inicio. Ese fuego que es muy difícil –pero no imposible– conservar a largo plazo.
Lamentablemente, muchas parejas creen que este aterrizaje de adaptación y cambio del fuego a la tranquilidad es infelicidad, sin embargo, se puede seguir teniendo la chispa y la sorpresa con la misma pareja de siempre.
Es por eso que los expertos recomiendan cambios que rompan con la rutina y la monotonía, como personas y como parejas.
Las parejas necesitan cambiar de aire de vez en cuando, de entorno, de ritmo y hasta de look, para poder tener la picardía necesaria y así activar la llama química en el cerebro.
Con mayor razón si es un matrimonio consumado y con hijos de por medio. Como pareja, trata de renovar la etapa del bliss y realizar actividades que despierten los sentidos –desde el ámbito personal, hasta el sexual– de tu compañero (a).
No te pierdas como pareja en la zona de confort, redescubre y sorprende a tu compañero de vida y juntos busquen esa chispa llamada endorfinas. Invítalo (a) a la montaña rusa de emociones y pasiones para que perduran “hasta que la muerte los separe”.
No hay una receta, pero sí un ingrediente
Y ese ingrediente principal –además del amor, claro– es la confianza. Pero no solo el hecho de confiar en la pareja –que es primordial– sino también tener confianza en querer casarse.
De hecho, según un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Alberta, Edmonton y la Kansas State University, las personas que tienen mayor confianza con la idea de casarse, están más satisfechos en los primeros tres años de su matrimonio.
En la investigación que contó con mil 220 personas de matrimonios heterosexuales, analizaron la relación entre las siguientes variables: confianza marital, el tiempo que pasaban juntos y la satisfacción marital en los primeros años.
Los resultados señalaron que las personas que están más convencidas y confiadas en casarse, están significativamente más satisfechos en el matrimonio o al menos durante los primeros tres años, de acuerdo al estudio publicado en el Family Process.
Oxitocina vs. Infidelidad
La oxitocina, también conocida como “la hormona del amor” podría ser un gran aliado durante la vida de pareja. Y más si tomamos en cuenta que muchos matrimonios terminan a causa de una infidelidad por alguna de las partes.
Si bien, la monotonía y la falta de rush pueden terminar en aburrimiento, ese hastío puede también conducir hacia una infidelidad.
De acuerdo a investigadores alemanes –cuyo estudio fue publicado en el Journal of Neuroscience– la oxitocina puede “detener” el riesgo a una infidelidad.
En la investigación, les aplicaron vía spray nasal oxitocina a 57 hombres y los “acercaron” a un grupo de mujeres muy atractivas. Ellos tenían que determinar a qué distancia estaban atraídos y cuando comenzaba a ser incómodo.
Como era de esperarse, los hombres –monógamos y en una relación– que recibieron oxitocina prefirieron una distancia mayor entre ellos y las atractivas –y tentadoras– mujeres. Pues la oxitocina los incitaba a unirse a su pareja, no a la mujer extraña.
A diferencia de éstos, los solteros prefirieron estar de entre un promedio de cuatro a seis pulgadas más cerca de la mujer “efecto placebo”.
Eso sí, hasta los “ocupados” y monógamos afirmaron que las mujeres eran realmente atractivas, sin importarles ni el spray, ni la relación con su pareja.
Los expertos concluyeron que la oxitocina promueve que ese hombre se “active” pero en búsqueda de su pareja, no de otra persona.