Frida es una chica de 16 años que desaparece la noche del cumpleaños de su padre, bajo extrañas circunstancias. La vida de la familia cambia para siempre, surgen conflictos y mentiras y todos se convierten en sospechosos. Esta es la premisa de la serie Buscando a Frida, de Telemundo, en donde la actriz Ximena Herrera le da vida a Marcela Bribiesca, madre de Frida.
La actriz de 41 años ha sido cuestionada por interpretar a una madre que sufre la desaparición de su hija, ya que ella, en la vida real, no tiene hijos, por lo que varias personas creen que no tiene lo necesario para el papel de Marcela.
“Mucha gente piensa que estás limitado a cierto rango de interpretación, según lo que has vivido, y claro que no es así, porque tú puedes interpretar a alguien 10 años más chico que tú o 20 años más grande, con hijos o sin hijos; incluso, interpretar a un drogadicto sin antes haber probado alguna sustancia, pero tienes que buscar como actor y, cada quien su propia técnica, adaptarse a lo que más te funciona”, comenta Herrera.
Si bien un actor puede tomar aspectos de su vida para conectar de una mejor manera, mucho más real, con sus personajes y transmitirle al público emociones, existen más referentes de donde se pueden alimentar los intérpretes para ofrecer una mejor experiencia.
Aunque Marcela, quien es una mujer preparada que dejó su carrera, su trabajo de lado, por dedicarse a su familia y a sus hijos, es muy diferente a Ximena, la actriz asegura que esto no le resta valor a su interpretación, sino al contrario, ya que este papel surge de la investigación y el compromiso.
“Me aventé muchísimos documentales, entrevistas, hablé con psicólogos acerca de cómo sobreviven las mujeres que tienen un hijo perdido, porque no es vida. Como el inconsciente te hace en las primeras semanas que no quieres comer, dormir, hay una angustia tremenda, y después hay lapsos donde el cerebro bloquea y aparentemente la vida es normal, hasta que otra vez se reconecta con que su hija está desaparecida, es un sube y baja emocionalmente muy fuerte, donde la gente sabe que tiene que seguir a pesar de la angustia que tiene dentro; entonces, es muy complejo, porque tienes que ser fuerte pero la incertidumbre te consume”, explica la actriz.
Una maternidad diferente
Los papás de Ximena Herrera se divorciaron cuando ella tenía cuatro años, 11 años después su mamá se volvió a casar con un hombre inglés, con quien tuvo tres hijos más: una niña y unos cuates.
Como en todas las familias numerosas, a la actriz le tocó ayudar con el cuidado de sus hermanos, porque su madre con tres nuevos bebés, quienes se llevaban muy poco tiempo de diferencia, no se daba abasto.
“Definitivamente me tocó ser como una mamá joven sin haber dado a luz, pero sí me tocó sobre todo con la primera, con Nicole, me tocó todo, desde cambiarle los pañales, ver cómo se le caía el ombligo y no saber qué hacer, hasta enseñarle a gatear y caminar, desvelarme con ella y al día siguiente tener clases”, recuerda Ximena.
De esa experiencia, dice Herrera, aprendió muchísimo, porque le tocó vivir el ser una mamá joven sin ser la que los trajo al mundo. En su momento, platica, se quejaba porque no podía ir a fiesta por quedarse con alguno de los tres bebés, pero una vez que ya estaba con ellos, los disfrutaba al máximo.
“Dormirlos, apapacharlos, verlos gatear o caminar, me dio muchísimo, me hizo crecer, tener conciencia del significado de traer bebés a este mundo, ya que es una responsabilidad muy grande. Eso me hizo saber que si decido tener un hijo es porque estoy seguro y no por la idealización de tener uno”, comenta.
A partir de esta experiencia es como Ximena se relaciona directamente con el personaje de Marcela, esta mujer que se tiene que enfrentar a la desaparición de su hija desde el primer capítulo.
“A partir de los cuestionamientos salió el ‘a ver, yo no tengo hijos, pero me puedo relacionar con Marcela a partir de una conexión muy fuerte, porque de alguna forma fui la segunda mamá de mis hermanos”, dice la actriz.
A pesar de esta experiencia que le permite entender más a su personaje y decir “no soy madre, pero sentiría lo mismo si le pasara algo a mis tres hermanos”, Ximena Herrera sigue defendiendo su libertad de poder interpretar el papel que desee, siempre haciéndolo desde un lugar de respeto y con la máxima calidad posible.
“Muchas veces cuestionan si tú puedes hacer un personaje de ‘X’ o ‘Z’ si tú no has vivido la experiencia; por una parte, se entiende, pero por otra no, porque dices ‘por algo me preparé tantos años como actriz’ y, precisamente, si serás un asesino en alguna producción, no tuviste que haber matado a alguien para poder interpretarlo, es lo mismo aquí, donde me cuestionan el interpretar a una madre que perdió a su hija si no he sido madre”, señala.
Un personaje agotador para Ximena Herrera
Ximena Herrera confiesa que terminaba agotada después de interpretar a Marcela Bribiesca, porque además no era solamente una escena al día, sino cerca de 23, de las cuales entre ocho y 10 tenía que estar desgarrada y llorando.
“Entonces, era ‘cámara, acción’, y en 2 o 3 segundos meterte al personaje en una situación desgarradora e inmediatamente salir de ella, porque ahora ya estabas desayunando con la familia feliz”, platica la actriz.
Herrera afirma que ha sido el personaje más difícil que le ha tocado interpretar, donde más se ha desgastado física y emocionalmente, incluso, dice que le costó separarse de Marcela.
A pesar de que las grabaciones habían concluido, Herrera seguía con la angustia, como si el personaje continuara vivo dentro de ella. Recuerda que para enfrentarlo trató de comer lo más sano posible, meditar, hacer cinco minutos de yoga y ayudarse de técnicas para no quedarse clavada en la historia.
“No es una comedia, no había momentos ligeros, todo era tenso durante cuatro meses en pandemia y creo que el resultado final fue bastante positivo, en Estados Unidos está teniendo un gran rating. Estamos muy agradecidos por eso”, argumenta.
El dolor de una pérdida
Durante su preparación para poder interpretar a Marcela, Ximena Herrera conversó con varios psicólogos, quienes le explicaron que el cerebro entiende mucho mejor cuando hay una muerte que cuando ocurre una desaparición.
“Cuando pasa una muerte se enfrenta uno al periodo del duelo, hasta llegar a la aceptación, pero cuando hay una desaparición el cerebro no la entiende, entonces, es muy complejo, estas subidas y bajadas de ‘estará muerta’, ‘estará viva’, ‘regresará completa’ o ‘le habrán hecho algo físicamente’. La incertidumbre afecta más al ser humano”, explica.