“Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción”, dice la autora británica Virginia Woolf. En su ensayo con este nombre, publicado en 1929, expone las dificultades de su género.
A la escritora feminista le pidieron que hablara de las mujeres y la novela. Y para explicar lo que ellas escriben, o lo que escriben de ellas, planteó la pregunta: ¿qué tiene esto que ver con una habitación propia?
En unas cuantas páginas, Woolf esboza su opinión sobre el espacio y lo material. Narra que en el siglo XIX, que las mujeres tuvieran un área individual, privada e íntima ocurría sólo si pertenecían a la nobleza.
En su mayoría, eran forzadas a permanecer en un solo lugar de la casa, cuando se trataba de un hogar, sin tener contacto con nadie más. Si no tenían un sitio para ellas mismas, menos uno en la literatura.
Pero, ¿qué pasa en el siglo XXI? ¿Por qué esta obra aún continúa vigente? Inspirada en el ensayo Una habitación propia, la narradora Elma Correa inició en Instagram una recopilación de fotografías de la existencia, o ausencia, del espacio de trabajo de mujeres de letras.
La profesora y tallerista de Mexicali se preguntó cómo las mujeres se apropian del tiempo y de los espacios y los comparten entre sí. Ella, por ejemplo, terminó su tesis por las noches, para no despertar a su hijo ni a su novio; en el baño, por ser el sitio más fresco de la casa.
“Virginia Woolf es un referente importantísimo de literatura universal, sobre todo de mujeres. Era privilegiada y padecía esas cosas ¡Ahora nosotras! Es muy interesante que casi 100 años después todavía sigamos cuestionándonos cómo hacemos las mujeres para producir y hacernos de un espacio propio o apropiarnos de alguno quienes no lo tenemos”, expresa.
Elma Correa es licenciada en Lengua y Literatura Hispanoamericana, maestra en Estudios Socioculturales y cursa el doctorado en Sociedad, Espacio y Poder (DESEP) en la Universidad Autónoma de Baja California (UABC).
“Una amiga de acá, una arquitecta y artista visual que se llama Jessica Sevilla, me invitó a colaborar en una exposición donde todo era alrededor del espacio. Entonces, desde mi disciplina, que es la escritura, la literatura, fue inmediato pensar en Una habitación propia”, platica.
Desde 2008, Elma coordina un encuentro nacional de literatura en Baja California. Y para la exposición prevista para noviembre pensó en realizar un video con las fotos reunidas.
“Pensé, ‘¿qué de interesante podía tener para alguien que va a una exposición que otros sentidos artísitcos sean estimulados?’ Entonces, invité por correo a escritoras que conozco, que me gusta su trabajo y les conté un poco. Todo ha sido muy casual, muy natural, les pedí que me mandaran su foto para yo mandar a hacer un video y proyectarlo”, comenta.
La escritora de cuento y crónica convocó a 29 mujeres, entre ellas Mónica Maristain, Bibiana Camacho, Liliana Pedroza y Gabriela Conde que ya enviaron su fotografía. Después, el proyecto llegó a Internet.
Del ensayo de Virginia Woolf a Instagram
“La libertad intelectual depende de cosas materiales. La poesía depende de la libertad intelectual. Y las mujeres siempre han sido pobres, no sólo durante doscientos años, sino desde el principio de los tiempos. Las mujeres no han tenido, pues, la menor oportunidad de escribir poesía. Por eso he insistido tanto sobre el dinero y sobre el tener una habitación propia”, menciona Virginia Woolf en Una habitación propia.
Su texto, describe Elma Correa, es un estandarte no sólo para los correos que envió, sino para la cuenta de Instagram que abrió después.
El logo de la cuenta de Instagram (@habitaciones_propias) es un caligrama que forma el rostro de Woolf. “Ni siquiera hay que tener la referencia de Virginia Woolf, me parece un guiño lindo de quien lo sabe; pero se entiende que se trata de mostrar la habitación propia o su ausencia. Si pongo la descripción en la página, les quitaría la oportunidad de conocerlo de una forma más espontánea”, explica.
Quien fuera becaria del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) acota que no se trata de un proyecto individual, sino plural. Por ello, la pieza a exponerse en Baja California no llevará su firma.
“Yo no voy a tomar las fotos, no soy una fotógrafa que va y hace las composiciones, es un ejercicio colectivo, somos todas, aunque alguien tenía que abrir la cuenta. Ocurre y existe porque todas las morras han tenido la generosidad de compartir su lugar”, comenta.
Como doctorante en Sociedad, Espacio y Poder considera que estos conceptos se relacionan con la lucha que las mujeres libran por tener sus propios espacios físicos y simbólicos.
“Es interesante cómo más allá de la cuestión meramente política también está todo el morbo, el asomarse a la intimidad ajena e identificarse: las mascotas, las plantas, el desastre de los escritorios, los colores, los hijos, o los esposos que aparecen en las fotografías”, describe.
Las imágenes también dejan ver los contrastes desde aquellos estudios o bibliotecas, hasta cocinas y salas como espacios de creación.
Así como llegaron las fotografías a Elma Correa, también vinieron las propuestas de crear una cuenta de Twitter, un performance y hasta un libro. Ella dice que la invitación está abierta a todo tipo de ocupaciones.