Desde hace años, Richard Viqueira hace teatro con la finalidad de provocar al público, de no sólo conseguir la risa fácil, de compenetrarlos en las historias que escribe y causar una reflexión a través de sus puestas en escena, que tienen un toque de comedia.
Ahora, con el regreso de los espectáculos escénicos en México, el director y dramaturgo propone que los espacios y aforos reducidos continúen, pero no por las medidas sanitarias, sino porque así se lograría una mejor interacción entre actores y público.
“Me interesa cada vez tener un teatro con menos espectadores, porque creo que es algo más personalizado, y ya hay tantas manifestaciones que se han vuelto tan plurales y multitudinarias como los deportes, los conciertos y espectáculos, que creo que el teatro debe cubrir otra función, que no es lo que ellos están usando, debe ser una comunicación uno a uno”, comenta en llamada telefónica.
Recientemente Viqueira inició temporada en el Centro Cultural Helénico, de Dios juega videojuegos y yo soy su puto Mario Bro$, que él describe como un “Arcade escénico”, porque el público interactúa con las máquinas de videojuegos, que en su interior contienen a actores que son “controlados” por la audiencia; por función solo se permite la entrada de 30 personas.
“Un poco la dinámica es de cuando ibas a las ‘chispas’ de videojuegos en los años 90, la gente entra a un arcade, y se les dan un puñado de monedas como se hacía, entonces, ellos van eligiendo qué maquinita y juego quieren usar, hay desde survival horror, de plataforma, pero también teatrales, como teatro objeto, títeres o teatro de sombras, a través de estos recursos escénicos hacemos videojuegos carnales, biológicos”, describe Viqueira.
Aunque la obra dura una hora y es con este formato de mayor interacción entre el público y la compañía teatral, el director de 46 años de edad explica que esto no es microteatro, pero tampoco es un teatro tradicional, su propósito es retar a nuevas generaciones y a quienes no están inmersos en el arte escénico a ver estas propuestas fuera de lo académico.
A mí me interesa mucho convocar y explorar con espectadores por debajo de mi generación, mi aspiración es que esa gente que normalmente no le gusta el teatro, o que prefiere Netflix o YouTube, acudan a una obra nuestra y en el mejor de los sentidos dijeran ‘el teatro también me habla a mí, me comunica, me divierte’”, subraya el director de Kraken Teatro.
Viqueira revela que esta obra la quería montar hace una década, pero entender la estructura de los videojuegos, para pasarla al trabajo escénico, dos pasiones que a él le fascinan, no sería un trabajo fácil, además de que con el título de la puesta en escena, hace latente su cuestionamiento del libre albedrío.
“Quería que esta reflexión tuviera que ver con la idea de si somos libres, si estamos predestinados realmente o hay libre albedrío o no, la reflexión del amo y del esclavo, o del gobernante y de los súbditos, empecé a trabajar esta obra, en donde el espectador va jugando con los actores, con sus emociones, con su cansancio, con su cuerpo, o sea todas las posibilidades que nos permite la condición humana”, dice.