Alan Glass (Montreal, 1932–Ciudad de México, 2023) fue un artista canadiense que, al mudarse a París, en 1953, tuvo su primer acercamiento con el movimiento surrealista. Foto: Especial

Forma parte de un viaje al surrealismo de Alan Glass en Bellas Artes

La exposición ofrece una visión multidimensional de más de cinco décadas de su producción artística que abarca temas como la naturaleza, el deseo, los viajes y la muerte

En el París de los años 60, las jornadas del artista Alan Glass desafiaban cualquier noción del tiempo. El cineasta y escritor Alejandro Jodorowsky cuenta que, durante sus ensayos al amanecer de la obra de teatro Penélope, solía pasar por el estudio de Alan y lo encontraba inmerso en una pintura. Al regresar por la noche, el artista seguía ahí, trabajando con una intensidad que parecía inmutable. Sin embargo, con trazos mínimos y capas de pintura blanca casi imperceptibles, Glass transformaba el trabajo en un acto casi invisible, cargado de intención.

“Siempre buscaba darle la vuelta a la idea de trabajar, pero paradójicamente, Glass era una persona muy obsesionada con su trabajo; además, en ese momento, estaba creando las estrategias con pintura blanca, con la cual apenas se percibía cada uno de estos elementos. Ese era Alan, una persona muy obsesionada con la acumulación de los objetos y su estudio, que es como una suerte de cámara de maravillas; era un viajero que iba a los espacios poco accesibles, donde recupera objetos que pueden resultar exóticos”, cuenta el curador Joshua Sánchez, a propósito de la muestra Alan Glass. Sorprendente hallazgo.

Esa forma única de crear, entre obsesión y juego, cobra vida en la exposición que llega al Museo del Palacio de Bellas Artes para revelar el universo mágico de un artista que hacía visible lo extraordinario en lo cotidiano.

La exhibición en honor al artista canadiense, como parte de su 90 aniversario del recinto, es un homenaje a la obra de uno de los grandes exponentes del surrealismo. En entrevista con Reporte Índigo, Sanchez narra que con esta muestra, que también celebra los 100 años del Manifiesto Surrealista, ofrece una mirada caleidoscópica a su obra a través de tres ejes curatoriales que invitan al visitante a explorar el universo de Glass a través de tres ejes temáticos: “Bitácora de viaje”, “Objetos de afinidad” y “El jardín de las diosas”.

¿Quién era Alan Glass? Conoce su trayectoria en Bellas Artes

Alan Glass inició su vínculo con el surrealismo en París, donde conoció a André Breton, quien lo introdujo a este movimiento artístico. Sin embargo, fue en México donde Glass encontró un terreno fértil para su imaginación. Una visita al país, desencadenada por la fascinación de recibir un cráneo de azúcar como regalo del Día de Muertos, lo llevó a establecerse definitivamente en 1970. Desde entonces, México se convirtió en su hogar y en la fuente de muchos de los elementos que definieron su obra.

“La sección ‘Bitácora de viaje’, instalada en la Sala Siqueiros, introduce al artista a través de dibujos automatistas creados en París y piezas inéditas descubiertas apenas hace dos años. Estos dibujos reflejan el espíritu experimental de Glass, quien, desde joven, desafiaba las estructuras tradicionales de aprendizaje y encontraba en la naturaleza un espacio de libertad creativa.

“Glass siempre buscó sabotear el imperativo categórico del trabajo, transformando la creación en un acto de exploración constante”, explica Joshua Sánchez, curador de la exposición junto a Xavier de la Riva, Abigail Susik y el investigador sueco Kristoffer Noheden.

La segunda sección, ‘Objetos de afinidad’, ubicada en las salas Camarena y Orozco, celebra el corazón de la producción de Glass: sus icónicas cajas y ensamblajes. Inspirado por las “cámaras de maravillas” del Renacimiento, Glass construyó piezas cargadas de significado espiritual y simbólico, empleando objetos encontrados en mercados de pulgas y bazares.

Cada caja es un microcosmos, donde lo cotidiano se convierte en extraordinario: botones, insectos, cabellos humanos y fragmentos de nácar dialogan con referencias culturales y biográficas del artista.

La exposición viajará al Museo de Bellas Artes de Montreal en la primavera de 2025, donde se integrarán piezas de la colección del recinto.

“Estas cajas funcionan como contenedores de historias, resonancias culturales y memorias personales. Las piezas de esta sección incluyen objetos que evidencian las colaboraciones y amistades del artista con figuras como Leonora Carrington y Pedro Friedeberg. Un ejemplo notable es la inclusión de una langosta en uno de sus ensamblajes, un obsequio de Friedeberg, son fragmentos de afinidad que cuentan historias de conexiones profundas y significativas”, añade el curador.

La última sección, “El jardín de las diosas”, en la galería Tamayo, combina dibujos automatistas, acuarelas y objetos intervenidos que revelan la relación de Glass con la espiritualidad y la naturaleza. Inspirado en el concepto del Atlas de Aby Warburg, esta sección propone asociaciones libres entre formas, colores y composiciones. “Esta sección busca captar el misticismo de Glass, su interés por explorar los vínculos entre lo terrenal y lo trascendental, el los cuales buscaba encontrar el sentido oculto de las imágenes.

“Por ejemplo, en la exposición tenemos piezas que se enfocan específicamente en la idea de la vaca como una entidad sagrada. También tenemos una pieza icónica que apareció en la película de La montaña sagrada de Alejandro Jodorowsky”, narra.

Su contribución al arte surrealista

La exposición reúne 125 piezas de colecciones internacionales, presentadas con un enfoque no cronológico que destaca los procedimientos y medios surrealistas explorados por Glass. Además, se complementa con la publicación de un libro que incluirá ensayos inéditos sobre su obra y vida.

El homenaje a Alan Glass celebra su contribución al arte surrealista, además de destacar su capacidad para integrar mundos aparentemente dispares: lo onírico y lo cotidiano, lo espiritual y lo material.

“Con esta muestra buscamos descifrar los significados ocultos de sus obras, y que cada visitante establezca sus propias conexiones y afinidades con el universo de Alan Glass. Desde pequeño, mostró una sensibilidad única que desafiaba las convenciones de su entorno, con dificultades para adaptarse al sistema escolar y marcado por la dislexia, encontró, por ejemplo, en el pueblo de San Bruno de Montarville, un refugio donde su imaginación podía expandirse. Este espacio, se convirtió en el escenario de su conexión con la naturaleza y los objetos, que más tarde transformaría en portales que podrían llamarse espacios heterotópicos para narrar historias íntimas y universales”, concluye Joshua Sánchez.

Sobre la exhibición

Alan Glass. Sorprendente hallazgo estará abierta al público del 30 de octubre de 2024 al 16 de febrero de 2025 en las salas Siqueiros, Camarena, Orozco y Tamayo, de martes a domingo, de 10:00 a 18:00 horas.

Estará acompañada por un catálogo que contiene un ensayo y dos textos escritos por los curadores de la muestra, además de información e imágenes de la obra del artista.

 

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