Una ‘Tempestad’ que no termina

Aquel que fuera profeta y traidor, mesías y fugitivo, que supo sobrevivir a sus colegas y ahora se la pasa de gira con sus canciones transformadas y una voz perteneciente a otra era geológica, está de regreso. 

Justo cuando muchas notas sobre sus presentaciones en vivo y sus discos más recientes parecían verse obligadas a decir “en el que podría ser el último…", a sus 71 años Bob Dylan nos trae sorpresivamente uno de sus mejores discos en décadas: "Tempest" (2012). 

Adrián Ruiz Díaz Adrián Ruiz Díaz Publicado el
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Aquel que fuera profeta y traidor, mesías y fugitivo, que supo sobrevivir a sus colegas y ahora se la pasa de gira con sus canciones transformadas y una voz perteneciente a otra era geológica, está de regreso. 

Justo cuando muchas notas sobre sus presentaciones en vivo y sus discos más recientes parecían verse obligadas a decir “en el que podría ser el último…”, a sus 71 años Bob Dylan nos trae sorpresivamente uno de sus mejores discos en décadas: “Tempest” (2012). 

Hay quienes pensaron que Dylan había dejado como último disco en forma a “Modern Times” (2006), con su exploración del pre-rock nocturno al estilo del “Love and Theft” (2001); su colección de covers “Christmas in the heart” (2009), como un souvenir festivo y el “Together Through Life” (2009), un rápido resultado de sesiones para alguna fallida película.

Sin embargo, en “Tempest” encontramos de nuevo algunas de esas canciones desde la perspectiva de un bluesman arrancado de un mundo atemporal e implacable, pero combinadas con una fuerza narrativa que ya tenía tiempo de estar ausente, un lenguaje rico y una voz más expresiva y detallada.

En ese sentido, nos recuerda a algunas de las canciones más ambiciosas de su época tardía, como “Cross the Green Mountain”. 

Un ejemplo es “Tin Angel”, nueve minutos de aire de misterio y muerte, una historia que al inicio podría imaginarse medieval, con un hombre poderoso encontrando “un trono desolado” para luego cabalgar en busca de su mujer. Atormentado, deja caer su yelmo y espada, y hasta que un cable eléctrico es cortado y una pistola hace su aparición nos percatamos de que la venganza no sabe de tiempos. Para el final de la canción tres figuras yacen muertas, “las antorchas funerarias brillaron por pueblos y villas noche y día”. 

Notoriamente, le sigue la pieza que le da nombre al disco, casi un cuarto de hora de relato del hundimiento del Titanic, descrito como un sueño del Apocalipsis convertido en canción para las tabernas del puerto.  

Y, “Roll on, John”, una despedida al John Lennon que dejó Inglaterra, un réquiem fantasmal en el que aparecen el mar y esas balas, puntos nunca finales de tantas historias del alargado presente americano. 

El álbum es producido por el propio Dylan y grabado con Scott Litt, con la actual alineación de la banda que lo acompaña en vivo y a David Hidalgo de Los Lobos.

“Tempest” de Bob Dylan
(Columbia Records; 2012)
150 pesos en iTunes

 

 

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