Alfonso Molina comparte la experiencia vivida durante la pandemia para la creación de su nueva ópera La estela invisible de Halley.
Hay hechos extraordinarios, como los cometas, que hacen que la vida se suspenda por un par de segundos, súbitas llamas que vuelan por el cielo nocturno e iluminan el cielo cada 76 años, como en el caso del cometa Halley.
Estos cuerpos celestes han pasado por la Tierra por siglos, provocando en sus observantes intriga, miedo o asombro; por ejemplo, en el siglo XVII, lo vieron el jesuita Eusebio Kino, el intelectual novohispano Carlos de Sigüenza y Góngora, así como la poetisa Sor Juana Inés de la Cruz, durante una época, en la cual, se organizaron juicios para hablar de las estelas que dejan a su paso estos objetos en movimiento.
Desde entonces, en México, su paso ha tenido repercusiones políticas, sociales, científicas y sociales. En medio de la Independencia de México y la Revolución Mexicana causó desconcierto, incluso antes, el mismo emperador Moctezuma auguró la tragedia del Imperio azteca al verlo en 1511.
Este hecho, tan fascinante e intrigante del paso de los cometas a través de los siglos, fue la inspiración del compositor Alfonso Molina para crear La estela invisible de Halley, ópera en un acto que, literalmente, llevará a sus escuchas por un viaje en el tiempo y el espacio.
“Es una ópera basada en hechos reales, pero que a su vez podemos entenderla como una ópera de ciencia ficción. Lo quise limitar en México, las personalidades que lo vieron y cómo, después de un temblor, representó esperanza; o en el siglo XVII y mucho antes les causaba temor y sentían que era el fin del mundo”, cuenta el compositor a Reporte Índigo.
La investigación y sus recuerdos de niñez alimentan esta pieza sobre el cometa que pasó, por última vez, en 1986 y se aloja en el inconsciente colectivo mexicano, un lapso que marca un pasado, presente y futuro en el hombre actual. Además, como las piezas de Molina, tiene implícita una crítica social, pues en un momento de la obra se imagina al ser humano en 2062 mirando al cielo mientras cruza el cometa y esperando que la situación del país sea mejor, más próspera y justa.
Durante este año de pandemia se dedicó a escribir la ópera que, a diferencia de sus obras en las cuales el proceso creativo era salir e investigar, ahora, relata, “se echó un clavado a sí mismo”, a experimentar e innovar, tratando de adecuarse a este tiempo de confinamiento y así, la música y lírica, fueran su escape al espacio.
“Por eso esta ópera comienza con el hombre actual añorando, por ejemplo, el prólogo dice: ‘cual fantasma el tiempo marcó un principio y un fin’, a raíz de eso todos tenemos diferentes conclusiones y versiones de lo que significa un cometa y eso es lo que yo quiero plasmar”, relata.
La ópera hoy para Alfonso Molina
En palabras del compositor sonorense de música orquestal, cine y medios audiovisuales, la ópera está viviendo un tiempo de insumisión y creatividad, y es totalmente distinta a la del siglo XIX, incluso, afirma, hay gente que la considera como un movimiento post-operático, pues la actual es muy cinematográfica.
“Comenzó desde el siglo XX con Philip Glass, inclusive, en el siglo XXI es distinto al XX, la vanguardia es una fusión muy distinta, no necesariamente lineal y tiene aspectos interesantes. La dinámica ha cambiado, no hablamos igual que hace 100 años, no dices, ‘eres como una flor’ hoy, a lo mejor, mandas un WhatsApp, ha cambiado mucho, pero los sentimientos son los mismos, el amor, los celos, la derrota y las victorias, pero estamos en un contexto distinto”, abunda.
Antes no existían las herramientas digitales como en la actualidad, en donde existe la posibilidad de simular una orquesta; de acuerdo con Molina, la creatividad va primero y, en los últimos 30 años, se han escrito más piezas operísticas mexicanas que en siglos pasados, se trata de un periodo prolífico para los compositores y que se podrán ver ampliamente en el Diplomado de Ópera Mexicana que se realizará del 26 de abril al 7 de mayo, un esfuerzo de la doctora Enid Negrete y en el cual se está poniendo especial atención a lo que está sucediendo en México.
La composición a través de las vivencias
Para poder escribir una composición, Alfonso Molina siempre refleja temas de índole social, como la migración, pues es algo muy cercano a él porque durante toda su vida ha tenido que cruzar la frontera de manera legal, pero parientes cercanos se someten “a la hoguera del desierto”. Esto se ve reflejado en una ópera que actualmente está escribiendo titulada Cartuchos de fuego, en la cual habla de cómo en México no existe un formal rastreo de balas.
“Estamos esperando que todo sea a través de políticas públicas, cambios constitucionales, del gobierno y, realmente, eso puede tomar décadas; el arte, por otro lado, te sensibiliza y te hace ver las cosas y puede cambiar la manera de actuar de una persona, yo sí creo en la conciencia política y social que puede despertar en ti una obra”, indica.
Así como lo aprendió de varios compositores como Leonard Bernstein, quien decía que en la música no hay distinción, o del compositor alemán Erich Wolfgang Korngold, quien creía que la sociedad iba a poder disfrutar de la música de una película como una ópera, pero sin canto, no se tendría que ver la distinción entre los géneros y formatos, lo que impera es la calidad que se requiere, sobre todo en el siglo XXI que hay fusiones de sonidos e ideas, a su modo de ver, “hay óperas espantosas y musicales maravillosos y viceversa”.
A pesar de que cuenta con educación clásica de Conservatorio, Molina tuvo la oportunidad de estudiar en Barcelona, España, en donde se dio cuenta de las fusiones musicales que puede hacer, como el jazz con el pop o rock.
“Te dicen lo clásico es clásico y tienes quedarte en esta burbuja dogmática que no puedes romper, pero estudié un master en Medios Audiovisuales y me di cuenta qué tan errada está la persona que viene del mundo clásico, como yo y, no se interesa en lo digital y viceversa, porque se nota. Los nuevos compositores musicales para cine creen que porque están tocando un teclado ya hacen música, sin saber de orquestación, de armonías, cuestiones importantes y ahí está la línea divisoria entre un buen músico y a alguien a quien le falta experimentar”, concluye Alfonso Molina.